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Participaron Élmer Mendoza, Federico Campbell y Antonio Ortuño

Celebran en la FIL escritores y amigos la obra y persona de Daniel Sada
La Jornada Jalisco
Periódico La Jornada
Martes 27 de noviembre de 2012, p. 5

Guadalajara, Jal., 26 de noviembre. En el contexto de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara se llevó a cabo la tarde de ayer un homenaje al recién fallecido escritor mexicano Daniel Sada que, con el nombre de El lenguaje del juego –como el título de su último libro–, reunió en la evocación de su obra y memoria a los escritores Élmer Mendoza, Federico Campbell y Antonio Ortuño, así como a su viuda, Adriana Jiménez, en un acto que no tuvo “ningún arreglo más allá de lo afectivo”.

Jiménez no sólo destacó la “recepción crítica excepcional” que tuvieron siempre los libros de Sada, en especial, cómo en El lenguaje del juego el tema no se limita a la violencia producto del narcotráfico, sino que se distingue por “el universo lingüístico que despliega y la profundidad de la mirada del autor”.

Así, quien fue compañera del escritor, aseguró que este último trabajo que entregó Sada a la imprenta alude desde su título a “la manera en como Daniel se relacionaba con el lenguaje”, un vínculo de carácter lúdico en el que las palabras eran concebidas “como juguetes”; además, dijo que “el mejor homenaje que se puede hacer a un autor es leerlo”, algo que significa también “una manera de mantenerlo vivo”.

En su turno, Federico Campbell se refirió al autor de Albedrío como alguien que rescata el lenguaje y la cultura “de los pueblos norteños no fronterizos”, capaz de “asumir la literatura como último refugio de la verdad” y, asimismo, “como un juego”, donde el lenguaje adquiere “gracia, emotividad y humor”, pero, también, en el que se escucha “la respiración del grupo”.

En palabras del autor de Pretexta, Sada fue alguien para quien “la concentración creadora era lo más parecido a la felicidad”. Asimismo, dijo que en este último libro “nos deja su memoria” y, para dar cuenta de la manera en que su obra era recibida fuera de México, dio lectura a citas de algunas reseñas sobre su trabajo en otros países.

Por su parte, Antonio Ortuño describió como “memorables” todos sus encuentros con el narrador nativo de Mexicali, en quien no dejó de reconocer la “generosidad” y la cualidad insólita “de un escritor distante de los codazos y las grillas”, detalle que le ha hecho conjeturar que Sada “escogió otro camino” dentro del ejercicio literario.

Finalmente, Élmer Mendoza habló acerca de su “gran amigo”, especialmente de su calidad de lector, en la que “está la base de la literatura contemporánea”; así, en largas conversaciones descubrió en Sada su “contacto muy serio con los clásicos” y el germen de un uso del lenguaje que, “en él, es una postura ante el mundo”.

Así, en un anecdotario que fue desde las visitas de Sada a Culiacán y las de Mendoza a la ciudad de México, el cine, el “gen norteño” que se manifiesta en la literatura, el autor de La prueba del ácido aseveró que Sada es “referente seguro de la literatura de un país y una época”, quien creó una obra cuya característica es “la búsqueda de algo nuevo y distinto”.