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Arqueólogos del INAH relacionan el descubrimiento con la tumba de un alto jerarca maya

Hallan cámara funeraria con mural casi intacto de los albores de Palenque

Ubicada en el templo XX, fue abierta el martes pasado, luego de 13 años de arduos trabajos del equipo liderado por Arnoldo González Cruz

“Aquí podría estar el primer ajaw de la casa real palencana”, señaló

Lo urgente ahora es poner a salvo la pintura que cubre paredes y techo

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Vista de la entrada a la cámara, la más antigua que se ha descubierto en la zona. Se observan las paredes con restos del mural y vasijas en el pisoFoto Blindekol/INAH
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Al retirar la última losa que cubría el vano de la habitación mortuoria, y después de varios minutos de contemplación, los arqueólogos identificaron en el piso una especie de anillo, un colgante y cerca de 50 o 60 cuentas de jade, así como 11 vasijas de cerámicaFoto Yazmín Ortega Cortés
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Al retirar la última losa que cubría el vano de la habitación mortuoria, y después de varios minutos de contemplación, los arqueólogos identificaron en el piso una especie de anillo, un colgante y cerca de 50 o 60 cuentas de jade, así como 11 vasijas de cerámicaFoto Yazmín Ortega Cortés
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La cámara funeraria es un espacio rectangular de cerca de 3.40 metros de largo, 1.43 de ancho y aproximadamente 2.50 de alto. Está a una profundidad de siete metros desde la parte superior del templo, el cual tiene una altura total de 18 metrosFoto Yazmín Ortega Cortés
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Detalle de la pintura mural, en la cual prevalece el rojo, color funerario de los mayasFoto Blindekol/INAH
Enviada
Periódico La Jornada
Lunes 10 de septiembre de 2012, p. a10

Palenque, Chis., 9 de septiembre. Arqueólogos e investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) hallaron en la zona arqueológica de Palenque, Chiapas, una cámara funeraria maya con pintura mural, la primera que se descubre casi intacta, asociada muy probablemente a la tumba de un importante personaje.

Se trata de la más antigua, de alrededor del año 450 de nuestra era, de los albores de esa majestuosa metrópoli del México prehispánico, hoy considerada patrimonio de la humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

El nuevo descubrimiento cambiará el rumbo de los estudios acerca de la historia y la religión de los antiguos mayas, aseguran los especialistas, quienes sostienen la hipótesis de estar tras la pista de un gran sepulcro de la realeza que gobernó la región hace más de mil 500 años.

La línea de investigación que cobra fuerza es que quizá se trate del enterramiento de alguno de los ajaw (reyes) que iniciaron la dinastía de la que forma parte K’inich Janaab’ Pakal (603-683 dC), conocido también como Pakal II o Pakal El Grande, cuya elaborada y rica tumba es hoy uno de los tesoros arqueológicos más importantes de Mesoamérica.

La cámara funeraria se ubica en el templo XX y fue abierta el pasado martes, después de 13 años de arduos trabajos de investigación y excavaciones realizadas por un equipo encabezado por el arqueólogo Arnoldo González Cruz, el mismo que sacó a la luz el sepulcro de la llamada Reina Roja, en 1994, también en Palenque.

La recién hallada habitación abovedada fue localizada en 1999 durante las exploraciones que llevaron a cabo los arqueólogos Merle Greene Robertson (fallecida el 22 de abril de 2011) y Alfonso Morales Cleveland, como parte de los trabajos del Instituto de Investigación de Arte Precolombino (organización sin fines de lucro, fundada por Green, que ha financiado importantes investigaciones sobre el arte, la iconografía y la epigrafía mesoamericanas).

A través de un orificio de 10 centímetros, los expertos mayistas lograron entonces tomar una fotografía de una de las figuras del mural, pero, debido a la inestabilidad del sitio y lo intrincado de su ubicación, entre otros motivos, durante casi una década la investigación se interrumpió y no se tenía idea clara de lo que se encontraba en su interior.

Por fin, el martes 4 de septiembre de 2012, al mediodía, en medio de una atmósfera de esperanzada concentración, entusiasmo y un cúmulo de emociones alrededor del profesionalismo y desempeño científico, el equipo de Arnoldo González Cruz, con apoyo del arqueólogo Rogelio Rivero Chong, pudo retirar la última de las losas que cubría el vano de la cámara funeraria.

Varios minutos se detuvieron a contemplar el esplendor de su interior: paredes y techo en diversas tonalidades de rojo (el color fúnebre de los mayas), y plasmados en los muros figuras humanas ricamente ataviadas; en el piso, esparcidos, una especie de anillo, un colgante y alrededor de 50 o 60 cuentas de jade redondas, grandes, así como 11 vasijas de cerámica.

