Opinión
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Economía Moral

Reflexiones sobre el derrumbe moral del capitalismo

Se expresa en codicia impúdica y falta de voluntad para el cambio

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ara lavar el rostro represivo que estaba adquiriendo el GDF, la Asamblea redujo las penas del delito de ataques a la paz pública, lo que permitirá la libertad bajo fianza de los 14 que siguen presos por los acontecimientos del primero de diciembre. La izquierda, que tiene mayoría absoluta en la Asamblea, decidió no usarla para derogar tan infame delito (nueva versión del de disolución social contra el que combatimos en 1968) como recomendó la CDHDF.

Al margen de las visiones cósmicas (o apocalípticas) asociadas al 21-12-12, el fin del 13 Bak Tun Maya, 2012 tiene múltiples significados a nivel mundial, nacional, local y personal. A nivel mundial, el recrudecimiento de la faz europea de la crisis mundial es uno de los hechos más destacados. Mi lectura (todavía intuitiva, sin documentación suficiente) de la evolución de las múltiples crisis que azotan el mundo desde 2007 refuerza mis convicciones sobre el fin del capitalismo. En otras ocasiones, en esta misma columna, he reflexionado sobre cómo la automatización plena que la revolución científico-tecnológica permite pone fin al capitalismo en términos lógicos: un sistema de producción que depende, para poder vender lo que produce, de los sueldos y salarios pagados por las mismas empresas productoras, deja de ser viable a medida en la que el trabajo lo llevan a cabo robots y no personas. La crisis capitalista actual, iniciada en 2007, y de la cual, en opinión de Eric Hobsbawm quien falleció este año, es poco probable que el capitalismo salga1, es una manifestación en el aquí y el ahora de esta tendencia de más largo plazo.

Pero hoy me interesa destacar, sobre todo, dos percepciones intuitivas que cobraron fuerza en mi mente recientemente y que se refieren a las motivaciones del capital:

a) El desbocamiento total de la codicia capitalista; esta codicia ha perdido todo pudor, el capital manifiesta cínicamente todos los días (y nosotros lo padecemos) que, montado en su poder, puede imponer a los consumidores precios irracionalmente altos que le reportan márgenes enormes de ganancia. Pensemos en los precios de las bolsas de comida chatarra con contenidos de unos pocos gramos y donde implícitamente nos cobran un kilo de papas (o de harinas y azúcar) en centenares de pesos. O pensemos en los precios de las refacciones (y de la ‘mano de obra’) en las agencias autorizadas de automóviles. Naturalmente, estos pequeños ejemplos palidecen ante el descaro con el que los altos funcionarios de las trasnacionales se reparten sueldos y bonos millonarios en plena crisis.

b) La pérdida de voluntad reformadora del capital. Ante el cambio climático, igual que ante la crisis, los líderes políticos y económicos mundiales del capital manifiestan una falta de voluntad (casi) absoluta de transformación. Aunque esto refleja, en parte, el hecho real que sus intelectuales orgánicos, los economistas, no saben cómo salir de la crisis (como lo ha dicho repetidamente Krugman), mi percepción es que la pérdida de voluntad reformadora y el desbocamiento de la codicia expresan vívidamente el derrumbe moral total del capitalismo: sin pudor en la codicia y sin voluntad para el cambio. Tiene razón el subcomandante Marcos, su mundo se derrumba y al hacerlo hace un ruido que, si ponemos atención, se puede escuchar. Son las patadas de ahogado de un mundo poderosísimo que ha sido desahuciado.

La vuelta (sucia) al poder del PRI y el papel protagónico de Televisa para que ello ocurriera; el surgimiento del #YoSoy132; el anuncio de la conversión de Morena en partido político; la formación de un bloque parlamentario (PRI-PAN-chuchos) para apoyar la dictadura perfecta; la reaparición del EZLN el 21 de diciembre anunciando el derrumbe de su mundo y el resurgimiento del nuestro; la aprobación de las reformas laboral y educativa, y la continuidad de la política económica iniciada en diciembre de 1982 (hace 30 años) son algunos de los hechos más importantes a nivel nacional en este 2012 que termina. Los síntomas del derrumbe moral son todavía más ruidosos: basta ver la cara de Leonardo Valdés o de Luna Ramos, o acordarse de las tarjetas Soriana.

En lo personal, 2012 está lleno de efemérides importantes. En 1962, hace 50 años, ingresé a la entonces Escuela Nacional de Economía (hoy Facultad) de la UNAM. En 1972, hace 40 años, un año después que Echeverría decretó la amnistía a los presos políticos del 68 y pude salir del país (mi libertad bajo fianza me lo impidió desde octubre de 1968 a mediados de 1971) fui a estudiar una maestría en desarrollo rural a Gran Bretaña. En 1982, hace 30 años, terminamos el amplio estudio de Coplamar al que me referí en las pasadas 11 entregas de esta columna. Fue mi primera obra intelectual importante. En 1992 (hace 20 años) volví de Bogotá donde trabajé cuatro años en un proyecto del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) de lucha contra la pobreza en América Latina, que dejó como testimonio una amplia colección de libros (10 volúmenes) sobre la pobreza y las estrategias para combatirla en América Latina. Fue mi segunda obra intelectual importante. Al regresar de Colombia me reincorporé a El Colegio de México (donde había sido ayudante de investigación entre marzo de 1966 y diciembre de 1967).

Por último, puedo considerar que en 2002 (aunque en este caso no hay fechas precisas sino un periodo), hace alrededor de 10 años, llegué a la concepción de las principales ideas que habrían de formar parte de mi tesis doctoral (defendida en 2005 en el CIESAS de Occidente) y que constituye mi más importante creación intelectual en la que uno la pobreza con su opuesto: el florecimiento humano. Un año más tarde, octubre de 2003, expresé públicamente las ideas en gestación en mi discurso de aceptación del doctorado honoris causa que me otorgó el Colegio de Posgraduados, y que publiqué poco después como artículo en Papeles de Población (diciembre de 2003). Concluyo citando las palabras iniciales de dicho texto, palabras que casi no pude leer en mi discurso por un fuerte nudo en la garganta: La pobreza degrada y destruye, moral, social y biológicamente al más grande milagro cósmico: la vida humana. La existencia de la pobreza es una aberración de la vida social, un signo evidente del mal funcionamiento de la sociedad. La gráfica (que se podría titular “Los logros de Salinas-Zedillo-Fox-Calderón) muestra que entre 1992 y 2012 aumentó la pobreza en un poco más de un millón de personas por año, aunque el dato de 2012 es sólo una estimación.

1 Esto lo dice Hobsbawm en su último libro: How to Change the World. Reflections on Marx and Marxism, Yale University Press, 2011, p. 6. Hobsbawm, E.P. Thompson y Raymond Williams conformaron una tríada muy importante de historiadores marxistas británicos de enorme influencia mundial. Es una de las grandes pérdidas humanas del 2012. Otras son las de Carlos Fuentes, Alonso Aguilar y Daniel Cazés.

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