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ntes nos cuidábamos del toro. Ahora cuidamos al toro.
Fue el comentario expresado por don Fermín Espinoza Armillita a Antonio Sánchez Porteño, el torero acapulqueño, al hacer un breve análisis de la fiesta actual por los años sesenta (Puerta grande, Autobiografía). Vaya que tenía razón el maestro de Saltillo, triunfador en los ruedos españoles desde becerrista y posteriormente en su México. Contemplar la tarde de ayer el desfile de novillos mansurrones, descastados, sin fuerza para embestir, que no toleran ni un puyacito, y los matadores con sus cuadrillas cuidando a los toritos tan indefensos e inofensivos y de contra intoreables. Pese a su acometer borreguno su falta de transmisión impedía incluso el toreo moderno a los llamados toros artistas
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Ante tan lamentable espectáculo el torero francés Sebastián Castella y el mexicano Juan Pablo Sánchez, en un mínimo de vergüenza torera, regalaron toros que independientemente de su querer complacer al público, siguen repitiendo esa capea pueblerina de los toritos de regalo. La tarde se había venido abajo y el cielo vestido de nebluno fue puesta de sol gris, que recogía los tonos multicolores para que sonara una música fantasmal y levantara el ánimo de los nuevos aficionados e incluso de los cabales.
Milagrosamente apareció un toro de Campo Real, que literalmente planeaba y le permitió a Sebastián Castella engranar un collar de pases en que cada pase era un destello y si los pases eran los naturales, una sola imagen en que se fueron engarzando las cuentas de una faena precisa, preciosa y medida al compás de los olés en un rosario de pasión con el toro enroscado a la cintura del torero en ondas de círculo breve, donde cabía lo infinito. Lástima que el diestro francés se emocionó con la bondad del burel y hacia el final de la faena se puso vulgar y corriente, desdibujando la primera parte de la faena en una segunda que incluso enfrió a los aficionados y que fue mal rematada con un espadazo caído. De todos modos el ondulante toro y su matador fueron premiados con la oreja y el arrastre lento al toro.
Un toro de Los Ébanos cerró la corrida seguramente con tiempo en los corrales y comparado con el resto de los corridos; un torito del que había que cuidarse. No se asustó el joven torero hidrocálido Juan Pablo Sánchez que dominador y lleno de torería le pudo al morlaco y acabó cortándole una oreja. Más que eso apunta a que será en el futuro un baluarte de la torería mexicana. Para el que escribe ya lo es. Habría que verlo más seguido en la temporada, al estar en su momento.