Cristian Mendoza y Protopeople
o es que Cristian Mendoza economice notas porque éstas escaseen en el aire; lo que sucede es que a este tenorista chileno (que radicó en México de 2005 a 2012) le basta y sobra con unas cuantas pinceladas para evocar y convocar un mundo –su mundo– y hasta para asomarse de reojo al resto del universo. Es su firme y delicada manera de atacar cada frase, de acatar los susurros de la intuición, para desatar la técnica y evitar que se despeñe. Ni una sola nota de más, y la nave se pasea con asombrosa tranquilidad entre el tráfico neoyorquino.
Después de mucho andar y de colocarse como uno de los mejores alientos latinoamericanos, el sax de Cristian graba un primer disco el año pasado en Nueva Jersey, lo bautiza como Lost in New York, y los resultados y el eco producido rebasan buena parte de las expectativas. En el estudio lo acompañan Mike Moreno en la guitarra, Hans Glawischnig al contrabajo y Alex Kautz, quien además de tocar la batería hace mancuerna con Cristian en la producción del cedé.
El sax tenor se desliza con pulcritud, con trazos muy detallados y con una agridulce belleza que se mantiene por encima de las diferentes dinámicas con que Mendoza entreteje cada tema. Desde la cautelosa alegría de Pajarito hasta la nostalgia de Clau X 3 o el romanticismo decimonónico (y contemporáneo) de I Thought I Heard. Esta afable manera de componer cada tema, y que mantiene a lo largo de todo su discurso, no convierte a Mendoza, ni de lejos, en un músico autocomplaciente. Ésa es su personalidad, su sustancia, y el saxofonista sencillamente deja que fluya para compartirla con los excelentes músicos que lo acompañan.
Probablemente parezca y aparezca un tanto reiterativo en piezas como Hope, pero el pero
se esfuma en automático cuando el cuarteto se destapa con El bato cree que..., estupendo alegato que se nutre de la dulce resaca que nos dejara el bop del siglo pasado; aquí el contrabajo se instala con fuerza y profundidad en la caligrafía de Cristian, la guitarra traduce una y otra vez la maestría de su dueño, mientras las baquetas de Alex Kautz siguen recorriendo el cuerpo entero de la batería para volver a seducirla con las frenéticas caricias que penas si le tocan la piel. Es un rolón. Es un buen disco.
Off jazz
Llegó a mí un disco que nada tiene que ver con el jazz, un ejercicio electro pop (electro grunge dicen los autores) donde se despliegan buenas dosis de ingenio, humor y condescendiente valemadrismo. Es en verdad interesante cómo esta pareja de iconoclastas logran treparse en los circuitos populares de la música electrónica sin despeñarse en la autocomplacencia y las trivialidades de tantos congéneres. No. Estos cuates realmente se dedican a hacer música, buena música a partir de la inteligencia, de un sorprendente manejo del matiz y de una materia prima que muchos considerábamos desgastada y hasta agotada.
El dueto se hace llamar Protopeople. Leonardo Moreno se encarga de teclados, cuerdas y conceptos, mientras Renata de Castro canta y escudriña en la intensidad de sus trazos. Altamente recomendable a nivel visual y auditivo… aunque habría que apuntar que los bonos de Protopeople subirían todavía más si ellos le bajaran un poco… en algunos casos, la vanidad es buen síntoma de la seguridad en uno mismo, aunque siempre habrá que tener cuidado con los duendes de la arrogancia.
La propuesta de este dueto es atractiva, ni hablar, pero de ninguna manera es un prototipo o un paradigma nunca antes visto; sus esquemas, sus compases, sus líneas melódicas, la sencillez de sus armonías y su misma fuerza interpretativa se han visto y vuelto a ver a lo largo de la historia del rock y sus esteros, incluso esa imagen oscurantista y retadora que ya explotaban Alice Cooper, Black Sabbath y otros tantos etcéteras desde los años 70 del siglo pasado. Aquí en México, el Capitán Piyama, el Dr. Fanátik, Transmetal, Las Novias de Nadie y demás especímenes, cada quien desde su propio delta, hacían lo impropio. Salud.