Opinión
Ver día anteriorMiércoles 19 de septiembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Cubrir a China
C

hina ha aparecido bastante en la prensa este último mes, casi siempre de manera opaca e impenetrable, al menos para los que somos novatos.

El escándalo de Bo Xilai parece estar en el trasfondo de mucho de lo que pasa a escala política. Hasta hace poco, Bo fue miembro del politburó del Partido Comunista, representante de Chongqing, y líder del ala del partido que atraía tanto a viejos maoístas como a reformadores descontentos con el modelo chino actual. Bo era uno de los príncipes del Partido Comunista –hijo de Bo Yibo, que fue uno de los ocho miembros del consejo de ancianos del PCC– y se esperaba incluso que podría llegar a ser canciller. Sin embargo, Bo cayó del poder en desgracia, sumido en un escándalo político que hace que el fiasco de La Paca cuando el asesinato de Ruiz Massieu parezca transparente. El partido cerró sitios web y medios que eran favorables a la facción de Bo, y cubrió todo el escándalo en un manto de silencio y de secreto.

Paralelos a aquello, se oyen rumores más o menos persistentes de descontento local –dispersos aquí y allá– provocado por la intensa desigualdad que ha florecido a la par del desarrollo galopante. Los brotes más conocidos son los disturbios en el Tíbet en 2008 y los de Xinjiang, en 2009; sin embargo, un artículo de The New York Review of Books de este mes cita especialistas que hablan hasta de 180 mil incidentes (conflictos locales) tan sólo en el año de 2010.1 Nada de eso significa que China esté a punto de estallar, ni mucho menos, pero sí que el Estado chino opera en una lógica de emergencia de manera más o menos regular.

No sólo eso: las expresiones de descontento pueden circular muy rapidamente, y por eso, también pueden generar protestas. Por ejemplo, a principios de mes decenas de miles de jóvenes salieron a las calles de Hong Kong a protestar porque el gobierno de China quiso imponer un nuevo plan de educación moral y nacional. El tamaño de las protestas fue tal, que el gobierno reculó y retiró la propuesta.

Otro ejemplo, también de principios de mes, es menor pero revelador: un playboy, hijo de un miembro del politburó del Partido Comunista Chino, se mató en un accidente automovilístico. Conducía un Ferrari negro modelo 458 Spider. Iba con dos mujeres que también fallecieron; una iba desnuda y la otra semidesnuda. El gobierno chino acalló la noticia e impidió incluso que en la Internet circularan imágenes del Ferrari chocado.

El caso, por cierto, ofrece un contraste interesante con un incidente parecido en Brasil, donde el hijo de un potentado atropelló con su Mercedes a Wanderson, joven ciclista de una favela en Río. Sólo que en Brasil el hecho provocó un amplio movimiento de protesta, bajo el lema de Todos somos Wanderson, mientras en China el incidente fue acallado por todos los medios y vive hoy como rumor subterráneo.

Y ahora, la inquietud sigue, aunque desconocemos las causas.

Primero, Xi Jinping, vicepresidente de China y principal candidato a encabezar el gobierno (a partir de octubre), desapareció misteriosamente durante los primeros quince días, cancelando incluso una reunión con Hillary Clinton. Luego volvió a aparecer, igual como había desaparecido, sin comentario ni explicación alguna, pero todo en medio de un mar de rumores. ¿Qué significa? Quién sabe. Pero en el ínterin se comenzaron a desarrollar intensas y multitudinarias manifestaciones en contra de Japón, dizque por un pleito por las islas Senkaku, que tienen un área de 7 kilómetros cuadrados. Ayer, Japón cerró provisionalmente un buen número de sus fábricas en China.

En medio de todo, crecen también las tensiones con Estados Unidos, tanto por cuestiones de la presencia militar en el Pacífico como porque el presidente Obama está promoviendo una demanda ante la Organización Mundial de Comercio contra China por la forma en que el gobierno subvenciona los costos de sus automóviles y autopartes para exportación.

Por último, en las notas económicas, el Financial Times y The Economist reportan que el enfriamiento de la economía china va más rápido de lo esperado, y que en esta ocasión no se cree que pueda utilizar la misma estrategia que usó en 2008, de desembolsar inmensas inversiones en infraestructura. La razón del impedimento es que China tiene ya una crisis de sobreproducción. The Economist espera que comience a invertir fuertemente en sus sistemas de seguridad social, de salud y de educación. Aparentemente, los gastos del gobierno chino en rubros de salud y seguridad social son comparables con los de algunos países africanos.

Todas estas noticias tienen implicaciones para México, que es un país que compite y se relaciona económicamente con China, en cuanto que México se ha ido posicionando internacionalmente en producción industrial. Desgraciadamente, en México todavía hay pocos especialistas que trabajen sobre China, y entre ellos hay todavía menos que ocupen la prensa.

El público mexicano merece acceso a discusiones informadas acerca de China. Dada la complejidad y la falta de transparencia de ese enorme país, se necesita ir cultivando una mirada propia.

1 Ian Johnson, “China’s lost decade”, New York Review of Books, 27 de septiembre de 2012.