n todo torero, como en todo artista por muy rebelde que sea su temperamento, el ambiente ejerce dominadora sugestión. El ambiente actúa sin descanso, influyendo en cuantos lo miran, moldeándolo. Es un trabajo suave, a veces imperceptible, más su tenacidad abruma de tal manera que acaba por imponerse. El torero suele ser poseedor de un sistema nervioso fino y complicado extraordinariamente sensible que con la antena recoge las múltiples ondas espirituales que viven a su alrededor para recrearlas en sus faenas y que éstas a su vez promuevan en el contemplador susceptible de emociones que se estremezca.
Pero si los toros lidiados la tarde de ayer en la Plaza México transmitían una debilidad y falta de emoción que generaba un aburrimiento que se enlazaba a la depresión de cada espectador. Máxime, en la semana de duelo que vivimos los mexicanos. El segundo y el quinto toro de Barralba rodaban por el redondel de manera vergonzosa y acababan por frustrar los deseos de triunfo de su matador José Mauricio. Terminó por regalar un toro del cual no daremos cuenta porque del Sol pasamos al frío, y la avanzada edad del que escribe no lo toleró y salió corriendo a guarecerse en su casa con dos aspirinas y un té caliente.
La sorpresa la dio el torero de Aguascalientes Mario Aguilar, que corrió con lo mejor del encierro y se alzó con un triunfo importante en su carrera. En su tercero que literalmente planeaba, demostró que es poseedor de un temple que, por diversas razones, se ha desperdiciado. Obviamente, no era dueño del sitio necesario para enfrentar a su oponente, que se comía la muleta. El torero suspendía las series de redondos innecesariamente, restándole emoción a su quehacer. De cualquier manera, Mario triunfó y dejó a los aficionados con deseos de volverlo a ver en la plaza.
De los toros de Barralba, débiles y con trabajos toleraban un puyacito, para no variar. Los que correspondieron al rejoneador extremeño, el primero fue ideal para su quehacer y el segundo lo esperaba mucho y traía su jiribilla
. Nuevamente, lo mejor fue su cuadra de caballos lusitanos y de su labor como rejoneador no acaba de convencer al público mexicano, y sus estocadas suelen ser defectuosas. Para su mala fortuna en la mente de los aficionados está la comparación con la presencia de Pablo Hermoso de Mendoza, el próximo domingo. Es mucha aún la distancia del rejoneador navarro su maestro y el del nacido en Badajoz.