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El nuevo PRI
La época de vacas flacas quedó atrás
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Como en todas las grandes reuniones del tricolor, no podían faltar los centenares de camiones para transportar a los asistentesFoto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Lunes 4 de marzo de 2013, p. 3

¡Ya llegó, ya está aquí, el que va a mandar al PRI! El Partido Revolucionario Institucional ha recuperado la Presidencia de la República y ese hecho trae de regreso el peso indiscutible de la palabra mayor, la del primer priísta del país.

Por eso la plana mayor deja sus lugares y las mesas y las sillas son retiradas, a la espera de Enrique Peña Nieto. Durante varios minutos, en el escenario sólo se miran los micrófonos, listos para el mensaje presidencial. Los informes de los coordinadores de las mesas se han despachado en menos de media hora. La votación se consuma en menos de 30 segundos.

¿Sobra tiempo? No, el Presidente llega al enorme salón del Centro Banamex con el tiempo suficiente para hacer el paseíllo del triunfador: saludar de mano, repartir palmadas, tomarse fotografías con quienes han aguantado vara pegados a las vallas metálicas.

En tanto, el escenario es ocupado poco a poco por militantes de a pie: jóvenes, mujeres, indígenas con trajes típicos, inválidos, la diversidad y la inclusión del nuevo PRI en carne y hueso. A los militantes rasos se van sumando poco a poco miembros del gabinete, coordinadores parlamentarios, ex presidentes del partidazo, todos para hacerle la escenografía al Presidente.

Tras un breve homenaje al lugar común, a cargo de Ivonne Ortega, secretaria general del PRI, los asistentes son invitados a mirar un video que resume, en pocos minutos, la historia del partido que cumple 84 años. Lo sabido: el PRI transformó el país de caudillos en uno de instituciones, se ocupó de los derechos sociales y garantizó la paz.

A pesar de las imágenes de época, Luis Echeverría, José López Portillo y Carlos Salinas de Gortari no aparecen en el corto, en el cual la alternancia es apenas un pequeño obstáculo que refrendó la vocación democrática de los priístas. En las imágenes, el PRI brinca directo de Adolfo López Mateos a Peña Nieto.

A mi izquierda y a mi derecha está el abismo, solía decir López Mateos. Afuera, Peña Nieto cuenta, gracias al Pacto por México, con Gustavo Madero y Jesús Zambrano. Aquí, a su derecha están César Camacho, Emilio Gamboa y Manlio Fabio Beltrones. A su izquierda, los secretarios de Hacienda, Gobernación y Educación.

No hay intereses intocables; el único interés que protegeré es el interés nacional, dice, flanqueado por esos personajes, en una frase que abajo suponen dirigida al tema de la semana: la maestra Elba Esther Gordillo, el hilo delgado de los poderes fácticos, la misma que fue destituida por promover el IVA para alimentos y medicinas, la mujer que mira desde la cárcel cómo su antiguo partido aprueba la reforma que ella buscó en 2003.

La presencia de Roberto Madrazo en el acto, y sus declaraciones sobre la inexistencia de revanchas y la aplicación de la ley, son sólo la cerecita de la tarde.

Se acabaron las filas

Las vacas flacas quedaron atrás. Eso salta a la vista en una de las sedes de las mesas que discutieron –es un decir– los cambios en los documentos básicos del partido gobernante.

Tras la derrota de Roberto Madrazo, la sede nacional del PRI estuvo abandonada a medias, al grado de que el edificio principal fue tapiado. Hoy está a la altura de una fuerza que ha regresado a Los Pinos. Oficinas remozadas, muebles nuevos y mucha, mucha seguridad.

Las rejas están coronadas con alambre de púas y con una cerca electrificada. En varias paredes, militantes chilangos descontentos han pegado con engrudo un manifiesto en rechazo a los oportunistas que se fueron a otros partidos y quieren regresar: Que se formen, y los que se salieron de la fila, que se vuelvan a formar.

