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Almodóvar expresa su pesar por el fallecimiento de su amiga

Chavela hizo de la desolación una catedral en la que cabíamos todos
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Con el cineasta en una imagen tomada del sitio oficial de Vargas
 
Periódico La Jornada
Lunes 6 de agosto de 2012, p. a19

Madrid, 5 de agosto. El cineasta español Pedro Almodóvar expresó su sentir ante la muerte de la cantante Chavela Vargas en una carta publicada en la página oficial de su productora El Deseo, en la red social Facebook.

“Durante 20 años la busqué en sus escenarios habituales y desde que la encontré en el diminuto backstage de la madrileña Sala Caracol llevo otros 20 despidiéndome de ella, hasta esta larguísima despedida, bajo el sol abrasivo del agosto madrileño”, sostuvo.

Añadió: Chavela Vargas hizo del abandono y la desolación una catedral en la que cabíamos todos y de la que se salía reconciliado con los propios errores, y dispuesto a seguir cometiéndolos, a intentarlo de nuevo.

Almodóvar agregó al texto una frase del escritor Carlos Monsiváis, quien dijo: Chavela Vargas ha sabido expresar la desolación de las rancheras con la radical desnudez del blues. Según el escritor, al prescindir del mariachi ella eliminó el carácter festivo de las rancheras, mostrando en toda su desnudez el dolor y la derrota de sus letras.

Ningún ser vivo cantó con el debido desgarro al genial José Alfredo Jiménez, como lo hizo Chavela.

Afirmó que en su segunda vida, cuando ya tenía más de 70 años, el tiempo y Chavela caminaron de la mano y fue en España donde encontró complicidad que México le negó.

Oye, quiero la estrella de eterno fulgor, quiero la copa más fina de cristal para brindar la noche de mi amor. Quiero la alegría de un barco volviendo, y mil campanas de gloria tañendo para brindar la noche de mi amor, cantó Chavela.

A lo largo de los 90 y parte de este siglo, Chavela vivió esta noche de amor, eterna y feliz con nuestro país, y como cada espectador, siento que la vivió exclusivamente conmigo.

Agrega: Chavela “te cantaba sólo a ti, al oído, y cuando el torrente de su voz fue menos potente (no hablo de declive, ella no lo conoció, hizo lo que quiso y como quiso) se volvió más íntima.

“Las mejores versiones de La llorona las interpretó en sus últimos conciertos, en los que abordaba la canción con un murmullo, y en ese tono continuaba, recitando palabra por palabra, hasta llegar al épico final.”

Asimismo, enfatiza que los años de apoteosis española hicieron posible que Chavela debutara en el Olympia de París, una gesta que sólo había conseguido Lola Beltrán.

Y con su deslumbrante actuación en el Olympia parisino consiguió, por fin, abrir las puertas que más férreamente se le habían cerrado, las del Palacio de Bellas Artes de México, otro de sus sueños, escribió el cineasta.

Aquella noche, “la de Bellas Artes también tuve el privilegio de presentarla, Chavela había alcanzado otro de sus sueños y fuimos a celebrarlo y a compartirlo con la persona que más lo merecía, José Alfredo Jiménez, en el bar Tenampa de la Plaza de Garibaldi.

“En su última visita a Madrid, en una comida íntima con Elena Benarroch, Mariana Gyalui y Fernando Iglesias, tres días antes de su presentación en la Residencia de Estudiantes, Elena le preguntó si nunca olvidaba las letras de sus canciones a lo que Chavela le respondió: ‘A veces, pero siempre acabo donde debo’.

Al final escribió: Adiós Chavela, adiós volcán. Tu esposo, en este mundo, como te gustaba llamarme, Pedro Almodóvar.