an pasado casi dos décadas desde aquel amanecer de 1994 en el que la rebelión indígena neozapatista cimbró al país y sorprendió al mundo. Y han pasado 12 años desde la publicación de mi libro La paz en Chiapas: ecología, luchas indígenas y modernidad alternativa, en el que expuse con base en una detallada secuencia de argumentos teóricos e información empírica la existencia de un otro zapatismo. En esa obra puse énfasis sobre la importancia estratégica de la confluencia de ambos. Hoy resulta conveniente hacer un repaso de lo sucedido con ambos zapatismos a la luz de los avances del pensamiento crítico y de los procesos sociales y políticos acaecidos principalmente en Latinoamérica. Para ello debemos comenzar estableciendo una tesis central, que aunque atisbada desde aquellos tiempos, hoy es ya una idea difícilmente rebatible: que los pensadores, partidos y movimientos de izquierda ya no son la vanguardia del mundo. El pensamiento crítico y las experiencias sociales más avanzadas se han trasladado a la ecología política. Y es ahí donde ocurren tanto las reflexiones más certeras sobre la compleja realidad del mundo contemporáneo como los experimentos societarios más novedosos y esperanzadores.
Hoy los intelectuales de la izquierda ortodoxa con más visión, flexibilidad e imaginación, como I. Wallerstein o A. Gunder-Frank, se han acercado o han tenido que ocuparse del asunto ecológico. Sin embargo, la gran mayoría de los teóricos ubicados a la izquierda, incluyendo sus principales figuras, han quedado ampliamente rebasados por los pensadores europeos y latinoamericanos que han abrazado la ecología política como un reflejo de las condiciones sin precedente del mundo de hoy. Entre otros debe citarse a Edgar Morin, Serge Latouche, Joan Martinez-Alier, André Gorz, Francisco Garrido-Peña, Jorge Reichman, Ulrich Beck, Hervé Kemp, además de Boaventura de Sousa-Santos, Eduardo Gudynas, Jean Robert, Angel A. Maya, Carlos Galano, Freddy Delgado y Leonardo Boff. A la lista deben agregarse los intelectuales indígenas, que han irrumpido en torno al concepto del buen vivir, así como los nombres de autores como Ivan Illich, Erich Fromm o Arthur Koestler, cuyas tesis olvidadas o depreciadas han resurgido. Las diferencias entre el pensamiento que hoy domina en la izquierda (nacional revolucionaria, social-demócrata, socialista, marxista o comunista) y los nuevos intérpretes se ponen en evidencia en los siguientes cinco temas nodales:
1. El mundo vive no solamente una crisis del sistema económico capitalista, sino una crisis de civilización que supone obligadamente la reconfiguración de todo el modo de vida moderno, un cambio radical de paradigmas y nuevas maneras de interpretar y analizar la realidad, tal y como lo expresé en un ensayo aparecido en 1992, Modernidad y ecología
, publicado en la revista Nexos, y traducido y publicado en inglés, francés, italiano y portugués. Ver: nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=268735.
2. El objetivo central del análisis de la ecopolítica no es sólo la explotación de una minoría sobre la mayoría de los seres humanos, sino la expoliación y destrucción de la naturaleza. Ambos procesos no son sino las dos caras de un mismo fenómeno, dos actos de depredación íntimamente relacionados.
3. Hoy el imponente proceso de globalización neoliberal pone en entredicho las promesas de equidad, progreso y seguridad proclamados bajo el paraguas de la modernización, pero además ha dado lugar a un experimento sin control
que amenaza el equilibrio ecológico del planeta, la existencia del ser humano y de toda la vida sobre la Tierra. La incapcidad para detener el calentamiento global, cuya causa principal es la contaminación provocada por el uso del petróleo, los sistemas agroindustriales y la deforestación, dejan ver un movimiento hacia el colapso que tiene como año emblemático el 2050 (ver mi artículo en La Jornada, 10/12/12).
4. Las claves para salir de esta situación extremadamente peligrosa parecen ser dos: a) la construcción del poder social, civil o ciudadano, única manera de detener las fuerzas destructivas del poder político (partidos y gobiernos) coludido o dominado por el poder económico (corporaciones, empresas y mercados); y b) volver la mirada hacia los 7 mil pueblos orignarios o indígenas del mundo, cuyas culturas tradicionales o premodernas contienen un conjunto de valores (reciprocidad, solidaridad, comunalismo, respeto a la naturaleza) imprescindibles para la regeneración social, cultural y ambiental.
5. Más que pensar en una conciencia de clase, hay que buscar una conciencia de especie, una conciencia planetaria, pues hoy toda batalla emancipadora, por muy localizada o focalizada que sea, se pone o del lado de la destrucción o del lado de la supervivencia. La política ha entrado de lleno a la era planetaria.
¿Qué podemos decir, con base en todo lo anterior, acerca del zapatismo del EZLN y del otro zapatismo, representado por miles de proyectos, con diferentes grados de éxito? ¿Es realmente el zapatismo chiapaneco un movimiento innovador que cambia la geometría política del mundo? ¿Cómo se sitúan ambos zapatismos en el difícil escenario planetario? ¿Y en la ebullición política, social y cultural de los pueblos indígenas latinoamericanos? Pido paciencia al lector para esperar mi siguiente colaboración, en la que trataré de responder a estas y otras preguntas, desde la lente que nos ofrece la ecología convertida en política.
Twitter: @vtoledo