na de las expresiones del arte más trascendente es la buena arquitectura, cuando es de calidad y armoniza con el entorno es capaz de cambiar el estado de ánimo de una comunidad. En México tenemos una herencia de buena arquitectura que se remonta a los tiempos prehispánicos. Esto sigue vigente con extraordinarios arquitectos que han forjado el rostro del México moderno y van modelando el del siglo XXI.
Uno de ellos fue Abraham Zabludovsky, quien llegó con su familia, a la edad de 3 años, a vivir en la Ciudad de México procedente de Polonia, donde nació en 1924. La familia se instaló en los rumbos de La Merced; en el edificio en que vivian había un albañil a quien el pequeño gustaba de acompañar a las obras. Ahí se manifestó su primera inquietud por la arquitectura.
Naturalizado mexicano en 1941, Zabludovsky estudió arquitectura en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde se recibió con mención honorífica con el tema, Unidad de habitación colonia Hipódromo. Trabajó en el taller del arquitecto Mario Pani y en 1950 comenzó su práctica profesional privada. Desde entonces inició la búsqueda de materiales y objetivos de permanencia para sus proyectos, pues solía decir: Arquitectura que no perdura, no es válida
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Esta búsqueda lo llevó a realizar una arquitectura que atiende a los rasgos del lugar, delineando un lenguaje propio caracterizado por la revaloración del muro y el diseño de texturas durables. Gran parte de su obra se caracteriza por el empleo del concreto cincelado con grano de mármol expuesto y una concepción espacial que retoma la tradición de la arquitectura mexicana de patios, pórticos y taludes que relacionan el interior de los edificios con el espacio urbano.
Construyó más de 200 obras, muchas de ellas con el arquitecto Teodoro González de León. Diseñó residencias, unidades habitacionales, edificios bancarios y centros culturales. Algunos de sus trabajos más emblemáticos son la Central de Abastos, el Museo Rufino Tamayo, la Universidad Pedagógica Nacional, el auditorio del estado de Guanajuato y un edificio en el Centro Histórico, que fue un reto ya que estaría codo a codo
con un palacio virreinal, entonces sede principal del Banco Nacional de México. La solución es notable ya que respetando las formas, alturas y cromática del edificio barroco, crearon una obra contemporánea que armoniza perfectamente con la construcción aledaña y con el entorno.
Fue miembro de inumerables instituciones y recibió muchos premios y reconocimientos como el Gran Premio Latinoamericano en la Bienal de Arquitectura de Buenos Aires, Argentina, en 1989; la Medalla de Oro en la Bienal Mundial de Arquitectura en Sofía, Bulgaria, en 1991, y el Gran Premio Ex aequo en la segunda Bienal Internacional de Arquitectura de Brasil, entre muchos otros.
Abraham Zabludovsky falleció en 2003 y, merecidamente, el Instituto Nacional de Bellas Artes le rinde homenaje con una exposición en el Museo de Arquitectura que alberga el majestuoso Palacio de Bellas Artes. La directora de Arquitectura y Conservación del Patrimonio Artístico Inmueble, Dolores Martínez Orralde, dice en el catálogo: Entre los sueños de abstraccción del concreto y la geometría musical que nos invita a la danza plástica de volúmenes con expresión monumental, el visitante podrá transitar y permanecer a su elección entre las formas y las notas compositivas de las obras de Zabludovsky, reconocido como uno de los grandes representantes de la arquitectura mexicana contempóranea....
Tras el alimento del espíritu vamos al terrenal. ¿No se les apetece una fabada para el frío? Vamos al Casino Español, en su opulenta sede de Isabel la Católica 31. No resisto pedir para botanear los caracolitos a la bilbaína. De plato fuerte estoy entre el robalo Marea Negra, que se cocina con la tinta del pulpo y el solomillo al cabrales, ambos exquisitas especialidades de la casa.