n pleno siglo XXI, Eufrosina Cruz Mendoza, indígena oaxaqueña, emprende una lucha singular por defender su derecho al voto cuando el catálogo de usos y costumbres de su comunidad insisten en no reconocérselo por el simple hecho de ser mujer. El tema, polémico y atractivo, ha generado en México en un mismo año dos documentales, La revolución de los alcatraces, de Luciana Kaplan, egresada del Centro de Capacitación Cinematográfica, y Las sufragistas, de Ana Cruz, también realizadora del documental Mujeres de la revolución mexicana (2009).
Mientras el trabajo de Kaplan ofrece un notable retrato de la joven indígena rebelde, activista en derechos humanos, a la postre diputada, y sus desavenencias y acomodos con un mundo político dominado por los hombres, lo que propone Ana Cruz es un planteamiento muy sugerente de la lucha histórica de la mujer en México por conquistar el derecho a votar y ser votada, insertando en ese largo combate el momento culminante en que una mujer indígena hace triunfar su voluntad por encima de las tradiciones y prejuicios de su propia comunidad.
Ambos trabajos, complementarios en más de un aspecto, invitan a un mismo debate insoslayable, a saber, la persistencia de obstáculos de carácter moral y sexista para negarle hoy a la mujer la participación plena en los asuntos de la vida política. Una protagonista plantea la ironía de esta situación absurda: La mujeres somos la mitad del mundo y somos también madres de la otra mitad
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En Las sufragistas Ana Cruz entrevista a un grupo de historiadoras y también a varias mujeres políticas que en las décadas recientes han conquistado en México las gubernaturas de sus estados, pero la parte central del trabajo son los comentarios de Eufrosina Cruz, quien con vivacidad y desenfado refiere sus primeros desencuentros de niña rebelde, mujer problema
, en su pueblo de Santa María Quiegolani, y su esfuerzo por cambiar la Constitución del estado oaxaqueño hasta colocarse a la cabeza del Congreso local.
No hay en el documental de Ana Cruz lo que la directora Kaplan sugiere con agudeza en La revolución de los alcatraces, la radiografía de un itinerario ciertamente fascinante, que debe toparse luego con las presiones de cooptación y los compromisos estratégicos que impone la vida política en México.
En Las sufragistas, Eufrosina Cruz aparece más como una mujer eminentemente política, interesada en defender los derechos civiles de su género, que como la mujer que hace coincidir su lucha con los requerimientos de un organismo político preciso, el Partido Acción Nacional. El tránsito del activismo político a la militancia partidista es un aspecto interesante en la vida de Eufrosina, que el documental de Ana Cruz deja un poco de lado para concentrarse en lo que considera más esencial aún, su infatigable lucha por el derecho al voto. De ahí el título de la cinta, mismo que podrá parecer un tanto equívoco, debido a su insistencia en una lucha de inspiración anglosajona, el combate de las sufragettes, que si bien en Estados Unidos movilizó a muchas feministas (caracterizadas e incluso satirizadas por el novelista Henry James en Las bostonianas), en México tuvo que ceñirse a la disciplina de una movilización de tipo corporativista.
Entre las historiadoras entrevistadas, Gabriela Cano propone la novedosa explicación de los obstáculos a que se enfrentó el ejercicio pleno del voto femenino en México. Cuando en 1937 el presidente Lázaro Cárdenas envía al Congreso su propuesta para reconocerle el voto a la mujer, dicha iniciativa se frusta al no ser publicada en el Diario Oficial de la Nación. Se argumenta que dar el voto a la mujer sólo engrosaría las filas de la derecha política, como había sucedido en España.
Ana Cruz refiere con acierto las diversas etapas de un derecho civil conquistado tardíamente, de modo gradualista, y con limitaciones tan serias como la de restringirlo en 1947 al ámbito municipal. La mujer sólo tendría el derecho a administrar un municipio como se administra un hogar. Esta dádiva alemanista sólo se convertirá en conquista civil en 1953, cuando la mujer conquista el pleno derecho al voto y, de algún modo, la mayoría de edad política. Muy pronto el logro se vuelve objeto de escarnio mediático y ese prejuicio que perdura por largas décadas, agravado en ocasiones por el racismo, es también objeto de atención en el documental de Ana Cruz.
Para mostrar el carácter universal de este combate, el documental trasciende el ámbito local y ofrece en una entrevista con la chilena Michelle Bachelet, aspectos del territorio político conquistado. Habría que objetar tal vez el silenciamiento en el documental de las voces de esa otra mitad del mundo que por largo tiempo ha detentado los privilegios de un poder político casi hegemónico. Basta sin embargo con abrir un diario o ver una emisión televisiva para toparse siempre con su ruido ensordecedor.
Las sufragistas se exhibe en salas de Cinépolis, Cinemex, Lumiére Reforma y Cineteca Nacional.