Viernes 11 de enero de 2013, p. 9
Todos los gobiernos, todos, no tienen, ni contienen, la dignidad que han manifestado, con su elocuente y ejemplar silencio, los cuarenta mil compas de las comunidades zapatistas.
Vaya para ellas mi rabiosa solidaridad, con todo el corazón y lo que valga.
Vive aún mi querido zapatista,/ jugándose la vida hasta el final;/ él sabe que las tunas del huacal,/ son muchas al final de la revista.
No importan los renglones de la lista,/ renacen las harinas del costal, se alimenta de siglos el nopal,/ aunque la insulsa muerte lo desvista.
Aún vive el camarada sin embargo,/ con toda la estatua del asombro,/ escardando ilusiones sin letargo.
Ahí anda mi fiel compa y no lo nombro,/ callado, chaparrito y más que largo.
Yo moriré con él, hombro con hombro.
Humildemente