Fiesta y paquete económico
¿De dónde saldrá el recurso?
El Pacto, cheque sin fondos
os tricolores siguen de fiesta por su regreso a la residencia oficial, pero alguno de ellos medianamente sobrio debería recordarle a los demás que es necesario hacer a un lado el festejo, olvidarse de las serpentinas y ponerse a chambear, porque no sólo se acabaron los tiempos de los discursos –y no es figura–, sino porque se aprietan los tiempos legales para el presupuesto de egresos de la Federación y los resultados tangibles
no pueden esperar.
Es de suponer que entre copa y mariachi los priístas se han dado tiempo para medianamente estructurar y negociar el paquete económico 2013, que sería punta de lanza para dar cuerpo a tales resultados y, desde luego, del arranque formal del llamado Pacto por México, el cual alegremente promete sustanciales
aumentos en el presupuesto de varias causas sociales, entre ellos los destinados a la población indígena (salud, educación e infraestructura) y a la investigación científica y el desarrollo tecnológico, con el fin de alcanzar, gradualmente, el uno por ciento del producto interno bruto (una promesa, dicho sea de paso, incumplida desde tiempos del salinato). Lo anterior, desde luego, sin considerar la voluminosa paquetería
social ofrecida por el flamante inquilino de Los Pinos.
Así, a más tardar el próximo día 15 el gobierno de Peña Nieto debe entregar al Congreso su paquete económico 2013 (el cual incluye criterios de política económica, iniciativa de ley de ingresos, más misceláneos, y proyecto de presupuesto de egresos de la federación), de tal suerte que en la segunda mitad de diciembre los diputados y senadores puedan procesar la propuesta, y aprobarla o modificarla, según sea el caso. En tiempos normales
este proceso consume alrededor de dos meses y pico, pero como en esta ocasión hubo cambio de gobierno, según dicen, los tiempos son mucho más cerrados que los tradicionales.
Como ha documentado la propia Cámara de Diputados, el margen de maniobra es extremadamente limitado en materia presupuestal, pues de cada peso que se asigna, 90 centavos ya tienen destino inamovible y sólo los 10 centavos restantes pueden reacomodarse de acuerdo con las necesidades de los legisladores (que operan en nombre de los gobernadores), no del país. Y como ya es tradición, cuando se registra un mayor ingreso (sobre todo por excedentes petroleros y/o nuevos impuestos) suele dilapidarse en gasto corriente, fundamentalmente en la nómina de la burocracia dorada.
Eso es lo normal
en tiempos normales
, pero ahora las cosas toman un perfil distinto, siempre y cuando Enrique Peña Nieto y los señores abajo firmantes en realidad quieran demostrar que van en serio. Conservadoramente, sólo la paquetería
social comprometida en el Pacto por México tendría un costo fiscal cercano a 250 mil millones de pesos, mismos que, sin aumentar impuestos en 2013 (Videgaray dixit) y con déficit cero, nadie tiene la menor idea de dónde saldrían, por mucho que le recorten a unos para entregar a otros.
Por ejemplo, el seguro de desempleo prometido en el citado pacto implicaría una erogación de alrededor de 45 mil millones de pesos (considerando un salario mínimo por cada uno de los desocupados contabilizados oficialmente por el Inegi. A lo anterior debe sumarse el costo fiscal de cuando menos el sistema de seguridad social universal; la pensión para adultos mayores de 65 años que no cuenten con un sistema de ahorro para el retiro o pensión del IMSS o ISSSTE; el seguro de vida para jefas de familia y el sistema nacional de programas de combate a la pobreza, por sólo citar algunos de los compromisos
del Pacto por México, todos ellos de inmediata entrada en vigor, según lo ofrecido.
No se trata de cuestionar la validez de tal paquetería
social, sino de darle sustento financiero: ¿de dónde saldrán los recursos? De los discursos no, desde luego, pero sí de algo que no es el tema favorito del gobierno entrante (ni del saliente que la incrementó de manera espeluznante): la descomunal nómina burocrática, especialmente la relativa a los mandos superiores. Al cierre de 2012, de acuerdo con lo establecido en el presupuesto de egresos de la federación correspondiente a ese año, los mexicanos habrán pagado algo así como un billón 100 mil millones de pesos por sus servidores públicos
; alrededor de 25 por ciento de ese monto corresponde a prestaciones, y en éstas como en los sueldos, los funcionarios de primer nivel se llevan la palma.
De lo anterior nada se dice en el multicitado pacto, ni una línea, cuando es uno de los renglones de gasto federal que urge revisar y corregir, porque durante los dos gobiernos panistas los voraces mandos superiores se sirvieron con la cuchara más grande que encontraron, al igual que los integrantes del Congreso y los organismos electorales. Lo mismo sucede en los gobiernos estatales y municipales: gastan como si el dinero fuera suyo y cobran como si lo desquitaran.
El anterior es un enorme barril sin fondo de recursos derrochados, los cuales bien podrían destinarse no sólo a renglones productivos, sino mucho más justos para impulsar el desarrollo nacional. Ejemplo de ese despilfarro es el inenarrable Felipe Calderón (todo indica que ya se refugió en el vecino del norte), quien gastó alrededor de 32 mil millones de pesos en propaganda, monto equivalente a siete veces el presupuesto anual de la Secretaría del Trabajo, institución encargada de fomentar la generación de empleo formal en el país, el cual brilla por su ausencia.
La celebración por el retorno (haiga sido como haiga sido) debe concluir si en realidad quieren ofrecer resultados tangibles
(Peña Nieto dixit). Los muchachos de la Secretaría de Hacienda han dicho que mañana viernes 7 comenzarán a entregar el paquete económico, así sea en parcialidades; arrancarían con la iniciativa de Ley de Ingresos, justo el capítulo que debe especificar de dónde saldrá el recurso para financiar las ofertas del nuevo inquilino de Los Pinos, en particular, y del Pacto por México, en general. Si tal iniciativa lo aclara, lo cual es dudoso (de hecho, bajaría la tasa del ISR de 30 a 29 por ciento), cuando menos ya se sabría cómo se echaría a andar el operativo; lo demás no trasciende la saliva.
Sin embargo, las proyecciones de la propia autoridad financiera no son nada halagüeñas: la economía mexicana seguirá hundida en la mediocridad, y en el mejor de los casos avanzaría
3.5 por ciento en 2013 (menos que en 2012).
Las rebanadas del pastel
Entonces, como bien dice el filósofo tabasqueño, el Pacto por México, más que un cheque en blanco, es un cheque sin fondos.