Los compañeros del alba
l trayecto de AMLO cumple casi cuatro décadas y ya marcó, para siempre, la historia de México. Hoy tiene el apoyo de millones, y está construyendo un partido nacional. En la hora inicial en Tabasco, sólo contó con un puñado que lo acompañó en esta aventura interminable. Hace unos días murió uno de ellos: Alberto Pérez Mendoza. Moreno, de cabello muy oscuro, bajito, de lentes, en apariencia tímido, hablaba poco, con fuerte acento tropical. Lo estoy mirando con su chamarra azul, camisa blanca, me mira afable tras los lentes. Me saluda con breve sonrisa. Me dicen que tenía unos 60 años, se negaba a confesarlos. Podría pasar por cuarentón. No tenía un nombre espectacular como tanto gusta a sus paisanos: Russel, Darwin, Wilson, Lenin. Incluso un gobernador le puso a uno de sus hijos Luzbel. Él se llamaba simplemente Alberto, y le decían Beto.
Si quisiera caracterizarlo con una sola palabra usaría lealtad, que compartía con la vieja guardia obradorista. Lealtad y modestia. A pesar de sus méritos no protagonizan, permanecen en la penumbra, aunque algunos, como APM, estén entre los mejores operadores políticos del país.
En el país de los tránsfugas asombra la consistencia de esta gente, y concretamente la de Alberto. Acompañaron a AMLO en el brevísimo intento de transformar al PRI de Tabasco. Lo siguieron en la fundación del Frente Democrático Nacional y del PRD y en la primera campaña para la gubernatura en un estado donde la oposición era vista como una traición a la patria. Lo siguieron en los éxodos. Resistieron el acoso y la represión. Fundaron periódicos, ocuparon curules, reorganizaron varias veces al PRD hasta hacer ganar a AMLO en 1994 (triunfo que le arrebataron por fraude, como lo comprobó el que esto escribe). Luego fueron a la capital con Andrés a la jefatura de Gobierno. Todos tuvieron puestos claves y fueron impecables. Pérez Mendoza fue director de Patrimonio Inmobiliario y organizó, como abogado, la defensa de los intereses del GDF y luego batalló contra el desafuero y en defensa del voto en 2006 y en la construcción de Morena en el sureste y en el dificilísimo Yucatán. Y así hubiera seguido.
Algún día se escribirá la historia de la hora del alba del obradorismo. Pérez Mendoza pudo ser el cronista. Por su experiencia como líder y porque era excelente periodista y hombre de pocas palabras, que son los mejores para escribir y para recordar. Dicen que se sentía muy bien y libró un examen médico general días antes de que, en un tranquilo desayuno familiar, cayera fulminado. AMLO escribió su epitafio en un tuit: Amigo y compañero de 36 años de lucha. Hizo de su vida una línea recta. Lo recordaremos con admiración
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