Arranque de caballos finos
n dos semanas llegan a la meta. Se acabó la carrera, Y en menos tiempo, en siete días se acaba la campaña. Todo, o casi todo, según los expertos en politología y mercadotecnia, particularmente los que cultivan el cuento y desde antes de la voz de arranque declararon que estábamos ante una campaña presidencial mediática
. Y sembraron el pánico entre los del común y los seguidores de la tropa, Adelitas en la olvidada Revolución, groupies a la puerta del escenario, del ágora electrónica, donde los candidatos harían lo suyo y los señores de los poderes reales nos dirían cómo iban y, a final de cuentas, más o menos por estas fechas: quién ganó.
De cómo ganó y por qué ya se encargarán los spinners
, los que se echan ese trompo a la uña después de los debates y en la espera del hoyo negro que son las encuestas de salida, las cuentas rápidas y la búsqueda del gesto mágico, de la magia negra, desde luego, que haga caer al sistema. O su equivalente en tiempos de cólera y de un sistema a prueba de ladrones, precisamente porque así lo encargaron a los expertos ciudadanos
los que llenaron el diccionario de usos y costumbres del cesarismo y el partido hegemónico que era el punto de equilibrio, como lo fue el Senado romano para Augusto, hasta que el resentimiento de Tiberio lo redujo a la servidumbre. En dos semanas se acaba la carrera. Ya casi nadie recuerda el momento en que se integró la cuarteta de corredores; ni de la ventaja atribuida al del estado de México por los augures y los olvidadizos que saben de carreras y nada saben de corridos.
Como el de los caballos que corrieron; la parejera entre el rosillo de los pobres y el alazán de los ricos. Y de cómo perdieron su dinero los del pueblo. Motivo del ríspido grito, del reclamo válido entonces y para siempre: “Dice la Chona Guzmán: anda y vete, desgraciado. ¡Vete a robar a tu tierra!” Pasó el llamado a las barricadas de 2006. Estamos ante el plácido ejercicio de julio de 2012. Por eso y porque cada año peregrina a San Juan de los Lagos, el zacatecano Monreal resiste, rebate pacientemente a Luis Videgaray, pero deja el puñal florentino en las manos palaciegas de Gil Zuarth. Ya vendrá el 2 de julio. Por lo pronto y a pesar del arribo intempestivo de la primavera de la Santa Fe y la cruzada juvenil de los 132, prevalece el discurso de la república amorosa y Andrés Manuel López Obrador impuso el autocontrol durante el segundo debate, la resistencia pasiva a los ataques de doña Josefina Vázquez Mota, auténtica pantera, denunciante de todos los pecados de ayer y hoy.
Por las redes sociales vaga el fantasma cristero invocado por Vicente Fox y reaparecido al tomar las armas Josefina Vázquez Mota: Si tu marido no se une a la cristiada, cierra las piernas, cuentan los memoriosos más ancianos de la comarca. Particularmente en Jalisco y Guanajuato, tierra de Fox, cuna cristera. Y ahora en las redes sociales: Si tu marido no vota, nada de cuchi-cuchi
. Y si eso es resistencia pasiva, lo que provoca es una leva a la antigüita o la infidelidad marital por motivos electorales: no es por vicio, ni por fornicio... A eso hemos llegado. Pero ya se ve la meta. Dos domingos y a las urnas. Los cuatro tuvieron arranque de caballos finos. Hasta Gabriel Quadri, a quien le vieron pinta de intelectual y con eso evitaron la descalificación automática por ser candidato del Panal y decir que ni siquiera conocía a Elba Esther Gordillo, la abeja reina, la maestra milagrosa.
Los momios a favor de Enrique Peña Nieto estuvieron a punto de dar un vuelco. Pero una ventaja así resiste todo, o casi todo. En la hora de los ultramontanos, de los persignados, se implora a los santos y se invoca al mismísimo demonio. Lo que incluye a Plutarco Elías Calles, jacobino y, para colmo, autor del paso de la era de los caudillos a la de las instituciones. Y no sólo el partido, el PNR en 1929, sino la banca central y prácticamente el directorio todo del poder constituido, intocado por la transición; instituciones parcial y atrabiliariamente desmanteladas por los enterradores del priato tardío y sus herederos del Pan que no se come, de la extrema derecha infestada por el triunfalismo y entrampada por la ineficiencia y la guerra contra el crimen organizado. No digo la guerra de Calderón, porque éste ya recibió su escapulario de manos de Javier Sicilia. No se ve la salida y ya es tema del futuro gobierno.
Y de los días que restan a la campaña mediática. Generales arrestados sin ser puestos a disposición de un juez. Entre ellos, el divisionario Tomás Ángeles Dauahare, prestigiado militar y respetado en el ámbito académico. De nada vale atribuir ese arresto al mal hábito de los gobiernos panistas que han hecho del Ministerio Público una extensión de la secretaría de propaganda electoral; que detuvieron y encarcelaron a decenas de autoridades municipales del estado libre y soberano de Michoacán. Todos liberados meses después, sin habérseles probado la presunta complicidad con el crimen organizado. Dirán que ahí están hoy los indiciados tamaulipecos en los medios de difusión masiva y ante tribunales civiles del vecino del norte. Y ese es territorio bárbaro donde impera la violencia en ausencia del Estado.
Motivo adicional para inquietarse por la detención del general Tomás Ángeles Dauahare. No por haber sido subsecretario de la Defensa en los dos primeros años del gobierno de Felipe Calderón, sino por haber estado al frente de la sección a cargo de la seguridad nacional. Si, según los voceros del gobierno, se trata de la denuncia de un testigo protegido
que ya ha hecho varias y, por cierto, algunas falsas, atribuirle méritos para juzgar en los medios a quien tuvo a su cargo la seguridad nacional, conduciría indefectiblemente al desprestigio del Ejército Mexicano: si hubiere responsabilidad penal del general Ángeles, resultaría que el crimen organizado tiene en su poder los archivos de la seguridad nacional. Si nada le prueban, habrían dado por hecho fallas inexistentes en la salvaguarda de la seguridad nacional.
Win-win, decía Carlos Salinas de sus propuestas a los dueños del dinero. Lose-lose, dirían los neoconservadores de Los Pinos a la guardia pretoriana de Felipe Calderón. Hoy es senador panista, Diódoro Carrasco, secretario de Gobernación de Ernesto Zedillo durante el interregno de la entrega-recepción del aparato gubernamental. El oaxaqueño pidió a su jefe entregar personalmente la información de Bucareli, del ministerio del interior, al presidente electo y no a un enviado. Y así se hizo. Un largo recorrido, una prolija explicación y, después de más de dos horas, Vicente Fox salió de ahí sin entender la diferencia entre seguridad pública y seguridad nacional.
Por lo visto, hizo escuela. A pesar de que Cuauhtémoc Cárdenas subió a tribuna oficial para precisar que corresponde a la autoridad civil hacerse cargo de la seguridad pública. A pesar de los discursos en los que el general Galván pide al presidente Calderón dé al Ejército el marco jurídico para actuar en ese ámbito. A dos semanas de la elección, Enrique Peña Nieto invita a afamado policía colombiano a colaborar en el combate al crimen organizado: ¡Traición! No confía en los generales mexicanos
, dicen.
Gane quien gane, tendrá dos meses para distinguir entre seguridad nacional y seguridad pública. Y hacerle caso a Cuauhtémoc Cárdenas. Aunque algún perdedor recuerde el grito de la Chona Guzmán.