na noche los apaches bailaron entusiastas alrededor de la fogata. El siguiente día, el cielo se llenó de nubes y llovió copiosamente. A partir de entonces, en la época de secas los apaches bailan alrededor de la fogata, esperando lluvia al día siguiente, pero esto ocurre unas veces sí y otras no. Los apaches confundieron coincidencia con causalidad. Ni culparlos, esto lo hacen con frecuencia no pocos académicos, expertos prestigiados y altos funcionarios gubernamentales.
¡Lavaplatos!
, dijo con entusiasmo un reconocido académico, especialista en educación, después de escuchar la ponencia de una colega. “Eso es –continuó–, olvidémonos de Piaget, de Vygotzky, de Freinet, de Freire… olvidémonos de la pedagogía, de la didáctica, de la filosofía educativa, de la sociología de la educación. ¡Tenemos la solución a todos los problemas educativos: aseguremos que todas las casas tengan lavaplatos!” En la ponencia que generó su reacción, la autora había presentado las conclusiones de una serie de estudios estadísticos; entre ellos, uno mostraba una alta correlación entre los estudiantes con buenos resultados escolares y aquellos que, en una encuesta, habían informado que en sus casas había lavadoras de trastes.
Hubo cierto abuso en el comentario burlón del académico, pues la ponente no había dicho expresamente que la disponibilidad de lavadoras de trastes en una familia fuera la causa de los buenos resultados escolares de sus chamacos. Sin embargo, la ponencia se titulaba Factores determinantes del éxito escolar y ella, en ningún momento, expuso los problemas que plantea la diferencia entre correlación y causalidad, de modo que el comentario tampoco era del todo gratuito. Además, de manera explícita, la ponente sí había propuesto que se fortalecieran los exámenes de admisión a las universidades, pues habían encontrado (confirmado, pues se apoyaba también en investigaciones previas) otra alta correlación, ésta entre los estudiantes que habían tenido buenos resultados en los exámenes de admisión y los que tenían buen desempeño en sus estudios (entendido como la conclusión de los estudios en cinco años y con buenas calificaciones
; nada se había investigado acerca de la solidez de su formación).
La ponente tampoco había dicho que los buenos resultados en los exámenes de admisión fueran la causa del buen desempeño escolar de los estudiantes, pero sí propuso conceder el acceso a la universidad sólo a aquellos aspirantes que tuvieran buenos resultados en los exámenes de admisión. Un efecto seguro sería que la institución tendría lo que ella consideraba buenos estudiantes. Además, se haría justicia a los alumnos más aplicados, y la universidad presentaría mejores resultados a la sociedad
, asunto importante en esta época en que la rendición de cuentas
se limita a unos cuantos buenos números, como la alta eficiencia terminal.
El estudio de la ponente no abordó otras cuestiones importantes que ya han estudiado los especialistas, por ejemplo las relaciones entre la trayectoria escolar de los estudiantes y la escolaridad de los padres, o las relaciones entre estas trayectorias y las condiciones socioeconómicas de las familias. Hubiera encontrado que hay una alta correlación entre el de-sempeño de los estudiantes, la escolaridad de los padres y, por supuesto, los resultados en los exámenes de admisión; y también, claro, con la disponibilidad de lavaplatos en casa. También habrían quedado en claro la complejidad de todas esas interrelaciones, la falacia que consiste en inventar relaciones de causalidad a partir de meras coincidencias y la ausencia de justicia en la política de admisión a la universidad por ella propuesta.
Los procesos educativos son sumamente complejos; cualquier intento de encontrar explicaciones fáciles, relacionando sin más dos datos o series de datos, es violatorio del mínimo respeto al método científico. Esta simplificación es más bien consecuencia del apego a alguna consigna, a un prejuicio o una teoría falsa. Por ejemplo, la relación causal que se establece como ley natural entre los ingresos de una persona y su escolaridad; sin duda hay una alta correlación, pero ¿qué es causa de qué? La infinidad de casos en que esto no se cumple debería conducir a buscar otros factores escondidos que realmente explican los resultados, por ejemplo el origen familiar, las relaciones interpersonales, los dogmas y prejuicios sociales y culturales, y los intereses de quienes determinan sueldos y otras remuneraciones de los trabajadores.
Apegados a la ideológica y anticientífica teoría del capital humano
, muchos economistas y funcionarios continúan estableciendo una relación causal lineal, mecánica, entre escolaridad y desarrollo
(entendido éste como crecimiento del PIB, indicador artificial y engañoso de uso político).
En días pasados especialistas en la materia afirmaron que el incremento de un año en la escolaridad en un país genera un crecimiento de uno por ciento de su PIB. Falsamente, confunden escolaridad con capacitación, capacitación con productividad, productividad con producción efectiva, producción efectiva con su valor monetario. La indudable correlación entre escolaridad y PIB encuentra su significado en el análisis de las complejas relaciones sociales, económicas y políticas del mundo globalizado. Así, resulta una simplificación tramposa la reiterada afirmación de que el éxito económico de ciertos países (como Corea) se debe a las importantes asignaciones de recursos a la ciencia y la educación, ocultando, por ejemplo, los factores políticos e históricos que condicionan ambos fenómenos.
Estas falacias se derivan de colegir relaciones causales por la simple coincidencia temporal o geográfica de dos hechos, ocultando que los fenómenos y procesos sociales son complejos y toman tiempo considerable. Por ejemplo, las causas del descenso de la tasa de natalidad en un periodo dado hay que buscarlas en las acciones efectuadas años antes.
Muchas acciones en el campo educativo tienen efectos visibles años después de ejecutadas, y con frecuencia se abusa de las coincidencias en el tiempo para asignar méritos de manera injustificada. Hace caravana con sombrero ajeno el funcionario que alardea con una foto instantánea de sus realizaciones
cuando la explicación sólo la da la película completa, en la cual han intervenido numerosos actores a lo largo de varios años. Cuando se buscan acciones eficaces, los apaches no son un ejemplo a seguir.