Niñas y mujeres
irginidad. A sus nueve años de edad, con la misma naturalidad de todas sus preguntas y con su pelota rosa entre las manos, preguntó mi hija:
–Mamá: ¿se es virgen cuando se ha hecho el amor? ¿O cuando todavía no se ha hecho?
–Cuando todavía no se ha hecho –le respondí serenamente.
–Ah –dijo ella, y salió al jardín con el juguete redondo, que días antes le trajeron los Reyes Magos.
Tras la ventana me quedé mirándola danzar con su pelota, mientras en la memoria danzaban también escenas de mis propios aprendizajes femeninos. Reflexionaba además en cómo los conceptos hacer el amor
y virginidad
brotaban incipientes y confusos en la mente de mi niña. ¿Por qué habrían de ser excluyentes el amor y la virgen? ¿No era la virgen la imagen misma del amor y la ternura? ¿Por qué hacer el amor
, así, literalmente, fabricarlo, no habría de conducirnos a un estado de gracia en vez de hacérnoslo perder? ¿Dónde escucharía eso de hacer el amor
y de ser o no virgen? Tal vez tendría ya alguna noción de que hacer el amor tenía que ver con besos y abrazos, pero a sus nueve años imposible que supiera más. A no ser que en su clase de ciencias naturales... Lo que sí podría asegurar es que la idea de virginidad podría asociarla con cualquier cosa menos con una membrana –rota o entera– en el cuerpo de la mujer, en su propio cuerpo. Sentí deseos de indagar más sobre lo que sabía, pero me contuve.
Qué lástima –pensé– que a los niños no haya que decirles más allá de la verdad que piden. Porque a mí me hubiera gustado decirle: Serás una virgen, hijita, mientras no hagas el amor. Pero cuando lo hagas y aprendas a disfrutarlo, serás una diosa
.
Ser mujer y, sobre todo, tener hijas mujeres hoy día es un reto fenomenal. La educación sexual de las niñas no debiera pensarse como una sección especializada de su educación en general o como un capítulo de las clases de biología. A las mujeres el amor les preocupa desde que son muy pequeñas. Hay que apoyar primero su desarrollo como personas: su autoestima y su autodeterminación, para que su felicidad no dependa tanto de los buenos o los malos amores. En palabras de Simone de Beauvoir: El día que la mujer pueda amar con su fuerza y no con su debilidad, no para huir de sí misma sino para encontrarse, no para renunciar sino para afirmarse, entonces el amor será una fuente de vida y no un mortal peligro
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