annes, 27 de mayo. A pesar de que la opinión de la crítica ante Post tenebras lux fue dividida, el jurado presidido por el cineasta italiano Gianni Moretti le otorgó el premio a mejor director a Carlos Reygadas por su cuarto largometraje. Eso, sumado al triunfo de Michel Franco por su Después de Lucía en la sección Una Cierta Mirada, confirman otro año de estupenda cosecha para la cinematografía nacional. Tomando en cuenta su anterior premio del jurado por Luz silenciosa (2007), Reygadas se convierte así en el realizador mexicano más premiado en la historia de Cannes.
Ya buscándole pretextos al chovinismo, podría decirse que hubo presencia mexicana en las ganadoras de las otras secciones: en la Quincena de Realizadores fue No, del chileno Pablo Larraín, coproducida por nuestro país y protagonizada por Gael García Bernal, mientras en la Semana de la Crítica el primer premio fue para Aquí y allá, del español Antonio Méndez Esparza, sobre un tema mexicano: el regreso de trabajadores migrantes a su tierra.
Por otro lado, parecía inconcebible que el jurado oficial no le diera la Palma de Oro a Amour, de Michael Haneke, ya que desde su primera proyección se mencionaba como la candidata más fuerte al describir, en términos íntimos y honestos, el agónico fin de una pareja de octogenarios. Así, el severo director austriaco se une al enrarecido grupo de colegas –Bille August, Francis Ford Coppola, los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne, Shohei Imamura, Emir Kusturica y Alf Sjoberg– que llevan dos Palmas de Oro en su haber. Lo singular es que apenas en 2009 Haneke había recibido la primera por El listón blanco; nadie lo había logrado en tan poco tiempo.
Donde sí se vio cierta mano negra de Moretti fue en la premiación de Reality, de su paisano Matteo Garrone, con el Grand Prix (el segundo lugar). La película semicómica no había convencido a la crítica en su intento por satirizar a la televisión actual y el concepto de la fama instantánea. Por cierto, es el segundo Grand Prix para Garrone, quien hace unos años lo obtuvo en forma más merecida por Gomorra (2008).
En términos numéricos la otra gran ganadora fue la rumana Dupa delauri (Más allá de las colinas), de Cristian Mungiu, al obtener el premio a la mejor actriz en ex aequo para sus protagonistas Cristina Flutur y Cosmina Stratan, así como el premio al mejor guión, debido a Mungiu. (Es raro que un solo título se lleve más de un premio en categorías diferentes.)
Inobjetable también es el premio al mejor actor para el danés Madds Mikkelsen, por su interpretación del tímido profesor acusado de pederastia en Jagten (La cacería), quizás la película más convincente de Thomas Vinterberg a la fecha.
Finalmente, el premio de consolación, el del jurado, fue para The Angels’ Share (La porción de los ángeles), la complaciente comedia del británico Ken Loach que, para muchos, fue la película feel good del festival.
La gran sorpresa fue el ninguneo a las tres participantes francesas. Al menos, se rumoraba desde el principio que De rouille et d’os (Óxido y hueso), de Jacques Audiard, iba por la grande. (Ahora bien, no olvidemos que Francia participa como país coproductor en un buen porcentaje de los títulos en competencia. Así sucede con seis de las siete ganadoras, incluyendo a la mexicana Post tenebras lux).
Y si bien la nutrida representación estadunidense se fue con las manos vacías en la competencia, la Cámara de Oro fue para Benh Zeitlin, el debutante director de Beasts of the Southern Wild (Bestias del salvaje sur), producción independiente que ya había ganado el gran premio del jurado en el pasado festival de Sundance y aquí fue programada en Una Cierta Mirada.
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