No pasarán más de cuatro días
para elegir papa, considera el vocero Lombardi
Europa cuenta con 61 de los 115 cardenales electores; países en desarrollo tienen apenas 39
Miércoles 13 de marzo de 2013, p. 28
Ciudad del Vaticano, 12 de marzo.
Un espeso humo negro salió hoy de la chimenea de la Capilla Sixtina tras la primera votación de los 115 cardenales electores reunidos en el cónclave, lo que indicó que no llegaron a un acuerdo para elegir un nuevo papa que suceda a Benedicto XVI, quien abdicó el 28 de febrero.
El humo negro que marca una votación infructuosa salió de la chimenea a las 19:40, hora de Roma. Se prevé que la elección continúe este miércoles con dos rondas de votación por la mañana y dos por la tarde.
El cónclave terminará con la fumata blanca que anuncie al nuevo líder espiritual de mil 200 millones de católicos.
No se sabe cuánto tiempo pasará hasta que eso ocurra, pero el vocero del Vaticano, Federico Lombardi, se mostró convencido de que no serán más de dos, tres o cuatro días
, al estilo de los últimos cónclaves. Para la elección de Joseph Ratzinger fueron necesarias sólo cuatro votaciones.
Los miles de fieles, turistas y curiosos que se congregaron en la Plaza de San Pedro, bajo una persistente lluvia, para asistir a este momento excepcional, recibieron con exclamaciones de decepción la “fumata negra”.
Capilla Sixtina, sede del cónclave desde 1484
Tras oraciones para pedir guía divina, los 115 cardenales ataviados con mitras y capas rojas hicieron un solemne juramento de no divulgar los detalles de sus deliberaciones. Posteriormente se recluyeron tras las pesadas puertas de madera de la Capilla Sixtina. Ningún cónclave de la era moderna ha elegido a un papa en su primer día.
Los príncipes de la iglesia
pasaron la noche en el hotel del Vaticano antes de regresar a la Capilla Sixtina para continuar con sus votaciones.
La Capilla Sixtina, de más de 500 años de antigüedad, en la que Miguel Ángel pintó el Juicio Final, es donde los 115 cardenales depositarán sus papeletas.
Terminada en el siglo XVI, la capilla se ha usado para celebrar el cónclave desde 1484, tras la muerte del hombre del cual toma su nombre, el papa Sixto IV, quien ayudó a comenzar el renacimiento artístico del siguiente siglo reuniendo artistas a su alrededor y apoyando sus trabajos.
Una vez que se elija al sucesor de Ratzinger, algo para lo que es necesario una mayoría de dos terceras partes, Benedicto XVI seguirá viviendo en el Vaticano como Papa emérito, en un convento acondicionado para él.
Será la primera vez en la historia que dos papas convivan dentro del Estado pontificio, los dos vestidos de blanco y con el título de Su Santidad. Benedicto XVI no participa en la elección.
El decano del Colegio Cardenalicio, Ángelo Sodano, y quien no participa en el cónclave por haber superado los 80 años de edad, al oficiar la misa para elegir al papa, instó a los cardenales a preservar la unidad de la Iglesia dentro de su diversidad de dones
, y dijo que todos están llamados a cooperar con el sucesor de Pedro, el fundamento visible de la unidad
.
Ante unos 180 cardenales del mundo, diplomáticos, empleados de la curia romana y más de 5 mil fieles, Sodano exhortó a Dios a que ilumine la elección del nuevo pontífice.
El encargado de dirigir el cónclave es el cardenal vicedecano Giovanni Battista Re, italiano de 78 años con gran experiencia en la curia, quien encabezó la procesión de entrada de los electores en la Capilla Sixtina. Después de cantar el Veni Creator Spiritus (Ven espíritu creador), himno para invocar al Espíritu Santo, los cardenales juraron uno a uno ante el Evangelio que guardarán el secreto sobre todo lo que ocurra en cónclave. Toda la ceremonia se celebró en latín.
Después, el maestro de ceremonias del Vaticano, Guido Marini, pronunció el extra omnes (fuera todos), invitando a abandonar el lugar a todos aquellos que no participan en el cónclave.
Posteriormente, Marini cerró las puertas de la Capilla Sixtina, dejando fuera a las cámaras de televisión que hasta entonces siguieron la ceremonia.
