El delantero chileno del Atlante llegó a 11 anotaciones y comparte el título con Benítez
El defensa Pikolín Palacios hizo dos tantos en Ciudad Universitaria: uno a favor y otro en contra
Lunes 12 de noviembre de 2012, p. 5
Hay una melancolía inevitable en un juego donde no se gana nada, con dos equipos vencidos que compiten por una victoria insípida. Pumas y Atlante fueron los protagonistas de uno de esos partidos, donde ya todo está perdido y no les queda sino terminar la temporada de la manera más digna posible. En ese estado de ánimo los universitarios vencieron 3-2 a Potros en Ciudad Universitaria, después de tres jornadas en las que lo único que vivieron fue el bochorno de la derrota.
Perdido del todo no estaba el panorama, según afirmaban antes de que empezara el encuentro, pues si alguno de los dos equipos conjugaba varias circunstancias tenía una remota posibilidad de colarse a la liguilla. Atlante necesitaba cuatro tantos, mientras Pumas requería de seis, cifras estrambóticas en un deporte donde lo que escasea justamente es el gol. Pero la opción ahí estaba y aseguraban que irían por ella, aun cuando parecieran aspiraciones quijotescas.
Tal vez el único de los 22 hombres sobre la cancha que realmente aspiraba a llevarse un premio era Esteban Paredes, quien llegaba con 10 anotaciones –una menos que el americanista Christian Benítez– y quería conquistar el campeonato de artilleros.
A los cinco minutos el chileno igualó a Chucho: el guardameta Alejandro Palacios titubeó en la salida y Paredes, con instinto depredador, punteó la pelota para marcar el tanto que lo ubicó en la cima de goleadores, con 11 dianas, un cetro compartido con el ecuatoriano.
Paredes consiguió lo único que el club podía llevarse de regreso a Cancún. Fuera de eso, lo demás era anecdótico. Pumas, sin embargo, llegó con la actitud de quien puede revertir todo lo que no hizo durante el torneo: fue frontal, dinámico y ofensivo. Mientras el Atlante, una vez logrado el objetivo de su atacante, parecía que se resignaba a la eliminación.
Las llegadas de los auriazules fueron frecuentes, pero con el mismo signo que durante toda la campaña, sin precisión y precipitadas, con más voluntad que oficio. Varios ingresos en el área terminaron con disparos que iban directo a las manos del portero Jorge Villalpando, que le ahorraban todo esfuerzo.
Media hora y Pumas no conseguía marcar; ante la urgencia, Luis Fuentes lo buscó desde lejos: a media distancia llegó a sus pies una pelota que midió con exactitud matemática y la prendió con la furia que necesitaba para entrar al arco a velocidad imposible de atajar. Un gol acentuado con el vuelo inútil de Jorge Villalpando.
Ese tanto provocó el contagio eléctrico de todo el equipo, de toda la afición universitaria, que por momentos parecía que olvidaba que ya estaban casi eliminados y que necesitaban una cantidad desmesurada de goles para entrar al octavo puesto de la tabla.
Marco Antonio Palacios fue el encargado de atizar las ilusiones, cuando a los 40 minutos en un centro saltó por encima de su marca y remató de cabeza con tal violencia que Villalpando parecía deslumbrado por la anotación.
En la segunda parte el héroe de minutos antes cargó con la deshonra de anotar en su propio marco, contra su hermano, que resguardaba la portería universitaria. El defensa Palacios desvió con la cabeza un tiro que podía no ser peligroso, pero que cambió la trayectoria para sorpresa de su gemelo. El Pikolín zaguero sólo meneaba la cabeza, arrepentido, avergonzado.
Luego Pumas arremetió. Bravo peleaba con espíritu de sacrificio, pero sin puntería; Tito Villa... ahí estaba, pero su mente volaba quizás al futuro, a otro equipo la próxima temporada, y fue sustituido por Eduardo Herrera, quien dio otro rostro a su escuadra.
Pumas anotó al minuto 76, con un centro de Cortés por la derecha hacia Bravo, quien con un salto y un remate de cabeza explosivo consiguió el 3-2 que dio la victoria al conjunto universitario. Ganaron, pero se fueron con las manos vacías, arrastrando una temporada que rayó en lo mediocre, con el vestidor tenso después del paso de tres técnicos, la afición insatisfecha y el mal sabor de boca de que lo mostrado ayer debió ser el tono de todo un torneo perdido.