Investigadores crean algoritmo que imita la pauta de traslación de los granos
Ingenieros del Instituto de Tecnología de Georgia hallaron que sus movimientos no son azarosos
Prevén utilizarlos para hacer sensores de bajo costo que detecten gradientes de temperatura
Viernes 22 de junio de 2012, p. 2
Dallas, 21 de junio. Investigadores estadunidenses descubrieron en un nuevo estudio que los frijoles saltarines mexicanos no se mueven al azar, y revelaron haber copiado su pauta de traslación para diseñar y programar robots que puedan moverse en una dirección controlada.
Luego de estudiar los giros y brincos de los frijoles saltarines, ingenieros mecánicos del Instituto de Tecnología de Georgia, en Atlanta, desarrollaron algoritmos que imitan el comportamiento de su traslación para programar robots, a fin de que puedan moverse en una dirección controlada.
El equipo de ingenieros, integrado por Daniel West, Lal Ishan, Leamy Michael y David Hu, publicó esta semana su estudio sobre la locomoción de los frijoles saltarines mexicanos en la revista científica Bioinspiration & Biomimetics.
Los frijoles saltarines provienen de las montañas del noroeste de México y comienzan a desarrollarse cuando una polilla pone sus huevos en las flores de un helecho nativo, en el comienzo del verano.
Cuando las flores maduran se convierten en vainas en forma de semillas, que se dividen aparte, y atrapan las larvas de la polilla en secciones parecidas a las rebanadas de un pastel.
A mediados del verano, en tiempo de lluvias, cada sección de la vaina o frijol cae al suelo. Para escapar del calor del Sol, la larva atrapada empuja desde dentro la semilla, para encontrar rápidamente zonas de sombra donde la temperatura es más fría.
La larva se alimenta del interior del frijol, crea espacio para sí misma y ahí pasa los siguientes seis u ocho meses dentro de la semilla, saltando y dando vueltas para buscar la sombra. A medida que madura, su último acto como larva es cortar la semilla, después de lo cual se convierte en una pupa que se transforma en palomilla.
En 1955 se descubrió cómo la larva controla el movimiento de la semilla, colocando a una de ellas dentro de una cápsula de píldora transparente.
Se observó entonces que la larva usa hilos de seda para adherirse a la parte interior de la cápsula y luego mover el grano recorriendo la superficie interior, o agarrando la cápsula con uno de sus extremos y golpeándola rápidamente con su otro extremo, a fin de provocar saltos.
En la década de 1980, los científicos descubrieron una correlación entre la temperatura exterior y la frecuencia y duración de los movimientos de los frijoles, que alcanzaron un máximo de 40 saltos por minuto durante varios minutos a 45 grados centígrados.
Semejantes a las bacterias
Para sumarse a este conocimiento, los investigadores en el actual estudio construyeron una pequeña pista de carreras
de 12 carriles utilizando una charola para hornear pan, debajo de la cual colocaron una cobija eléctrica y otros dispositivos para crear diferentes grados de temperatura entre ambos extremos.
Los investigadores colocaron frijoles en cada carril y forzaron a los granos (larvas) a moverse realizando varias carreras.
Los ingenieros estadunidenses calcularon la frecuencia de cada tipo de movimiento. De 550 movimientos, los granos saltaron 85 por ciento de las veces, rodaron 14 por ciento y se voltearon uno por ciento.
Los científicos notaron que el movimiento de saltar-rodar se asemeja al de las bacterias y otros organismos. Investigaciones anteriores han demostrado que esa trayectoria es óptima para la localización de objetivos distribuidos al azar, y los ingenieros esperan investigar más la estrategia en el contexto de los frijoles saltarines.
Los investigadores concluyeron que, a pesar de que frijoles saltarines son utilizados en los juegos de azar, sus movimientos individuales pueden ser en gran medida determinados.
Con los datos recabados, los investigadores escribieron un algoritmo basado en la pauta del comportamiento del frijol y probaron su exactitud en las simulaciones y con un robot con ruedas.
En ambas pruebas, los movimientos fueron muy parecidos al de los granos.
Por ejemplo, los investigadores prevén el diseño de frijoles saltarines mecánicos, que podrían ser utilizados como sensores de bajo costo para la detección de gradientes de temperatura.