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Regulaciones

Basilea III: la banca gana
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Los directivos bancarios cabildearon con fuerza contra las nuevas reglas de liquidez que se pusieron a debate en el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea y celebraron su victoria el 6 de eneroFoto Reuters
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Periódico La Jornada
Martes 15 de enero de 2013, p. 26

Los reguladores bancarios del planeta han reducido las metas de liquidez planeadas, influidos por una frágil industria bancaria que, sin embargo, conserva considerable poder de cabildeo. A corto plazo los cambios son positivos para las acciones bancarias, los bonos corporativos y los valores hipotecarios, pero menos saludables para la estabilidad financiera a largo plazo.

Dada la duración promedio de los ejecutivos en las grandes firmas, los directivos bancarios permanecerán al frente en 2019. Pese a ello, cabildearon con fuerza contra las nuevas reglas de liquidez que se pusieron a debate en el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea y celebraron su victoria el 6 de enero.

Según una declaración del grupo de reguladores financieros nacionales con sede en Basilea, la aplicación total de las normas se retrasará hasta 2019, cuatro años después de la fecha inicial prevista. Cambios en los valores que se consideran de alta calidad y en los pronósticos de estrés en los mercados financieros también harán las reglas menos onerosas para los bancos.

Al conocerse la noticia, las acciones bancarias, en particular de los agobiados prestamistas europeos, tuvieron un fuerte repunte. Si bien las revisiones protegerán las ganancias y reducirán la presión para que los bancos apuntalen sus balances –lo cual mejoraría su capacidad de elevar el crédito a las economías débiles, al menos en teoría–, las implicaciones a largo plazo para la estabilidad financiera son más problemáticas.

La proporción de cobertura de liquidez (LCR, por sus siglas en inglés), componente esencial de las normas de Basilea III, gobierna la cantidad y calidad de los bienes bancarios comercializables que los bancos deben poseer para hacer frente a un congelamiento de recursos financieros o a una repentina demanda de depósitos. Los bancos deben mantener un colchón lo bastante grande de activos de alta calidad para soportar 30 días de estrés, según la definición del comité de Basilea.

La estructura de los pasivos bancarios determina la gravedad del estrés aplicada en el cálculo de su LCR: los depósitos a plazo, los depósitos respaldados por mecanismos gubernamentales de seguridad y los préstamos cubiertos por activos de alta calificación reciben tratamiento preferencial. Cuando los mercados funcionan con normalidad, la LCR de un banco debe mantenerse arriba de 100 por ciento, es decir, los activos que se puedan cambiar con facilidad deben ser iguales o mayores al retiro potencial de pasivos si las condiciones se deterioran con rapidez.

Moviendo las porterías

En vez de aplicarla por completo a partir de 2015, la LCR mínima ahora se fijará en 60% ese año y se elevará 10% cada año subsecuente hasta alcanzar 100% en 2019. En una evaluación de más de 200 bancos grandes, el año pasado, el comité de Basilea descubrió que casi dos tercios registraban una LCR de más de 75% al final de 2011; aunque no se revelaron los datos en detalle, se puede dar por sentado que la mayoría de los bancos ya cumplían la proporción mínima revisada para 2015.

Al anunciar las reglas alteradas, Stefan Ingves, presidente del comité, dijo que la LCR promedio en los grandes bancos se elevaría de 105 a 125% dentro del nuevo régimen de liquidez.

Además de retrasar la entrada en vigor, el comité de Basilea también amplió la definición de lo que considera activos de alta calidad, al incluir deuda corporativa de menos calificación (A+ to BBB-), acciones de compañías de primer nivel (blue-chip) y valores hipotecarios de alta calificación (AA o superior). Estas adiciones no pueden representar más de 15% de los activos de un banco en el cálculo de la LCR, y estarán sujetas a recortes que van de 25 a 50% de su valor facial. Además, los lineamientos para medir el estrés del mercado se suavizaron de forma considerable; por ejemplo, en vez de asumir que 100% de las líneas de crédito corporativas e interbancarias deben retirarse en el escenario de peor caso, las reglas asumen ahora un congelamiento de 30 a 40%, respectivamente.

El repunte en las acciones bancarias luego del anuncio del comité de Basilea es fácil de explicar. Conforme a las propuestas anteriores, los grandes bancos necesitaban recabar 1.8 billones de euros (2.4 billones de dólares) en los próximos años para satisfacer las propuestas de liquidez, de acuerdo con el comité. Un análisis separado del FMI estimaba que el margen de interés anual promedio antes de impuestos en bancos estadunidenses y europeos caería en unos 10 puntos base a consecuencia de las reglas antes de que éstas se hicieran menos severas.

Se espera que la ampliación de los tipos de activos que los bancos pueden utilizar para satisfacer la LCR eleve también la demanda de bonos corporativos y valores y el aseguramiento de hipotecas, lo que a su vez puede mejorar las perspectivas de negocio de los bancos si con ello se estimulan nuevas transacciones y nuevos artículos en esos mercados.

Pasado mañana

La adopción de las reglas revisadas sobre liquidez está ahora en sincronía con las reglas del comité de Basilea sobre capital. Ambos aspectos de las reformas de Basilea III siguen estando sujetos a intenso cabildeo de la industria bancaria. Sin embargo, a diferencia de las nuevas normas de capital, los reguladores parecen más sensibles a los llamados de los bancos a la flexibilidad en materia de liquidez. En particular, el Banco Central Europeo se mostró crítico de la LCR como estaba propuesta antes de las revisiones recientes, pues temía que la norma obligaría a los bancos a acumular liquidez y recortar el crédito aún más de lo que ya lo habían hecho.

Al explicar los cambios recientes, el comité de Basilea reconoció que tenía consideración de las implicaciones de la norma (sobre liquidez) para los mercados financieros, la extensión del crédito y el crecimiento económico, y de introducir la LCR en momentos de tensión en algunos sistemas bancarios.

Toda reforma vigente a partir de 2019 demostraría su valor durante la siguiente crisis financiera (o la siguiente a esa). Si bien hasta las reformas más remotas requieren acciones por adelantado, rescribir las reglas para minimizar el impacto de los bancos afligidos de hoy conlleva el riesgo de poner demasiado baja la barrera normativa para evitar desequilibrios cuando las condiciones mejoren.

La revisión de las normas sobre liquidez también sugiere que el próximo asunto importante del comité de Basilea, la proporción neta de financiamiento estable, que mide la viabilidad de las fuentes de financiamiento en un horizonte a un año, será sujeto a enmiendas y extensiones similares.

Conforme las autoridades han ganado experiencia en regular sobre requerimientos de capital (el primer acuerdo de Basilea se publicó en 1988), su visión parece haberse endurecido en lo referente a la cantidad y calidad de capital que se consideran apropiadas. El proceso de Basilea III, que comenzó en 2010, marcó el primer intento de escribir reglas globales sobre liquidez.

Es entendible, pues, que las convicciones de los reguladores sobre normas de liquidez se mantengan con menos fuerza y estén abiertas al cabildeo de la industria. Sin embargo, después de la más dramática contracción de liquidez en una generación, no poner en vigor normas claras representaría no haber aprendido las lecciones de la historia (y condenar a la industria financiera a repetirla), lo cual sería lamentable.

Fuente: EIU

Traducción de textos: Jorge Anaya