Concluyó en la UNAM seminario sobre Laicidad y educación
Miércoles 16 de enero de 2013, p. 47
El respeto del Estado laico a todas las religiones es un componente esencial de la democracia, ya que reconocer una sola visión del mundo abonaría a la persecución y a las formas autoritarias de gobierno, señalaron los participantes en el seminario Laicidad y educación.
Durante el segundo y último día de actividades del foro, realizado en el Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la Universidad Nacional Autónoma de México, los expertos indicaron que la laicidad de ninguna manera implica rechazar o atacar a las religiones, sino garantizar que todas ellas tengan derecho a existir.
Lorenzo Córdova, consejero del Instituto Federal Electoral y académico del IIJ, subrayó que la separación legal del Estado y la Iglesia ha sido una de las grandes conquistas de la humanidad, al anular la imposición de cualquier dogma y, por tanto, defender la existencia de todos los puntos de vista, aunque sean minoritarios.
Un Estado antirreligioso no es laico, sino autoritario. De igual forma, los peligros para un Estado laico vienen de los fundamentalismos religiosos que reconocen una sola verdad. Al tratar de imponerla, las tendencias autoritarias germinan y se hacen fuertes
, alertó Córdova, quien llamó a adoptar una visión relativista y respetuosa del mundo.
Roberto Blancarte, investigador de El Colegio de México, aseveró que el tema de las relaciones entre el Estado laico y las diferentes iglesias no debe ser visto con maniqueísmo, porque la laicidad de las instituciones también ha sido construida por personas que tienen convicciones religiosas.
De igual forma, subrayó que los valores más encomiables para la sociedad, como el respeto, la solidaridad o la unión no son exclusivamente religiosos, sino cívicos, y por ello ninguna fe puede ostentarse como su única poseedora.
Rosa María Álvarez de Lara, también investigadora del IIJ, enfatizó que un ejemplo de intolerancia es la exclusión histórica de las mujeres, quienes por muchos años han sido condenadas a jugar un papel secundario, con el argumento patriarcal de su supuesta inferioridad.
Tan sólo un Estado laico, sostuvo, puede ser capaz de frenar esa inercia –impulsada en gran medida por la Iglesia católica– e implantar a la democracia no como modelo político, sino como estilo de vida en lo público y en lo privado.
Diego Valadés, académico del IIJ, apuntó que uno de los grupos minoritarios que la laicidad debe proteger es el de los ateos, y aunque manifestó su rechazo al belicismo y la religiosidad de los símbolos nacionales, consideró que no hay que pelearse con esta parte de la cultura nacional, sino contextualizarla y explicarla.