El país se centró en el regocijo y dejó atrás conflictos internos y el aumento del narcotráfico
Domingo 9 de diciembre de 2012, p. 5
Bogotá, 8 de noviembre. Un 10 de diciembre de 1982, el escritor Gabriel García Márquez recibió el Nobel de Literatura de manos del rey de Suecia en Estocolmo y llenó de brillo la memoria de su natal Colombia, país que hoy, después de 30 años, sigue celebrando las letras que llevaron a ese mago
a conseguir tan importante reconocimiento.
El jueves 21 de octubre de ese mismo año, un mes y medio antes de ver el sueño hecho realidad, el júbilo inmortal
proclamado en el himno de Colombia tomó más significado que nunca, pues desde las seis de la mañana las emisoras del país registraban la noticia de que Gabo había ganado el premio Nobel.
Los 18 jurados vitalicios de la Academia coincidieron en que la obra del colombiano era la ganadora. El país se estremeció. La buena nueva dejaba atrás el conflicto interno, el florecimiento de movimientos de izquierda y el creciente negocio del narcotráfico, y se centraba en el regocijo que producía tener un Nobel.
La popularidad del premio se sintió en cada rincón del país; niños, jóvenes, ancianos, empresarios, obreros, gente de todas las clases sociales, aplaudían al unísono el logro que ese realismo mágico había conseguido tras varios años de sacrificio y dedicación.
Gabo, que sumaba en ese entonces 55 años de vida, ya había escrito seis novelas, decenas de cuentos y centenares de artículos periodísticos. Cien años de soledad, publicada en 1967, había vendido millones de copias en el mundo. Macondo era reconocido en más de 32 idiomas y en Colombia adquiría más que nunca un significado especial.
Juan Gossaín, uno de los veteranos periodistas del país, relató en medio de un ataque de emoción la noticia en radio mientras intentaba comunicase con Gabo, quien vivía desde ese entonces en México.
¡Urgente! Gabriel García Márquez acaba de ganar un Nobel de Literatura; repito: Gabriel García Márquez, Nobel de Literatura
, fue el titular de una de las más importantes noticias que el comunicador dio a lo largo de sus más de 40 años de carrera.
Gossaín recordó en entrevista con Caracol Radio el pasado mes de octubre, la forma cómo la madre de Gabo, Luisa Santiaga Márquez, le contestó en la casa de un vecino en Cartagena de Indias. Estamos muy contentos y ojalá este premio sirva para que me arreglen el teléfono
, fue lo que dijo quien diera vida a ese Nobel.
Aracataca, lugar que vio nacer a García Márquez un 6 de marzo de 1927, pequeño pueblo lleno de Caribe ubicado en el departamento de Magdalena, celebró hasta el amanecer
. Las sonrisas y la fiesta invadieron la pequeña localidad, que a partir de ese momento saldría del anonimato gracias a la obra del autor latinoamericano.
Gabo impuso su sello en la solemne ceremonia de Estocolmo. Con un traje blanco, que marcaba su origen caribeño, dejó atrás los días en los que se refería al Nobel como un premio a la lagartería
y comprendió que era un reconocimiento a su gran talento
.
El primero en comunicarse con Gabo fue el presidente Belisario Betancur, quien se adelantó al acecho que horas más tarde comenzaría a dar la prensa colombiana al Nobel. Las opiniones sobre el premio surgieron desde diferentes partes del mundo, donde colegas del Nobel también celebraban.
Escritores como Juan Rulfo, Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, y figuras políticas como el presidente francés François Mitterrand y el ministro de Justicia de la entonces Unión Soviética, Vladimir Blinov, no escatimaron en asegurar que éste era el más merecido Nobel
.
Ante los rumores sobre la supuesta demencia senil que sufre Gabo desde hace algunos años, amigos y familiares han insistido en advertir que todavía hay Gabriel García Márquez para rato
y que sólo lo aquejan las dolencias que puede sufrir cualquier persona de 85 años.
Por eso, con Gabo en la memoria y obras en el papel como El coronel no tiene quien le escriba, El amor en los tiempos del cólera y Del amor y otros demonios, entre otras, Colombia seguirá celebrando hasta la eternidad ese día en el que las mariposas amarillas y la familia Buendía inundaron de felicidad los rincones del país sudamericano.