oy es un día en el que será muy gratificante mirar al cielo. Un espectáculo maravilloso podrá ser visto teniendo como fondo la circunferencia solar. Venus, La dorada, como la llamaban los dioses en las traducciones latinas de los poemas homéricos, paseará coqueta frente a nuestros ojos. El planeta que lleva el nombre de la diosa –sin duda la más bella del Olimpo– recorrerá por varias horas un trayecto entre el Sol y nosotros, compartiendo generosamente su hermosura.
El tránsito de Venus, como lo llaman los astrónomos, es un fenómeno relativamente raro, pues ocurre por pares (con un intervalo de 8 años entre cada evento), después hay que esperar más de un siglo hasta que se presente el siguiente par. El primer paso de ese planeta en el siglo XX ocurrió en 2004, y el siguiente de esta dupla, podrá ser visto precisamente hoy a partir de las 17, hora del centro. Después, habrán de transcurrir 105 años para que la pareja de acontecimientos pueda ser observada nuevamente, en 2117 y 2125. Así, esta es la última oportunidad que tiene nuestra generación para apreciar este prodigio.
Venus, el nombre asignado a este planeta, era para los antiguos romanos la diosa de los jardines y los huertos. Deidad reconocida por diversas culturas, para algunos es la misma Ishtar venerada en la antigua Mesopotamia y Astraré entre los fenicios. Los romanos fusionaron a Venus con la Afrodita de origen griego. Era la diosa de la belleza y madre del amor, pero al mismo tiempo de los amores ilegítimos, los placeres y los vicios.
Las primeros cálculos sobre el tránsito de Venus son atribuidos a Johannes Kepler, quien estimó que éste ocurriría en 1631, pero murió un año antes de que pudiera corroborarse su predicción. A su nombre se suman los de otros grandes observadores del siglo XVII, como el de Pierre Gassendi, Jeremiah Horrocks y Edmund Halley, quien se dio cuenta de que la sincronización cuidadosa de los tránsitos podría ser útil para determinar la distancia entre la Tierra y el Sol, lo que permitiría obtener la escala de distancia absoluta de todo el sistema solar. Se trataba de uno de los mayores desafíos científicos en ese tiempo y condujo, desde el siglo XVIII, a la realización de grandes expediciones para medir con exactitud el fenómeno desde distintos puntos de la Tierra. Para algunos astrónomos actuales como Owen Gingerich, el tránsito de Venus marca el inicio de la gran ciencia internacional.
De acuerdo con la mitología, la diosa estuvo casada con Vulcano, pero cometió numerosas infidelidades con dioses y mortales. Son bien conocidos sus amores con Marte, Adonis, Dionisos, Hermes, Poseidón y Anquises, entre otros. Además de ser adorada, Venus era también una deidad temida, pues sus venganzas podían ser terribles. Así obligó a las hijas del rey Ciniras a prostituirse y castigó a las mujeres de Lemmos infundiéndoles un olor horrible que llevó a sus maridos a rechazarlas. Pero su principal virtud era, sin duda, su belleza inmortal, que ha quedado plasmada en obras como la del pintor renacentista Sandro Botticelli, en leyendas sobre una montaña en Alemania habitada por la diosa, que luego quedó inmortalizada en la nomenclatura anatómica referida al Monte de Venus.
La observación del tránsito del planeta se convirtió en una empresa que también ha dejado una honda huella en la historia de la astronomía mexicana. En 1769 la expedición realizada por el astrónomo francés, Jean Chappe d’ Auteroche, tuvo como sede Baja California, y contó con la participación del astrónomo mexicano Joaquín Velázquez de León. Sus resultados fueron exitosos, aunque con un costo humano elevado por una epidemia que cobró la vida a 11 personas, entre ellas la del propio D’ Auteroche. Luego, en 1874, el sitio ideal para la observación fue Asia, y tuvo lugar la primera misión astronómica mexicana en Yokohama, Japón, encabezada por Francisco Díaz Covarrubias. Estas experiencias desempeñaron un papel trascendente en el desarrollo ulterior de la astronomía y de la ciencia mexicanas.
Aunque en la actualidad se considera escasa la trascendencia científica del fenómeno, pues los astrónomos ahora pueden medir las distancias del sistema solar con mucha más precisión que con la técnica del tránsito, las observaciones que realizarán hoy los expertos pueden ayudar a la mejor comprensión de los exoplanetas, es decir, aquellos que giran alrededor de estrellas lejanas.
Venus, el planeta más cercano a la Tierra que en ocasiones podemos ver brillar aun en el día (es nuestro Lucero del alba), aparecerá hoy con la belleza y desdén de la diosa, como un lunar moviéndose pausadamente en la superficie del Sol. Es muy importante advertir que como su desplazamiento es sobre el disco solar, la observación debe realizarse a través de lentes o filtros especiales, para evitar daños en la vista… Aunque, como un día escribió el poeta Javier Molina: No quedaron ciegos por mirar al Sol, sino por mirarse a sí mismos
.