El futuro de Grecia
l ambiente electoral inunda hoy cada rincón. Las marchas y concentraciones de protesta que colmaron las calles durante más de dos años han cedido lugar a la propaganda política de las principales fuerzas que contienden por el nuevo gobierno de Grecia, por segunda ocasión en menos de dos meses, en medio de la crisis económica más apremiante en la historia de ese país y de la campaña de pánico generalizada por si Grecia sale de la zona euro
. Se han incrementado en días recientes los rumores de que en caso de que gane la izquierda –representada por Syriza– se paralizará la economía, no se podrá sacar dinero ni de los cajeros automáticos y se impondrán corralitos como en Argentina.
En las calles se discuten las posibilidades, y algunos se declaran con esperanza en otra opción. Syriza, que hasta hace unos meses no representaba ningún peligro para sus contendientes –en los comicios de 2009 sólo obtuvo 4 por ciento de la preferencia electoral–, hoy significa el mayor peligro
para su país: la amenaza, la fuga de capitales, dicen sus adversarios.
La campaña en los grandes medios de comunicación locales e internacionales es apabullante: Syriza, dicen, traerá empeoramiento de las condiciones sociales y económicas, el crecimiento de la criminalidad y la violencia, más inseguridad y más incertidumbre. La propuesta del candidato Alexis Tsipras es contundente: no a la salida de la eurozona y no a las medidas impuestas de austeridad.
A dos días de los comicios, los electores se declaran desesperados, enojados, sin horizonte; de ahí, dicen, el castigo a los partidos que provocaron el colapso económico, empezando por el saliente socialista.
La crisis en los pasados tres años ha significado que la mitad de la población no tenga trabajo o que sólo trabaje dos o tres días a la semana, la disminución significativa de los servicios de salud, la asfixia del sistema educativo, la pérdida de garantías sociales que se traduce, por ejemplo, en que un pensionado tenga que decidir si compra comida o medicamentos. Hay más de un millón de desocupados, sin contar a quienes trabajan por la mitad del salario. Y, lo peor, no pronostican que la situación cambie en los próximos años. Todos lo saben.
La incertidumbre electoral predomina. Los encuestadores están confundidos. No saben, dicen, si hay un problema con las muestras; si las consultas están mal elaboradas, si la población no quiere responder y les toma el pelo o si los griegos se mueven de una elección a otra en cuestión de minutos. Esto, a menos de 48 horas de que se decida el futuro inmediato de Grecia, que repercutirá en el destino de la eurozona.
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