Originario de Kioto, el realizador estaba hospitalizado a causa de neumonía; tenía 80 años
Su obra se caracterizó por mostrar sin contemplaciones imágenes brutales sobre sexo y violencia
El realizador es representante de la nueva ola de la cinematografía japonesa
Miércoles 16 de enero de 2013, p. 8
Tokio, 15 de enero. Sexo, crímenes y violencia fueron los temas con los que el cineasta japonés Nagisa Oshima se hizo un espacio en el panorama internacional. Representante de la nueva ola
nipona que enfrentaba al estilo humanista de Akira Kurosawa, Oshima murió hoy a los 80 años en un hospital de Fujisawa, cerca de Tokio, debido a una neuomonía.
Su fama internacional se la debe a El imperio de los sentidos (1976) y El imperio de la pasión (1978). La primera, que aborda la obsesión sexual de una pareja llevada hasta los extremos de la castración y la muerte, fue confiscada en la Berlinale por presunta pornografía. Noruega tardó 25 años en dar el visto bueno para que la película llegara a los cines.
Por El imperio de la pasión, en cambio, fue coronado mejor director de Cannes. Ambas películas confirmaron definitivamente a Oshima como representante de la nueva ola
de cineastas japoneses, aclamado fuera de casa, pero aunque enfrentó a la censura en su país.
El cine de este director nacido en Kioto muestra sin contemplaciones imágenes brutales sobre sexo y muerte, analizando la incapacidad de poder compartir a una persona.
Los títulos que siguieron –desde la coproducción británico-japonesa Feliz Navidad, Mr. Lawrence (1983), con la incursión de David Bowie, a la francesa Max, mi amour (1986), coescrita junto al habitual colaborador de Luis Buñuel Jean-Claude Carrière– no lograron apartar de su cine la imagen del Oshima de los años 70.
En Japón tenía fama de autoritario. Sus películas siempre buscaron provocar a la sociedad local, escribían los críticos nipones. En 1999 rodó Gohatto (Tabú), la primera en dos décadas que volvía a estar enmarcada en su patria. Llevaba 13 años sin ponerse detrás de la cámara para filmar un largometraje de ficción, y lo hizo ya en silla de ruedas.
Tabú retrocede a la era Meiji, en el siglo XIX, para narrar la historia de los Shinsengumi, una tropa de samurais encargada de lidiar en el conflicto entre los fieles al emperador y los defensores de la modernización. Tienen un estricto código de honor, pero cuando aparece el atractivo recluta Sozaburo Kanozu empiezan a desatarse las pasiones, y pronto entran en escena los celos y la cruda violencia.
Fue la última película del cineasta, aunque según medios japoneses había estado trabajando en otro proyecto que no llegó a terminar.