Opinión
Ver día anteriorMartes 21 de agosto de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El poder de la imagen
E

l Museo de la Tolerancia (ubicado justo frente al Hemiciclo a Juárez) exhibe una muestra conmemorativa de los 75 años del Taller de Gráfica Popular (TGP) con el título El poder de la imagen ante el totalitarismo. Comprende estampas realizadas principalmente entre 1937 y 1942, aunque las hay más tardías, como Destrucción, de 1946, cuyo autor es Adolfo Mexiac, uno de los maestros todavía en activo de ese taller.

El título corresponde a un hecho que la exposición no consigna y que debe tenerse en cuenta para su cabal comprensión. Está referido a las simpatías en el país no sólo hacia el fascio, sino incluso con el nazismo, debido a la intensa germanofilia mexicana que permeó el periodo 1936-37 y a lo largo de la Segunda Guerra Mundial, sin que se extinguiera con el final de la misma. En la muestra no hay sino contadas alusiones al holocausto, pues en esos años se conocía poco o nada lo que sucedía en tal aspecto. Esa es una cuestión que hubiera sido conveniente al menos señalar en los textos explicatorios, pues así se entienden mejor los propósitos y finalidades del TGP en aquellos años, inmediatos a su fundación, en 1937, con Leopoldo Méndez a la cabeza.

La exposición resulta muy pertinente hoy día –me refiero no sólo a su contenido, sino a su aspecto plástico–, debido a la vigencia de la exposición sobre grabados expresionistas en el Palacio de Bellas Artes, pues la comparación entre ambas muestras, diferentes como lo son en temática y en tiempo, permite calibrar la intensa influencia del expresionismo europeo en esta rama de nuestro quehacer gráfico. En cuanto a temática social, el TGP supone un seguimiento del movimiento muralista.

Resulta evidente que todos los trabajos que se seleccionaron corresponden al enunciado, casi todos sus autores pertenecieron en una época u otra al Partido Comunista Mexicano, que seguía lineamientos soviéticos, si bien las exposiciones que del Taller se hicieron en la URSS, consignadas por Humberto Mussacchio en su libro publicado por el Fondo de Cultura Económica, no fueron bien recibidas o calibradas, porque en el expresionismo mexicano de mensaje social no ocurrió idealización alguna, cuestión característica en el realismo social soviético.

Se eligieron fundamentalmente trabajos de temática antifascista y en eso estriba uno de los méritos de la muestra, ya que resulta evidente su función historiográfica, plasmada en el carácter testimonial, emblemático y hasta alegórico que guardan los trabajos.

El grueso de la colección es propiedad de la Academia de Artes y quienes están mejor representados son, además de los fundadores del TGP, otros artistas, nacionales y foráneos, que se fueron adhiriendo en tiempos sucesivos.

Hay una carencia. Los personajes representados no siempre están identificados y quien resulta mayormente visible es Francisco Franco. La proclamación de la República Española, como sabemos, tuvo lugar en 1931, el alzamiento derechista de Franco que da inicio a la Guerra Civil ocurre en 1936. El exilio español, que tantísimo nos benefició, fue propiciado por el presidente Lázaro Cárdenas. Una litografía de Alfredo Zalce parece inspirada por el Guernica, de Picasso, que el pintor debe haber visto en alguna reproducción.

Hay un número más elevado de litografías que de linóleos, aun y cuando este fue el método que alcanzó mayor esplendor estético, sobre todo con Leopoldo Méndez y luego con su seguidor más asiduo: Alberto Beltrán. Esos trabajos aparecen designados como linografías y, como todos sabemos, el método y la apariencia de las estampaciones guarda similitud con la xilografía. Las drásticas luces contra sombras que así se producen, con los medios tonos, dados por el espesor de las líneas, provocan un efecto estético drástico, claro en su impresión, nítido e idóneo para imprimir en hojas volantes. Hay piezas magistrales en esa técnica.

Una de las que inician el recorrido se titula El dueño de todo. El dueño se balancea en una silla, extiende los pies sobre la pequeña mesa en la que hay botellas de alcohol, mientras señala con el dedo la fila en línea de fuga, sutilmente delineada que integran los cargadores a su servicio. Aquí el totalitarismo fascistoide tiene su emblema en la explotación del trabajador.

Otra, también de Méndez, ofrece a Mussolini y a Hitler caricaturizados, perfectamente distinguibles, pero fuera de eso y de las reiteraciones de Franco, otro personaje plenamente discernible es el papa Pío XII, visto de perfil y con la triple tiara. Esta pieza es de Arturo García Bustos, en su acomodo formal guarda la forma de un revólver con espacio que permite insertar texto.