Opinión
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México SA

El boato de la élite

Fiesta por 100 días

¿Algo que festejar?

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El presidente Enrique Peña Nieto y el secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong, durante la ceremonia por los 100 días de gobierno realizada en Palacio Nacional ayer domingoFoto Cristina Rodríguez
¡A

h!, cómo les gusta el boato, las celebraciones pomposas, los actos imperiales. Es la fascinación de la élite. No pierde una sola oportunidad (y si no la hay la inventan), la que sea, para armar tremendos eventos de arquitectura monárquica, con toda la corte presente y, desde luego, la representación popular. ¿Se puede celebrar algo concreto (tangible, diría Enrique Peña Nieto) en sólo 100 días de gobierno? En ese estrecho lapso, ¿existe algo qué festejar o presumir? Desde luego que no. Cuando mucho que el país no ha terminado de desmoronarse, pero lo importante es celebrar, y mientras mayor sea la fiesta, mejor.

En Palacio Nacional (como debe ser; los pinoles panistas quedaron atrás), Enrique Peña Nieto reunió a toda la clase político-empresarial para que le aplaudiera, y junto a él celebrara 100 días de gobierno (lo que eso quiera decir). Y a ella le dijo: quiero saludar, en primer lugar, a los integrantes del gobierno de la República, al gabinete legal y ampliado. Agradecer la presencia de mi esposa, que gentilmente me acompaña en este acto. Saludar a toda esta gran representación de la sociedad mexicana; tanto del ámbito privado, del ámbito social, que gentilmente están presentes en este balance, a 100 días de haber iniciado esta gestión. Agradezco a representantes de partidos políticos, a coordinadores parlamentarios que están entre nosotros. A toda esta gran representación, insisto, de la sociedad mexicana, que gentilmente nos acompaña. Muchas gracias, también, por la presencia de los señores representantes de los medios de comunicación.

Y de allí para adelante, sólo logros y más logros.... en apenas cien días de gobierno. Ni los de la docena trágica blanquiazul presumieron tanto avance virtual en un lapso tan estrecho. Venimos a transformar al país, dijo Peña Nieto, es decir, lo que prometió en campaña, lo que repitió en su toma de posesión y lo que ha reiterado a lo largo de sus cien días de estancia en Los Pinos... y en ese periodo no ha transformado nada, ergo, se mantiene pendiente. Nada que presumir, porque el país mantiene el ritmo de 30 años, la economía sigue a la baja, no hay empleo, los pobres brotan como palomitas de maíz, la violencia está a punto de turrón, el narco mantiene sus dominios, y etcétera, etcétera.

El inquilino de Los Pinos saludó a los partidos de oposición, con quienes en apenas cien días amarró acuerdos y consensos para encarar, de manera conjunta, los desafíos que enfrenta nuestra nación. Gracias a la responsabilidad y voluntad de los principales partidos políticos se concretó el Pacto por México, en el que establecimos 95 compromisos en favor del país, la mayoría de ellos en veremos. En los hechos, obvio es que para una construcción de esa naturaleza, lo primero que se requiere son partidos opositores reales y no empresas disfrazadas de eso como el PAN y el PRD comprenderán (junto con el gobierno de la República se han comprometido con los cambios que necesita el país, dijo EPN). Bien, pero ¿Gustavo Madero y Chucho Zambrano, opositores? ¿Es el PRI un partido responsable por amoldar su ideología de plastilina de acuerdo con las instrucciones y necesidades del inquilino en turno? Ya ni la burla.

En estos tiempos de comprometida modernidad, Peña Nieto no se aguantó las ganas y recurrió al pasado reciente. Repitió lo que sus cinco antecesores incesantemente dijeron a lo largo de sus respectivas estancias en la residencia oficial: el gobierno de la República tiene visión y rumbo claro del país que queremos construir en este siglo XXI. Cada decisión tomada, cada acción emprendida responde al gran objetivo que nos planteamos desde el primer día: transformar a México. En cualquier discurso de ocasión, entrevista banquetera o informe de gobierno de los cinco últimos gobernantes (de Miguel de la Madrid a Felipe Calderón; ya entrados en gastos, Echeverría y López Portillo también entran en este inventario) se encuentra dicha frase (lo único que se modifica es la fecha en el calendario), y sólo hay que compararla con los resultados concretos.

También procedió como lo hicieron sus antecesores durante sus respectivas celebraciones por los primeros cien días de gobierno, es decir, se limitó a recordar los compromisos de campaña, la buena voluntad que dice tener para llevarlos a la práctica y a resumir cien días de discursos. No más, por la simple razón de que ese lapso no da para más, pero eso no obsta para que se organice tremenda celebración en Palacio Nacional para presumir lo inexistente, porque en los hechos en esos cien días suman cerca de 4 mil los muertos por la violencia, el ejército se mantiene en las calles, el narco está a todo lo que da (el negocio se mantiene boyante), la economía lejos de arrancar va en descenso, el empleo brilla por su ausencia, aumenta la informalidad, más de dos se mantienen impunes, la miseria campea la geografía nacional y muchos etcéteras adicionales que no caben en este espacio.

Suman cien los días del nuevo gobierno, durante los cuales, en el mejor de los casos, cotidianamente se enumeran las líneas de acción a seguir, aunque ninguna de ellas se ha puesto en marcha, lo que ni de lejos contribuye a iniciar la transformación del país. Pero si algo hay que reconocerle al transformador gobierno peñanietista es que hasta ahora no ha desprendido los alfileres con las que esta heroica República milagrosamente se sostiene. Tal vez ha sido así, porque sus genios todavía no las detectan, pero el hecho es que los alfileres aún están allí, aunque a ciencia cierta nadie sabe hasta cuándo.

Con esta dinámica de pomposas celebraciones con motivo o sin él, habrá que esperar otro acto imperial por 200 días de gobierno (el de los 300 días ya está en agenda y se llama primer Informe de gobierno), otro derroche para anunciar más de lo mismo, en vías de que algún día se alcance la tan cacareada transformación. La pregunta obligada es: ¿llegará el día en el que el presidente de la República y la clase político-empresarial en conjunto celebren y presuman algo verdaderamente tangible, algo realmente concreto, un logro verdadero, una transformación verdadera y benéfica para el país, algo que hayan hecho y no sólo dicho? Al ritmo que van, dudoso.

Las rebanadas del pastel

Entonces, menos boato y más acción; menos caldo y más albóndigas... Y para la memoria: tenemos rumbo claro y un proyecto bien definido para alcanzar nuestras metas siguiendo el plan trazado en los cinco ejes estratégicos a los cuales me comprometí (Felipe Calderón en el pomposo acto por sus 100 días de gobierno, 10 de marzo de 2007). ¿Reconocen la frase?