Ciudad del Vaticano, 11 de marzo.

El Colegio Cardenalicio celebró hoy su última congregación general para dar paso este martes al cónclave en el que se elegirá al próximo papa, el número 266 en la historia, de quien los vaticanólogos sólo pueden señalar una característica: será un conservador, puesto que todos los prelados fueron designados por Juan Pablo II y Benedicto XVI, quienes frenaron los vientos reformistas de la década de 1960 y volvieron a las tradiciones eclesiales.

En la agenda de los purpurados resurgieron dos de los temas que han estado en el centro de los debates a puerta cerrada, según la versión oficial del Vaticano: la administración del Instituto para las Obras de Religión (IOR), que hace un par de años fue objeto de una investigación por lavado de dinero, y una eventual reforma de la curia romana, la burocracia que administra la sede de la Iglesia católica.

Tarcisio Bertone, el camarlengo –administrador temporal del Vaticano–, informó que los cardenales recibieron un breve informe sobre la integración del IOR al sistema internacional Moneyval, mediante el cual se da seguimiento a posibles casos de blanqueo.

Los conflictos en el Vaticano, conocidos por una filtración de información a la prensa, así como las denuncias contra sacerdotes pederastas y el encubrimiento de varios cardenales, fueron temas que también impregnaron la temática de las congregaciones generales, pero la sede apostólica no comentó al respecto. De hecho, el periodista italiano Gianluigi Nuzzi, autor del libro basado en los datos filtrados el año pasado, informó hoy que le fue negada la acreditación para cubrir el cónclave.

La expectación, en todo caso, siguió hoy centrada en quiénes son los cardenales que tienen más posibilidades de asumir el liderazgo de mil 200 millones de católicos, 42 por ciento de los cuales residen en América Latina.

Los cuatro nombres más mencionados de una lista de 12 notables siguieron siendo los mismos que sonaron desde que el 28 de febrero abdicó Benedicto XVI: Angelo Scola, italiano de 71 años; Pedro Odilo Scherer, brasileño de 63; Marc Ouellet, quebequense de 68, y Sean O’Malley, estadunidense de 68.

A partir de este martes, sólo 115 cardenales electores –menores de 80 años– podrán ingresar en la Capilla Sixtina, que ha sido blindada contra todo tipo de comunicaciones electrónicas.

Los purpurados provenientes de 48 países interrumpirán todo intercambio con el exterior y se recluirán en la casa Santa Marta, el hotel del Vaticano con 106 habitaciones austeras, donde se albergarán los prelados hasta que dos terceras partes –77 de ellos– concuerden en quién sera el sucesor del apóstol Pedro.

Ese día saldrá humo blanco de la chimenea instalada especialmente para la ocasión en la Capilla Sixtina, producto de los papeles utilizados para la votación, a los cuales no se unta una sustancia llamada pez, que causa la emanación negra, lo cual significa que los purpurados no lograron ponerse de acuerdo.

En la sede pontificia hay consenso acerca de la necesidad de que el nuevo papa asuma pronto su responsabilidad, dado que faltan 13 días para el comienzo de la Semana Santa.

Desde 1903, la elección del pontífice se ha consumado en tres y cuatro días –salvo el caso de Pío XI, en 1922, cuando se demoró cinco–, pero existen antecedentes de que la designación llegó a tardar hasta tres años, como ocurrió con el nombramiento de Gregorio X, en 1271.

Fue en esa oportunidad cuando comenzó el ritual del encierro, pero fue en 1513 cuando la Capilla Sixtina albergó el cónclave por primera vez. Los dos últimos, Karol Wojtila y Joseph Ratzinger, fueron elegidos en 48 y 24 horas, respectivamente.

En esta sucesión papal, según el cardenal francés Philippe Barbarin, no hay un hombre de estatura tres o cuatro veces mayor que cualquier otro cardenal. Por consiguiente, la elección debe hacerse entre uno, dos, tres, una decena de candidatos. No sabemos. Tendremos que esperar los resultados de la primera votación.