Opinión
Ver día anteriorDomingo 2 de septiembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
¿La Fiesta en paz?

José Marrero Cheché de La Habana, el ido de agosto que faltó

E

l escritor y aficionado lagunero Armando Moncada Díaz de León, autor del irreverente, imaginativo y melódico portal http://pulquesfinoslavirtud.blogspot.mx/ envía a propósito de la columna Los idos de agosto (La Jornada, domingo 12 de agosto), la siguiente aclaración que, por el momento, completa la lista de los idos de la fiesta en ese mes:

En tu texto sobre los toreros y taurinos muertos en agosto –advierte Moncada–, faltó José Marrero Báez Cheché de La Habana, fallecido acá por el norte en ese mes de 1909. Cheché fue un modesto torero cubano que, si bien no tuvo la gloria de ser figura, fue muy conocido en la provincia mexicana, particularmente en el norte el país. Llegó a México en 1889 buscando oportunidades en nuestra fiesta brava, ya que en la isla eran muy limitadas. Había nacido en La Habana el 19 de marzo de 1870 y tras de correr la legua en muchas plazas del territorio nacional, se colocó como media espada en la cuadrilla de Ponciano Díaz.

Poco se sabe de su quehacer taurino y no se tienen referencias de actuaciones suyas en las plazas de la capital. Alcanzó fama en la frontera norte, particularmente en Tijuana y Ciudad Juárez. En 1905, el empresario y magnate estadunidense Tim Wolfe construyó una plaza y organizó corridas en Gillette, Colorado, cerca de Denver, en las que Cheché de La Habana participó, llevando como banderilleros a Carlos García y Antonio Setrea.

Contrajo matrimonio con María Aguirre, La charrita mexicana, rejoneadora y torera nacida en Zamora, Michoacán, en 1875 y viuda de Timoteo Rodríguez, otro torero de la legua que falleció por cornada en Durango, en 1895. El 9 de agosto de 1909, toreando en la plaza de Jiménez, Chihuahua, el tercer toro de la corrida, de nombre Carito, perteneciente a la ganadería de Chupadero o Chapadero, al entrar a matar le propinó una cornada de suma gravedad en el pecho, a consecuencias de lo cual perdió la vida dos días mas tarde.

Armando Moncada añade otros datos, ahora de Juan José Zaldívar Ortega, del portal fiestabrava.es: Cheché de La Habana… Se aficionó al toreo a consecuencia de su oficio de matarife, que le permitió ensayar todas las suertes con el ganado destinado al sacrificio en el rastro. A los 18 años se presentó en la plaza cubana de Regla, en la cuadrilla de su paisano Andrés Pérez, a quien acompañó en muchas corridas en la isla.

En la cuadrilla de Ponciano Díaz, éste muchas veces le cedió algún toro para que probara sus aptitudes de lidiador. Tales pruebas fueron tan satisfactorias que una tarde del 15 de septiembre de 1890 o 91, como tuvo ocasión de comprobar la noble y entendida afición zacatecana de aquellos años, Díaz lo llevó en su cuadrilla a torear a la plaza de San Pedro, en la ciudad de Zacatecas, donde le cedió un toro, quedando mejor que su jefe.

A raíz de esos éxitos, el propio jefe y maestro Ponciano Díaz le confirió la alternativa en la plaza de Monterrey, el 31 de julio de 1892. Ese mismo año y en una de las corridas de la Feria Taurina de Zacatecas se presentó como matador. Desde el principio fue muy querido de los aficionados zacatecanos y su recuerdo ha pasado de generación en generación.

Para empaparse del rodaje taurino de este personaje de la fiesta pueden leerse los trabajos de investigación del historiador taurino Francisco Coello Ugalde, quien mantiene en Internet una muy completa página virtual llamada Aportaciones Histórico-Taurinas Mexicanas, donde presenta una detallada recopilación de las andanzas de los matadores, incluidas las del infortunado José Marrero Cheché de La Habana, el ido de agosto que habíamos omitido.

Se trata de un personaje oscuro –remata Armando Moncada– que siempre me ha intrigado y fascinado tanto, que un día me puse a escribir de una sentada una especie de monólogo en el que eché fuera un genuino sentimiento de conmiseración por su tragedia, surgido de la lectura de las poquísimas referencias históricas que quedaron documentadas. Por aquél entonces también tuve noticia de que había pasado al otro barrio la única persona que conservaba datos de primera mano sobre Cheché en Jiménez, un anciano aficionado al que pretendía visitar para tomar notas y escribir algo más sustentado, lo que me jodió la pandereta. (No se pierda el próximo domingo el fugaz, clamoroso y revelador paso de Manolete por ruedos mexicanos.)