l presidente Mao Zedong se refería a los países imperialistas como tigres de papel, animales de aspecto fiero, pero a los que no había que temer, porque eran esencialmente frágiles. Uno podía sacudírselos de un manotazo. Confío en que así va a pasar con Elba Esther Gordillo, a quien los dos últimos gobiernos trataron con tanta delicadeza como si le tuvieran miedo. Lo ocurrido al anochecer del pasado 26 de febrero parecería indicar no sólo que se necesita un priísta para detener a otro priísta, sino que no es mucho lo que la acusada puede hacer, dada la contundencia del expediente en su contra. ¿Se movilizará un millón de maestros para defender a quien se embolsaba las cuotas sindicales para comprarse ropa cara en Estados Unidos? ¿Votarán de ahora en adelante los legisladores del Panal contra todas las iniciativas presidenciales?
La decisión del gobierno de investigar los desvíos de recursos del SNTE, y probablemente castigar a la superlideresa magisterial, era esperada por la opinión pública desde hace años. Por eso me resulta tan irritante que algunos políticos de oposición duden de las motivaciones de su detención, y digan que con ella el presidente Peña Nieto sólo busca legitimarse. Las motivaciones primarias del gobierno para detener a Gordillo, tal y como fueron presentadas ante los medios por el procurador general de la República, son inobjetables. Las interrogantes que debemos plantearnos trascienden el anecdotario presidencial, más bien se refieren al efecto de la remoción sobre el régimen sindical prevaleciente, que es uno de los lastres más pesados del pasado autoritario. ¿Tiene paso franco ahora la reforma educativa? Esta pregunta atribuye demasiado poder a una persona. Añado otra menor: ¿qué va a pasar con Nueva Alianza y sus legisladores, dos de los cuales son descendientes directos de la detenida? No quiero exagerar el poder personal de Gordillo, pero era bastante grande si consideramos que tenía a su disposición más de 8 mil millones de pesos, que suman las 80 cuentas bancarias del SNTE.
Es muy probable que la popularidad presidencial haya registrado el día de ayer varios puntos al alza, pero ese efecto es secundario, y en estos momentos irrelevante, frente a lo que significa que el Poder Ejecutivo haya ejercido la autoridad del Estado para poner fin a un poder fáctico de los que limitan el buen funcionamiento de la democracia nuestra. La detención de Elba Esther Gordillo por delitos derivados de prácticas corruptas puede ser el principio de un sacudimiento del sistema de educación pública, que tanto lo necesita, y de una profunda reforma que resulte en mexicanos que saben leer mejor, que escriben correctamente, que estructuran su pensamiento, que manejan con soltura operaciones matemáticas más o menos complejas y programas básicos de cómputo. La sola posibilidad de que la remoción desencadene un proceso virtuoso en el ámbito de la educación pública nacional es razón para celebrar, aunque sea demasiado optimista.
Seguro hizo mella en el gremio magisterial la insistencia del procurador Murillo Karam en que la lideresa malversaba los recursos de los trabajadores. Ellos son los agraviados, los maestros que tienen que trabajar dos turnos para completar quincenas reducidísimas, mientras Elba Esther iba y venía en avión privado, ataviada con bolsas y zapatos propios de la esposa de un jeque. Pero eso sí, hace unas cuantas semanas, con tono dramático, se desgañitó ante la militancia sindical para gritar que estaba llena de amor de maestra. La verdad es que me sorprendió. La grosera ostentación de su riqueza nos decía mucho de ella como política, como compradora compulsiva, como casera generosa, pero nada acerca de qué materia enseña ni en qué grado de primaria, porque supongo que es el ciclo en el que trabaja, dado que nos trata –a la opinión pública– como si fuéramos alumnos de segundo año. Entonces, ¿qué quiere decir amor de maestra? ¿A quién?
Elba Ester Gordillo exhibía su poder y el dinero que gastaba con una insolencia que invitaba a que la defenestraran como lo han hecho. Me cuesta trabajo pensar que la maestra creyera que dábamos por buenas sus pretensiones de que la carísima ropa que usa, los departamentos que posee, o los vehículos en que se transporta son el fruto de su honesto desempeño al frente de un pizarrón. En una entrevista reciente con Adela Micha, en la que insiste en convencernos de que ella en realidad es una mujer muy trabajadora, no abandona una sonrisita burlona mientras responde a las tercas preguntas de la periodista que quiere obligarla a confesar no sé qué ante las cámaras. Mantiene la actitud de quien se cree indispensable y, por lo tanto, impune. Y nosotros estábamos dispuestos a tolerarla y a vivir con lo que se había convertido en la caricatura del corporativismo priísta. Sin embargo, desde hace tiempo esa tigresa de papel se había pasado de la raya. Controlar al magisterio es una cosa; fundar y financiar un partido político es algo muy distinto, porque además de beneficiarse de los muy abundantes recursos que obtiene el Panal del IFE, hizo de los maestros los militantes obligados de una organización sin orientación, cuya única vocación es el poder del oportunista, y cuyo modus operandi es la extorsión de los demás partidos que necesitan completar porcentajes para formar mayorías siempre huidizas.
Una consecuencia adicional de la decisión de llevar a Gordillo ante la ley es que arroja una luz negativa sobre el gobierno anterior, que ya no digamos la toleró, sino que la enriqueció, al igual que Vicente Fox y Marta Sahagún la encumbraron como si fuera una autoridad en materia de educación moral. ¿O no la hicieron corresponsable de la formación de los niños mexicanos conforme a los valores de la Guía de padres? Es sorprendente que hayan sido gobiernos del PAN los que trataron con tanto miramiento a la dirigente del SNTE, pues siempre vieron en estas corporaciones un obstáculo para el desarrollo democrático del país, pero sobre todo, nidos de corrupción. Una imagen que desafortunadamente quedó confirmada con el expediente de Gordillo. ¿Qué no se dieron cuenta de que podía ser una tigresa de papel?