Empeñado en reformar de inmediato al PAN tras la debacle electoral, el presidente Felipe Calderón reprochó frente a los dirigentes y consejeros del blanquiazul las prácticas clientelares en la selección de candidatos, el envilecimiento de su democracia interna, la ruptura moral y la conversión del partido en una confederación de grupos.

Con esta postura, el mandatario no ocultó sus diferencias con el líder del PAN, Gustavo Madero, quien durante la sesión del Consejo Nacional asumió la responsabilidad de su partido en la derrota de julio pasado, por los yerros, equivocaciones y omisiones que tuvo durante el proceso comicial.

De manera particular, dijo que una de sus mayores fallas fue no haber encontrado la manera adecuada de colaborar y diferir con el gobierno sobre la campaña de la ex candidata presidencial, Josefina Vázquez Mota, desde su posición como presidente del partido.

En tanto, para convencer a los consejeros que lo escuchaban de hacer los cambios ya, porque no hay tiempo que perder, Calderón les recordó: “más allá de las críticas que de buena o mala fe puedan y quieran hacerse, el caso es que por lo pronto ya no tendremos gobierno… Y lo único que nos queda, panistas, es el partido”.

Así, adoptó la propuesta hecha por maderistas de nombrar una comisión de panistas destacados, acompañados de expertos, que prepare un documento, el cual sea presentado a la brevedad en una sesión del Consejo Nacional y luego éste se encargue de empujar la realización de una asamblea y convencer a la militancia de hacer los cambios.

Recibido con aplausos –pero no de todos los asistentes– en el auditorio Manuel Gómez Morín de la sede panista, Calderón recalcó que a todos duelen los resultados adversos del 1º de julio, y los achacó al deterioro que el PAN ha venido resintiendo, no de ahora, sino de hace algunos años.

México es mejor por el PAN

Y aunque reconoció que todos tienen responsabilidad en la derrota, y se refirió primero a la del gobierno, por no poder refrendar la confianza de los electores, resaltó que México es distinto y mejor de lo que era hace 12 o seis años de administraciones panistas y se encamina a ser predominantemente de clases medias.

Resaltó que aun con veda electoral, el nivel de aprobación de su gobierno era de 66 por ciento, según encuestas de diversos medios, pero el partido no obtuvo 26 por ciento de los votos en los comicios presidenciales. Otro error –dijo– es la renuencia de los panistas a asumirse plenamente como partido en el gobierno.

Luego dirigió sus baterías hacia la campaña de Vázquez Vota, de la que pidió hacer un balance sereno, más allá de la generosísima y valiente entrega de ella. Preguntarnos, quizá, si el lema, la propaganda o los mensajes selectos fueron suficientemente claros para el electorado, comunicaron a cabalidad las enormes fortalezas y méritos de nuestra candidata y si estaban orientados a traducir legítimamente en votos lo realizado como gobierno.

También culpó al partido por los errores en el proceso de selección de candidatos, por la imposibilidad de resolver conflictos internos, la constante disputa de liderazgos y la imposición de candidaturas.

Y el resultado es que, hay que decirlo con toda franqueza, construimos mecanismos que han llevado al control clientelar de los padrones internos, a la pérdida de calidad de la militancia y al envilecimiento de la democracia interna del partido, afirmó.

Al pernicioso espíritu de grupos y facciones, que ya traíamos desde hace buen rato, a la onda grupera, como le llamaba Luis Mejía, le hemos sumado ahora el poder del control del padrón y la prebenda, reconoció. También planteó que hay un quiebre moral, una ruptura ética de su comportamiento político.

Frente a Madero, se pronunció porque haya dirigencias fuertes y eficaces, que sean evaluadas por sus resultados a partir de metas claras de desempeño.

En su respuesta ante los consejeros –Calderón ya se había ido–, el líder del partido pidió a la militancia encontrar las verdaderas razones de la debacle electoral, más que culpables. Aunque –subrayó– sin duda se cometieron errores tanto en el partido como en la campaña y el gobierno, razón por la cual enfocar el esfuerzo de la reflexión en una apresurada reforma de estatutos, puede representar una visión trunca o cortoplacista.