La protesta no pasa de ahí. Con su reforma, el PRI se comporta generoso con sus hijos desobedientes (los que se fueron a otros partidos) y elimina el requisito de la militancia para ser candidato. Candados obsoletos, les llama Peña Nieto, y todos se allanan.

Los órganos de dirección del partido se achican, se limitan los espacios de las organizaciones adherentes y el Presidente se incorpora a una suerte de politburó –gobernadores, coordinadores parlamentarios, jefes de los sectores– que tomará las decisiones importantes.

Los formalismos necesarios, en suma, para que el PRI recupere la línea de flotación de su coherencia: la lealtad al Presidente a cualquier costo.

Como hizo en campaña, Peña Nieto ofrece una Presidencia democrática y de resultados concretos: México se construye todos los días, demostremos que somos una nueva generación de priístas, dice el Presidente, para ceder la palabra a Jorge de la Vega, el ex dirigente del partido a cargo de la clausura. El chiapaneco se dice emocionado porque hace mucho no escuchaba a un presidente hablar así, y recuerda sus 60 años en la vida pública. Con ese bagaje califica la asamblea: Marca un hito en la vida política del país.

El regreso de la línea

El martes 19 de febrero, César Camacho, presidente nacional del PRI, acude a la Cámara de Diputados para hablar con los legisladores de su partido sobre la inminente asamblea. En el desayuno, frente a los coordinadores estatales y los presidentes de comisiones, dice tres generalidades. Luego, en el salón Verde y ante el pleno, hace una exposición apoyado en dos pantallas. Un legislador presente resume en una frase no sólo ese encuentro, sino el tono que domina la asamblea del PRI: No fue a consultar, sino a tirar línea.

La línea se amarra. Así que los delegados asistentes a las mesas de trabajo deben dejar sus teléfonos celulares a la entrada y a varias figuras del partido que podrían haberse opuesto al tema del IVA –más por cálculo electoral que por otra cosa– les es retirada la invitación para participar en las deliberaciones.

Otros asistentes se quejan del lenguaje arcaico, rebuscado y cantinflesco del priísmo mexiquense y de los minutos que Camacho dedica a presumir el logotipo de la XXI asamblea, en el cual una de las X pretende semejar un mapa de México.

Un logo antiguo que quiere aparecer muy siglo XXI, igual que los discursos de los ex presidentes del PRI que presentan las conclusiones de la asamblea. Humberto Roque Villanueva, por ejemplo, juzga que los acuerdos garantizan los principios ideológicos de la Revolución Mexicana, al tiempo que celebra la rendición de cuentas; José Antonio González Fernández –quien participó de un fallido intento de destronar a Elba Esther Gordillo– define al nuevo PRI con una frase: Queremos acompañar al señor Presidente; Mariano Palacios Alcocer celebra que por vez primera su partido se defina en materia de género y lo hace en una mesa de 40 dirigentes donde sólo hay cuatro mujeres.

Bueno, ya vendrá el momento, en esta ruta de ir transformando a México bajo la conducción de un PRI que en la voz de Camacho se declara transmisor de las necesidades de la gente, facilitador para las organizaciones sociales y, más importante, un aliado (del presidente) que esté siempre en los momentos delicados.

Peña Nieto ya tiene partido de compañía. El PRI le regala una asamblea que es más un acto para su lucimiento –previa votación a mano alzada– que un encuentro deliberativo.

Aprendimos en la oposición, han dicho hasta el cansancio los priístas. Por lo menos tomaron cursos de lectura veloz, porque la dispensa de lectura de los acuerdos se justifica gracias a que, al ingresar al local, los delegados recibieron las 134 páginas de los nuevos documentos básicos.

¿Qué aprendieron? Visto lo sucedido este domingo, que las asambleas pueden salir rápido y sin tropiezos, porque es todavía temprano cuando concluyen los trabajos de los más de 4 mil delegados (más los fraternos, que en su mayoría vienen del estado de México e Hidalgo).

¿Qué hora es?, pregunta alguien a la salida. Es la hora de transformar a México, según el PRI. O la que usted diga, señor Presidente.