ui invitado, y lo agradezco, a la reunión en el Palacio de Minería convocada por el inminente jefe de Gobierno del Distrito Federal, Dr. Miguel Ángel Mancera, el tema fue el estatus jurídico de la entidad a la que servirá los próximos seis años, y digo que lo agradezco porque me interesa la política, el derecho y en especial la suerte de la ciudad de México, a la que he servido y en la que nací (hace algún tiempo ) y en la que he tenido y tengo mi residencia.
A veces digo en broma que la ciudad y yo crecimos juntos, porque me tocó verla cómo se convirtió de una ciudad ya grande, a la mitad del siglo XX, a la urbe gigantesca que es ahora; conocí sus barrios antiguos y los nuevos, que se extendían hacia los cuatro puntos cardinales entre calles repletas de vida, de gente moviéndose en tranvías, camiones de línea y abundantemente a pie, no era todavía nuestra metrópoli, como lo fue siendo cada vez más hasta nuestros días la ciudad de los automóviles y habrá que decirlo, ahora de las camionetas; esperamos que sea pronto la de las bicicletas y el transporte público.
Pero vuelvo a la reunión en Minería. En la forma fue evidente la planeación rigurosa, el orden, la precisión del equipo del futuro jefe de Gobierno; una escenografía eficaz moderna y discreta. Fue importante la presencia de dirigentes de alto nivel de los partidos grandes, la del rector de la UNAM, José Narro, y la de invitados muy representativos de la clase política; para usar la expresión popular hubo de chile, de dulce y de manteca.
Los discursos de los participantes fueron muy cuidados y diplomáticos, pero coincidieron en el punto fundamental de la reunión: reiterar la necesidad de darle al Distrito Federal y a sus habitantes la plenitud de derechos políticos que tiene, aunque sea en el papel, de la ley el resto de la República. Destaco dos datos que serán clave para entender lo que vendrá en los próximos meses; dentro del consenso general respecto de la reforma del Distrito Federal, desentonó discretamente la advertencia de Emilio Gamboa Patrón en el sentido de que el PRI tiene sus reservas y guarda su distancia respecto de la convivencia en un mismo territorio de los poderes federales y locales. Puede ser que el tema al que se refirió sin mencionarlo sea el del mando de la policía citadina y la designación del procurador local.
El otro asunto importante que se tocó durante la reunión es la decisión del jefe de Gobierno electo de sacar a la entidad que estará bajo su responsabilidad de la capitis diminutio en que se encuentra constitucionalmente.
Es de notar en el discurso del anfitrión la intención de abandonar el burocrático término de Distrito Federal
y rescatar el de más tradición y prosapia, simplemente ciudad de México. La intención es, aparte de la precisión nominal, asegurar para la capital del país y para sus habitantes la plenitud de derechos, sin mencionar el despropósito de hacer del Distrito Federal el estado 32, tan en boga hace unos años; la capital de la federación no puede ser un estado más, que sería un estado hipertrofiado y francamente desproporcionado respecto del resto de los que serían sus pares; basta que sin ser estado, conservando su categoría de capital de la República, recupere la plenitud de derechos políticos y la autonomía plena en materia fiscal.
Se puede decir, que el Dr. Mancera pasó una importante prueba que la atención ciudadana y los medios esperaban, logró una amplia convocatoria, puso en el centro de la discusión el tema fundamental para un político formado en las disciplinas jurídicas, la naturaleza de la entidad que gobernará. Debiera ser suficiente que la ciudadanía lo quiera y que la lógica jurídica lo exija para que la reforma que se espera se haga realidad, pero es fundamental el planteamiento de un gobernante que ganó tan claramente y con tan amplio margen para que se remuevan los obstáculos que han obstaculizado este paso a la igualdad y a la vigencia plena de derechos políticos.