Las figuras de las pinturas son muy similares a los personajes de estuco que aparecen en relieve en las paredes del aposento de Pakal, en el templo de la Inscripciones. Serían los señores del inframundo, llamados Bolon Tiku, los cuales se mencionan en el libro sagrado de los mayas quichés, el Chilam Balam de Chumayel. Están parados, con tocados de plumas, escudos redondos y cetros con pie de serpiente. Las mejor conservadas son las cuatro figuras que se ubican en la pared del lado poniente y las cuatro del lado oriente; en la pared al norte sólo hay una pequeña porción del mural.

Durante el laborioso proceso de apertura, que en diversas ocasiones tuvo que ser suspendido ante el riesgo de un derrumbe, un detalle casi imperceptible para ojos inexpertos llamó la atención a los arqueólogos: restos de material textil en los alrededores de la entrada, como si hubiera sido forrada con una finísima manta de cielo antes de ser sellada, una suerte de envoltorio-capullo para resguardar el sueño eterno del importante personaje que probablemente ahí reposa. Este es un dato nunca antes apreciado en una tumba maya.

La cámara funeraria es un espacio rectangular de aproximadamente 3.40 metros de largo, 1.43 de ancho y aproximadamente 2.50 de alto. Está a una profundidad de siete metros desde la parte superior del templo, el cual tiene una altura total de 18 metros. Es decir, se ubica casi al centro de la estructura, por lo cual fue muy difícil construir el pozo para llegar a ella.

Se baja por dos escaleras verticales atadas a los muros, una de metal y otra de madera. Abajo, el calor y humedad hacen que se empañen los cristales de quienes usamos anteojos. Un ventilador es encendido cuando los medidores de temperatura se elevan, por ello, en el umbral de la cámara no pueden permanecer más de tres personas durante mucho tiempo.

Arqueólogos, arquitectos, fotógrafos, topógrafos, restauradores, dibujantes y ayudantes que sacan cubetas de arena y pedazos de roca, tienen el privilegio de subir y bajar por turnos a la tumba, pero ninguno con la gran sonrisa de Eugenio Álvaro Jiménez, un trabajador sordomudo, el primero en ingresar al sepulcro de la Reina Roja en 1994 y el primero ahora en ayudar a retirar las lajas que cubrían la entrada de este recinto.

Es tal la experiencia y el contagioso entusiasmo de Eugenio, que con gran rapidez y destreza, sin asomo de cansancio, criba el material que sale de la entrada de la cámara: pedazos minúsculos de mural, estuco aplanado, pequeñas cuentas de piedra verde, restos de lo que parecen huesos de animales y hasta pupas secas de insectos.

Dentro de la cámara

Es en el reducido espacio frente a la recién abierta cámara funeraria del templo XX –en la cual no hay que tocar los muros con la mano desnuda para no contaminar posibles materiales de carbono–, donde los arqueólogos reciben a La Jornada para hablar de la tumba que nos ha costado mucho esfuerzo. La pintura está impresionante, es una pena que no se haya conservado en su totalidad, pero aun así aporta mucha información, explica Arnoldo González Cruz.

Por el momento, nadie ha ingresado de lleno a la habitación. Acaso uno o dos pasos, eso sí, con calcetines y mucho cuidado, para colocar los aparatos que miden la humedad y la temperatura.

Lo urgente ahora, añade, es construir una plataforma con tubos de metal y tablones para poder entrar sin dañar el material que se encuentra en el piso y proceder al rescate urgente del mural, el cual se ha desprendido en diversos puntos.

Una vez consolidada y fijada la pintura de muros y bóveda, se procederá a analizar, registrar y remover las piezas de jade y vasijas.

¿Qué hay abajo? ¿Una escalinata? ¿Un sarcófago? ¿Una cripta? ¿Otra cámara? ¿Un esqueleto?

Arnoldo González Cruz es prudente al responder: Todavía no lo sabemos. Hasta que empecemos a remover el piso sabremos si hay otro nivel, o si encontramos restos óseos. Lo primero es la conservación de la pintura. En otros templos, como en el XVIII-A, encontramos restos de mural, pero muy pequeños, sólo tres pedacitos en la bóveda. Aquí hay mucho y muy bien (conservado). Es un color rojo probablemente elaborado con hematita, las diferentes gradaciones se lograron al agregarle más o menos cal.

–¿Estamos ante un sepulcro de un alto dignatario maya?

