odría decirse que estamos ya en la recta final. El panorama es incierto y las expectativas son muchas para los simpatizantes de los candidatos, especialmente para los punteros. Además del hallazgo de boletas con folios duplicados y de sobrantes y faltantes según el distrito, se teme el famoso carrusel de votos (que Julio Hernández López ha llamado ruleta
). Contra éste es muy poco lo que puede hacerse, pues el dinero que se use para pagar votos precruzados no es fácil de cuantificar ni de auditar. Para que el carrusel (o ruleta) sea efectivo e influya en los resultados electorales requerirá mucho dinero, pero hay quienes lo pueden poner y no habrá modo de detectarlos irrefutablemente ni mucho menos sancionarlos, pues aunque el Cofipe se refiere a la prohibición expresa de ejercer presión y coacción sobre los electores (artículo 4), no es simple su comprobación.
Para quienes no saben o recuerdan qué es un carrusel electoral lo explico de manera sencilla: en una casa se congrega a cierto número de votantes; el primero va a la casilla electoral y en lugar de depositar los votos se regresa con las boletas que le dieron. En dicha casa se cruzan por determinado partido y se entregan cruzadas al segundo votante. Éste las deposita y regresa con las papeletas que le dieron en la casilla, y así sucesivamente. Todo esto supervisado por coordinadores
especiales. Por cada conjunto de boletas se le paga a cada quien cierta cantidad de dinero. Cuando las autoridades de la casilla cuenten los votos notarán que se presentaron X electores menos dos, el primero y el último del carrusel. Se sospechará que éste se llevó a cabo, pero nada podrá hacerse salvo consignarlo en las observaciones de la votación. Es obvio que el partido más tramposo y con más dinero otorgado por gente interesada en su triunfo será el que más carruseles pueda organizar. Comprar conciencias no es muy difícil entre gente de veras necesitada o entre personas manipuladas corporativamente, digamos en un sindicato autoritario y represor (no es necesario poner ejemplos).
Los observadores electorales y los representantes de los partidos poco o nada podrán hacer con las sospechas que puedan tener de este tipo de fraude, pues las boletas no tienen dispositivos electrónicos que puedan ser detectados a la entrada o la salida de la zona de votaciones, como en productos de algunas tiendas o en los aeropuertos. Un millón de votos así logrados puede hacer la diferencia entre dos candidatos con posibilidades de ganar. En 2006, aun aceptando como buenos los resultados presentados por el IFE en la elección presidencial (que no los acepto), la diferencia entre el PAN y la coalición de izquierda fue de casi 244 mil votos, menos de 0.6 por ciento en favor
de Calderón.
La única manera de contrarrestar dicha tentación de fraude (la del carrusel) y otras que han dado buenos resultados en el pasado es que haya una enorme participación ciudadana el próximo primero de julio. La abstención y los votos nulos, como he comprobado en otros escritos, dan ventaja al partido con más recursos, y todavía más si cuenta con los apoyos del gobierno federal y de gobiernos locales. Como no tengo duda de que el candidato de Calderón y de los gobernadores priístas es Peña Nieto, además de ser el candidato de Televisa y otros grandes empresarios, no es improbable que se haga todo lo posible para que triunfe sobre su único contrincante con posibilidades de derrotarlo. La guerra sucia que ya estamos viendo no es sino uno más de los ingredientes para lograr este propósito. Pero la bolsa de trucos es grande e incluso puede contar con artificios cibernéticos, aunque algunos especialistas digan que son imposibles (otros dicen que sí son posibles y, a mi juicio, lo han demostrado, como lo expuse oportunamente en un libro sobre las elecciones de ese año).
A diferencia de la elección de 2006, que entre la supuesta izquierda contó con el subcomandante Marcos y su otra campaña en contra de López Obrador, en la presente elección los de la otra campaña se han mantenido al margen (si acaso todavía existen) y en su lugar surgieron, con orientación muy distinta, los estudiantes, sobre todo universitarios, y su movimiento #YoSoy132, que está por elecciones libres y transparentes al mismo tiempo que se ha manifestado en contra de la manipulación mediática y de Peña Nieto. Sin embargo, como era obvio, ya surgieron sus detractores y quienes quieren desacreditarlos desde sus columnas políticas, escritas o verbales. Aun así, el movimiento dista mucho de haberse desinflado, tanto en número como en entusiasmo. Los jóvenes han descubierto que pueden ser protagonistas de la historia, sí, de la historia, pues lo que está por decidirse en esta elección no es sólo que gane o pierda un candidato, sino un proyecto de nación distinto al que nos han impuesto los gobiernos neoliberales. Si lo logramos, será sin duda un momento histórico del que nos sentiremos orgullosos, pues el país, así como lo han puesto, no aguanta más.
PD: Conscientes de la coyuntura que vivimos y de la importancia que tienen las elecciones próximas, la Editorial Jorale/Orfila y un servidor acordamos obsequiar, en apoyo a la campaña de López Obrador y por vía de Para Leer en Libertad AC, una buena cantidad de ejemplares de mi libro México en vilo; partidos, candidatos, campañas y elecciones, referido al antes y al después de los comicios de 2006. Confío en que sea de interés para mis lectores.