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El pasado fin de semana, la compañía Meno Fortas refrendó su supremacía artística

Tensión y drama, a escena, para reflexionar sobre la bondad en un mundo de excesos

Con las presentaciones en el Palacio de Bellas Artes concluyó su cuarta visita al país

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La puesta teatral se ha presentado con gran éxito en Portugal, Rusia y LituaniaFoto Carlos Cisneros
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La puesta teatral se ha presentado con gran éxito en Portugal, Rusia y LituaniaFoto Carlos Cisneros
 
Periódico La Jornada
Lunes 6 de agosto de 2012, p. a12

Cinco horas de emociones bajo el microscopio.

La agrupación lituana Meno Fortas (La fortaleza del arte) presentó el pasado fin de semana, en el Palacio de Bellas Artes El idiota, basada en la novela de Fiodor Dostoievski, con lo que refrendó su supremacía artística, al estar a la vanguardia del mejor teatro que se practica en el mundo.

La novela de Dostoievski se convirtió en un monumento de carne y palabra de cinco horas en el tiempo, pero una eternidad en la reflexión.

El estudio de las emociones que despliega el autor ruso toma cuerpo gracias al genio de Eimuntas Nekrosius, quien, luego de su trilogía (Macbeth, Hamlet y Otelo), disecciona el texto de Dostoievski y elige los puntos a subrayar, en un estudio pormenorizado de la bondad en medio de un mundo dominado por los sentimientos negativos.

El montaje revive la historia del príncipe Myskin, último heredero de una familia en decadencia –quien padece epilepsia, al igual que Dostoievski–, espejo de un espíritu superior en el que habitan la honestidad, la generosidad, la bondad y una enorme fe, casi infantil, en el prójimo.                                                                        

El destino de Nastasya Filipovna, Rogozin, Aglaya, Gania o de los generales Ivolgin y Epanchin, entre otros personajes, se fusiona con el del príncipe, quien busca, de manera desesperada, la bondad, en un mundo donde prevalecen los excesos de la condición humana y las almas muertas.

En la traducción de Pranas Povilaitis, Nekrosius divide la historia en cuatro actos para exhibir los secretos, los pensamientos eróticos, la superficialidad de los seres humanos y la búsqueda de poder, al tiempo que propone una reflexión sobre la religión y la fe.

En esta cuarta visita de Meno Fortas al país, primera al Distrito Federal, la compañía exhibió el estilo inconfundible de Nekrosius: el minimalismo de una escenografía magra pero plena, con sus constantes emblemas, entre ellos, el más notable, el vórtice representado por un artefacto pendiente del cielo escénico, en este caso una puerta que adquiere dimensiones metafísicas.

Sobre esta escenografía semidesnuda danzan, vuelan y levitan los personajes, en un juego sofisticado y sencillo a la vez, del trabajo actoral, mediante el cual logran un equilibrio entre palabra y expresión física.

Ambos lenguajes se armonizan en la espectacularidad de los desplazamientos actorales que deslumbran, todo al servicio de los significados mas profundos, en un trabajo dramatúrgico que adquiere su condición epopéyica sin incurrir en excesos. Más que de barroquismo, el público fue testigo del esplendor de la inteligencia.

Una docena de actores escancian el alfabeto que ha construido en pocos años la compañía de Eimuntas Nekrosius, con sus aderezos que lo hacen atractivo y eficaz: humor; manierismo minimal; exageración caricaturesca; capacidad de los actores, quienes cantan, bailan, se contorsionan, hasta lograr el ideal del arte escénico: que el actor construya la obra, haciendo suyos el teatro y la palabra.

Al término de cinco horas de fascinación, la delgada línea entre la bondad y el mal, lo que hace a los demás llamar idiota a quien es buena persona, la diferencia entre las acciones torpes y lo actos de amor incondicional, constituyen el nudo dramatúrgico que Meno Fortas aprieta al máximo, tensa al límite, para luego soltarlo y dejar volar el pensamiento del espectador, quien es ya una persona diferente, un mejor individuo después de presenciar el portentoso montaje.

La compañía lituana estrenó El idiota en 2009 en el Festival Internacional de Villa Adriana, en Italia; se ha presentado –con gran éxito– en Portugal, Rusia y Lituania, país de origen de la magia del teatro de Nekrosius.