–Es muy probable. La cámara posee atributos que pueden identificarse como un enterramiento de la realeza, aunque no ha sido posible determinar restos óseos por el momento. Si nos apoyamos en la epigrafía conocida y si las fechas de las vasijas son las que pensamos, aquí podría estar el primer gobernante en tiempo histórico real que se conoce de Palenque: K’uk B’alam (que significa quetzal jaguar), el primer ajaw de la casa real palencana, pero hasta que no se excave y explore no podemos afirmar nada, porque no tenemos nada; sería muy arriesgado decir de quién se trata. Hay quienes opinan que esta tumba, por parecerse a la de Pakal, a lo mejor es de la abuela (la señora Olnal, quien gobernó Palenque durante 20 años, desde 583 hasta su muerte en 604 dC), o la mamá, pero son especulaciones. Hasta que no tengamos esto bien trabajado no lo sabremos.

“No hemos tocado nada, porque existe el riesgo de que se colapse la pintura. Es tan delicada que debemos tener un control muy preciso. Nuestro principal problema es lo inestable del relleno, por eso nos llevó bastante tiempo consolidar la estructura para llegar aquí; si no, todo se nos venía abajo.

“Pero estamos ante el único ejemplo de una cámara funeraria con pintura mural que conserva casi todas sus características; por ello será posible hacer comparaciones con otras tumbas mayas de Palenque, como la de la Reina Roja, la del Templo de la Calavera o la tumba III del templo XVIII-A, y también con otras de importantes ciudades mayas como Calakmul, Copán, Tikal y Piedras Negras, lo cual nos permitirá hacer algunas inferencias sobre los antiguos rituales y creencias funerarias de los mayas”.

En total son aproximadamente 60 las personas que trabajan exclusivamente en la exploración de la tumba del templo XX, en jornadas que se inician a las siete de la mañana y concluyen a las 11 de la noche, porque muchos se quedan picados con la chamba, no por obligación.

No somos cazadores de tumbas

Hacen sólo dos recesos, para ir a desayunar y comer al campamento construido en los años 50 por el arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier (1906-1979), descubridor de la tumba de Pakal. En un breve descanso, algunos jóvenes restauradores miran por televisión en el canal National Geographic un documental que muestra la pulcra parafernalia de los hallazgos del egiptólogo Zahi Hawass, sin gota de sudor, en excavaciones de set hollywodense.

¡Qué falso!, dicen y se retiran para seguir trabajando, hombro con hombro, cubiertos de polvo, ayudando a transportar tubos o a retirar lajas, en medio del calor húmedo de una exuberante selva que aún tiene cubierta 70 por ciento de la antigua B’aakal, hoy llamada Palenque.

Si no hubiera esa pasión, puntualiza Rogelio Rivero, nadie aguantaría estar lejos de su familia durante varios meses (esta temporada de trabajos se inició en mayo y debe concluir en diciembre); la tumba se ha hecho del rogar, pero está dando mucha información inédita acerca de Palenque, para entender no sólo el sitio, sino todo el mundo maya... Y lo que nos falta.

El trabajo en el templo XX, ubicado en el área sur de la zona arqueológica, es meticuloso y lento, no obstante la ansiedad que delatan quienes se acercan a preguntar: ¿ya desenterraron al muerto? Los alrededores están cerrados al público. La estructura, orientada al este, se encuentra techada ahora con láminas para permitir que continúen las excavaciones aun bajo las lluvias veraniegas. La cerámica encontrada hasta el momento, da como fecha de edificación del templo los años 500 o 600 dC.

No somos cazadores de tumbas, enfatiza el arqueólogo Arnoldo González Cruz, “no tenemos esa escuela. A nosotros nos interesa el rescate integral de Palenque; es decir, también nos preocupamos por su arquitectura (Pakal era un entusiasta de ella); por eso, aquí en el templo XX, no sólo trabajamos en la exploración de la cámara funeraria, nos hace falta consolidar todo el edificio.

Eso es en lo que deben pensar las nuevas generaciones dedicadas a investigar la zona: se trata de una ciudad en la cual sólo está descubierto al público y explorado 20 o 30 por ciento. Por ejemplo, no conocemos sus inicios, nos falta salirnos un poquito del área nuclear de la ciudad; no sabemos dónde se elaboraba la cerámica, dónde se tallaba la escultura (muy abundante en la zona), cómo era la vida cotidiana fuera de donde vivían los gobernantes. En este sentido, podrían encontrarse en el futuro tumbas, edificaciones y piezas más bellas, ricas e interesantes que las que hemos localizado hasta ahora. Hay arqueología para rato. La tumba de Pakal es lo más espectacular que hemos encontrado, y es muy posible que aquí, en la tumba del templo XX, tengamos características similares.

–¿Para verlo ya en los próximos días?

–En las próximas semanas, quizá hasta diciembre. Falta mucho por investigar –concluye el arqueólogo, contento, pero reservando la euforia para lo que aún falta por hallar.