Jueves 14 de marzo de 2013, p. 8
El vasco san Ignacio de Loyola (1491-1556) fundó en 1534 la Societas Jesu (Compañía de Jesús). Una de las principales preocupaciones de la orden de los jesuitas es la renovación interna de la Iglesia católica y sus religiosos. Para ello se idearon los ejercicios espirituales
de 30 días en los que se reflexiona en un entorno de silencio sobre los misterios de la fe.
A diferencia de otras órdenes, los jesuitas renunciaron a tener hábito propio. Tampoco vivían encerrados en los conventos, sino que se dedicaron a la enseñanza, por ejemplo en las universidades.
Los jesuitas están considerados la vanguardia intelectual de la Iglesia católica y son conocidos por ser buenos predicadores.
Educación, evangelización y espiritualidad, así como la preocupación por los pobres, conforman los pilares de esa orden, que exige a sus miembros una formación sólida: los jesuitas son licenciados en teología y filosofía.
En el continente americano los jesuitas llegaron en primer lugar a Brasil y más tarde a Florida, Perú y México.
En los casi cinco siglos de historia, la orden de los jesuitas, integrada hasta la fecha exclusivamente por hombres, fue expulsada de varios territorios debido al poder intelectual y económico que llegaron a amasar.
Dentro de la Iglesia, en las últimas décadas la orden se vio arrinconada por el sesgo político de su reforzada lucha contra la pobreza. Su labor se desarrolla en más de 127 países. Gestiona unas 297 universidades, así como casi una treintena de televisiones y cerca de 200 revistas, entre otros.
Entre sus miembros más destacados figuran: Francisco de Borja, Pedro Arrupe, Pedro Canisio, Francisco Javier, Pedro Fabro, José María Rubio, Alberto Hurtado Cruchaga, Miguel Agustín Pro Juárez, Leonardo Castellani, Jon Sobrino, Vicente Ferrer y el ahora papa Francisco.