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Académico y activista critican el belicismo del gobierno saliente

Con los militares, Calderón buscó blindarse, pero acabó debilitado
 
Periódico La Jornada
Domingo 25 de noviembre de 2012, p. 15

La cercanía del presidente Felipe Calderón con las fuerzas armadas durante su sexenio da muestra de la debilidad del gobierno a su cargo y de su limitado margen de acción en muchos ámbitos, cuyo resultado final fue la militarización no sólo de las instituciones y la vida pública del país en general, sino también de la investidura del mandatario, señalaron académicos y activistas de derechos humanos.

Jorge Márquez Muñoz, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPS) de la UNAM, afirmó que el acercamiento de Calderón al Ejército, tanto al inicio como al final de su administración, pretendió mostrar una imagen de firmeza, pero en realidad puede interpretarse como síntoma de todo lo contrario.

La globalización ha implicado grandes retos, entre ellos un crimen trasnacional cada vez más poderoso que ha debilitado gradualmente al Estado [...]. Enfrente tenemos desafíos complejos y pareciera que el gobierno del país cada vez está en peores condiciones para afrontarlos, indicó.

Al tener menor capacidad real de imponer su autoridad, la administración se fue al otro extremo y aumentó el presupuesto dedicado a la milicia en un intento de equilibrar una balanza que no le favorecía, explicó el coordinador del Centro de Estudios sobre Globalización y Gobernanza de la FCPS.

El Estado se siente amenazado y recurre a esta última instancia. Llama la atención que en los últimos 10 años México haya duplicado su gasto para el Ejército, un sector que había estado en sus cuarteles durante muchos años, saliendo nada más para los desfiles y los desastres naturales, pero hoy es parte de la vida cotidiana, dijo.

El sexenio de la guerra

Muestra de la dependencia que generó el gobierno de Calderón ante las fuerzas armadas –añadió– es la enorme cantidad de ascensos anunciados –muchos incluso para la categoría de general de división– para renovar al Ejército y darle más recursos e influencia.

“A los militares esta guerra no debe desagradarles mucho, porque han muerto muy pocos soldados y les dan más presupuesto y ascensos. Pensaríamos que eso daría al Presidente mayor lealtad, pero su estrategia fue bastante fallida, porque hoy hay un conflicto gravísimo con el Ejército, y por eso para muchos operativos utiliza a la Marina”, apuntó.

Advirtió que “Calderón le ha llamado a su gobierno el sexenio de la infraestructura, de la educación y ahora del país con nuevo nombre, pero lo que realmente fue es el sexenio de la guerra contra el narco, con un saldo trágico por donde se le vea, por el que va a salir como un presidente débil”.

Una estampa significativa del carácter del gobierno saliente, dijo Márquez, fue el desfile militar del 20 de noviembre. “Esta marcha de los militares con paso agresivo, como en la Unión Soviética, me dio una impresión muy facha [fascista]. Esto no lo había visto antes en México y revela mucho de la personalidad” del gobernante.

Un presidente militarizado

Silvano Cantú, abogado y especialista en derechos humanos, sostuvo que en cualquier democracia del mundo hay un trabajo cercano entre las fuerzas armadas y los poderes civiles, pero en México el problema es que el Ejército y la Marina sobrepasaron su ámbito de acción debido a la guerra contra el crimen organizado, de tal forma que los controles democráticos sobre ellos ya no son tan fuertes.

“Semióticamente hablando, el hecho de que el Presidente haya usado más de una vez el uniforme militar o la palabra ‘guerra’, habla de un gobierno que incorporó un enfoque belicista en sus políticas. Es preocupante que no se hayan modernizado las relaciones entre el poder civil y el Ejército, de tal forma que hoy éste tiene presupuestos históricos, pero bajo un esquema diseñado en los años 1930”, lamentó.

No está mal que el Ejército se legitime y vaya de la mano con las autoridades en los asuntos que son de su estricta competencia, sino que ahora la estructura política esté condicionada por la agenda militar. En la práctica y en lo simbólico, Calderón militarizó la seguridad, la justicia, los transportes y hasta la figura misma del Presidente, en vez de sujetar a las fuerzas armadas al andamiaje institucional civil, puntualizó.