n el panorama actual del cine quizás sólo el británico Michael Winterbottom rivalice al taiwanés Ang Lee en la variedad de temas y géneros abordados en sus películas. Eso sí, a diferencia del primero, el segundo ha mantenido un nivel de calidad que sólo en pocos casos –Taking Woodstock (2009), por ejemplo– ha flaqueado. Todo un reto para la teoría del autor, aunque el enfoque de sus temas sí deja ver una coherencia de intereses.
En su más reciente esfuerzo, Una aventura extraordinaria (con ese título tan ordinario se ha traducido Life of Pi) Lee ejerce su primera incursión en lo fantástico. Basada en la premiada novela de Yann Martel, la película se centra en el personaje titular (su nombre completo es Piscine Molitor Patel pero sus compañeros de escuela lo apodaban Pissing), un hombre cuarentón (Irrfan Khan) que es entrevistado por un escritor (Rafe Spall) en busca de un tema porque el primero ha vivido una experiencia que sólo él puede relatar.
Hijo del dueño de un zoológico en la ciudad india de Pondicherry, el niño Pi es de naturaleza inquisitiva. En su búsqueda espiritual se suscribe tanto al hinduísmo como al catolicismo y el islamismo. Aún así, su concepto de Dios no se ha aclarado. Cuando Pi tiene 16 años (y es interpretado por el debutante Shuraj Sharma) el joven viaja con su familia en barco, pues el padre ha vendido el zoológico y lleva sus animales como carga a Canadá. Una furiosa tormenta en el mar hace naufragar la nave. Pi es el único humano que ha logrado ponerse a salvo en una lancha. Con él viajan una cebra herida, un orangután hembra que ha perdido a su cría y una hiena. Ésta se encarga de atacar y matar a los otros dos animales pero, a su vez, es despachado por un tigre de Bengala, un quinto pasajero que permanecía oculto bajo la lona del bote.
Este es el inicio de una aventura que resulta extraordinaria, en efecto. Pi debe aprender a convivir y sobrevivir a la compañía de Richard Parker (así se llama la fiera por un error burocrático). Y es cuando la película se transforma en un verdadero viaje de los sentidos. Como casi ningún otro cineasta, Lee aprovecha la tecnología digital y del 3D para introducir al espectador en medio de la lancha y hacerlo experimentar las revelaciones de Pi. En este caso, el artificio de esos recursos ayuda a sostener el tono de realidad exagerada. Si bien uno ha aprendido a desconfiar del realismo mágico cuando es llevado al cine, en este caso la experiencia se siente como táctil. Uno participa de las alucinaciones del protagonista, su aislamiento; de la sensación de asombro al toparse con paisajes de imposible belleza y también de la amenaza incesante del tigre.
Por cierto, a pesar de su nombre, el animal nunca se antropomorfiza para parecer una mascota disneyana. Pi no consigue domesticarlo, pues Richard Parker se comporta como un tigre hecho y derecho. (Resulta por ello increíble que el animal no exista sino sea, en la mayor parte del pietaje, una creación digital, producto de esa técnica milagrosa llamada motion capture. Recordemos cómo hace apenas cinco años, las fieras de la pedestre Soy leyenda, por ejemplo, parecían dibujos animados).
Las sucesivas sorpresas del relato no terminan cuando Pi hace tierra en costas mexicanas. Aunque la consiguiente exposición verbal resulte algo chocante, en contraste con la aventura vívida, todavía revelará otra dimensión a la historia que brindará una intrigante ambivalencia a todo lo relatado por Pi. El escritor comenta al final que la historia le ha hecho creer en Dios. Yo no llegaría a tanto. Lo que sí consigue Una aventura extraordinaria es hacerme creer, una vez más, en el inmenso poderío del cine.
Una aventura extraordinaria (Life of Pi) D: Ang Lee/ G: David Magee, basada en la novela homónima de Yann Martel/ F en C: Claudio Miranda/ M: Mychael Danna/ Ed: Tim Sqyres/ Con: Shuraj Sharma, Irrfan Khan, Adil Hussain, Tabu, Rafe Spall/ P: Haishang Films, Rhythm and Hues para Fox 2000 Pictures. EU-China, 2012.
Twitter: @walyder