Todos los prelados que participan en el cónclave fueron elegidos por Benedicto XVI o por su predecesor, Juan Pablo II, y el próximo pontífice casi con seguridad continuará con su feroz defensa de las enseñanzas morales tradicionales, indicaron algunos analistas.
Cuando un candidato alcance los 77 votos necesarios para ser elegido y acepte asumir la responsabilidad, el humo será blanco y estará acompañado por el repique de las campanas de la Basílica de San Pedro.
El nuevo pontífice elegirá entonces el nombre con el cual quiere gobernar y vestirá por primera vez la sotana blanca, para ser presentado a Roma y al mundo y pronunciar su primer mensaje urbi et orbi desde el balcón del Palacio Apostólico.
Joseph Ratzinger se convirtió en el primer papa en renunciar en siglos con el argumento de que no se sentía lo suficientemente fuerte, a sus 85 años, para afrontar las dificultades de una Iglesia que enfrenta una serie de escándalos.
Fuentes vaticanas aseguran que el italiano Angelo Scola y el brasileño Odilo Scherer son los favoritos.
El primero devolvería el papado a Italia por primera vez en 35 años, mientras el segundo sería el primer papa no europeo en mil 300 años.
Corren las apuestas
Sin embargo, también se han mencionado otros candidatos de numerosas nacionalidades, como los cardenales estadunidenses Timothy Dolan y Sean O’Malley, el canadiense Marc Ouellet, el argentino Leonardo Sandri y el ghanés Peter Turkson.
Scola era considerado favorito en las casas de apuestas delante de Turkson y Scherer. Los corredores también aceptaban apuestas sobre el futuro nombre que adoptará el nuevo pontífice. Los favoritos son León, Pedro y Gregorio.
La casa de apuestas británica William Hill y la irlandesa Paddy Power dijeron que Scola ocupa la primera posición para ser el próximo jefe de la Iglesia católica.
Según William Hill, el segundo favorito para convertirse en sucesor de Benedicto XVI es Turkson, y Scherer el tercero. Para Paddy Power, Scherer es segundo y Turkson tercero.
Sea quien sea el sucesor, éste tendrá que que llevar a cabo reformas después de los escándalos que estallaron durante el pontificado de Ratzinger, como el de los abusos sexuales a menores, o el de Vatileaks, la filtración de documentos confidenciales del pontífice que reveló una trama de abuso de poder en la curia romana, el gobierno central del Vaticano.
A estos problemas, se suma una pérdida de influencia de la Iglesia debido a la disminución de fieles y a las críticas de parte de los católicos por hacer oídos sordos a los pedidos de cambios del mundo moderno en temas como el papel de la mujer en la Iglesia y la sexualidad.
Todos los cardenales, incluso los más ancianos, dedicaron la última semana a examinar la situación de la Iglesia y esbozar el perfil del próximo líder.
Alrededor de 68 por ciento de la población católica del mundo se encuentra en América Latina, África y Asia, pero eso no se refleja en el Vaticano.
Europa cuenta con 61 cardenales entre los 115 electores que ingresarán al cónclave, mientras el mundo en desarrollo tiene apenas 39, cerca de 34 por ciento del total.
Estos católicos del sur del mundo están lejos del bloque central de liderazgo. Cada área tiene su propio foco y el manejo de las diversas prioridades regionales requiere las habilidades de un diplomático experimentado.
África subsahariana ha sido la región de más rápido crecimiento de la fe católica en el mundo en el último siglo, al llegar a 16 por ciento del total en 2010, cuando en 1910 era apenas 1 por ciento. Y los católicos africanos son mucho más conservadores que los del hemisferio norte.
Además, dentro del Vaticano, el nuevo papa tendrá que enfrentar a la curia, considerada una burocracia de siglos de antigüedad dominada por clérigos italianos que pueden hacer o destruir un papado porque pueden bloquear o demorar proyectos.
El escándalo de Vatileaks el año pasado mostró corrupción y luchas internas en altos niveles, y la curia tampoco es conocida por la eficiencia en sus filas.
Benedicto XVI y Juan Pablo II fueron criticados por no poder reformar la burocracia del Vaticano, asediado por denuncias de intrigas e incompetencias, y algunos hombres de la Iglesia creen que el próximo papa debe ser un buen gestor.