l pasado sábado, en las librerías italianas se puso a la venta el libro Su Santidad: las cartas secretas de Benedicto XVI, de la editorial Chiarelettere, del periodista milanés Gianluigi Nuzzi, quien reproduce más de cien documentos privados del Vaticano sobre diferentes asuntos delicados e internos, a lo largo de 352 páginas, en que muestra cartas confidenciales al Papa y al secretario de Estado del Vaticano, cardenal Tarcisio Bertone. El texto pone en evidencia no sólo la corrupción en Roma, sino que pone en una posición vulnerable al propio Benedicto XVI.
El libro será objeto de litigio, pues el Vaticano anunció una demanda penal; siente que su silencio ha sido violado; no oculta su disgusto contra Nuzzi, periodista de 42 años, conductor del programa televisivo Los intocables. De manera virulenta inicia el comunicado vaticano: “La nueva publicación de documentos de la Santa Sede y de documentos privados del Santo Padre no se presenta más como una discutible –y objetivamente difamatoria– iniciativa periodística, sino que asume claramente el carácter de acto criminal”. El libro muestra descomposición institucional, luchas de poder y traiciones en el seno de la curia. El epicentro de la discordia está dirigido contra Tarcisio Bertone, el número dos, el secretario de Estado, pues goza de toda la confianza del papa Ratzinger, quien es su mentor y maestro.
Los documentos desnudan muchas intervenciones de Roma. El libro analiza escándalos propiamente italianos en su mayoría, como el que se desencadenó en 2009 que llevó a la renuncia de Dino Boffo, director del Avvenire, el periódico de la conferencia episcopal italiana, por una serie de informaciones difamatorias internas de supuesta homosexualidad publicadas en la prensa. Corrupción en el palacio sacro, caso de monseñor Carlo Maria Vigano; la evasión al fisco, caso de Ettore Gotti Tedeschi, presidente del banco vaticano IOR. Reuniones secretas del Papa con el presidente italiano Giorgio Napolitano tendientes a presionarlo para sostener la familia tradicional, así como bloquear temas de eutanasia. Manejos opacos y de espionaje contra Silvio Berlusconi. Y, por supuesto, el encubrimiento a Marcial Maciel y a los legionarios en tiempos de Benedicto XVI, cosa que había negado no sólo la curia sino el propio Benedicto XVI. El Papa queda muy expuesto en las revelaciones del capítulo titulado: “Cl, Legionari, lefebvriani, atolli dell’Imperio” (189-225 pp) requiere un comentario más amplio, pues hasta Velasio de Paolis está implicado en esta voluntad de no creer. Con estos documentos recientes que ponen en evidencia la omertá, es decir, el silencio cómplice como identidad y modus operandi de una institución contaminada que requiere ser purificada.
El fondo de la trama de los Vatileaks, o fuga de documentos secretos en la curia vaticana, es la ruptura del pacto conservador que llevó a Benedicto XVI al pontificado en 2005. Los cardenales conservadores del cónclave apuestan en Benedicto XVI por la continuidad y mantener unida la Iglesia para enfrentar la crisis de vocaciones y debilitamiento de fieles en el mundo, así como resistir y enfrentar al mundo secular hostil. Dicho pacto sumaría a los poderosos movimientos y congregaciones globales como Opus Dei, Comunión y Liberación, la Legión de Cristo, la Comunidad de San Edgidio y la apertura malograda a los lefebvristas iba en ese sentido. El pacto se fractura por la severa crisis mundial mediática de la Iglesia católica 2009-2010, en torno a los diferentes casos de abuso sexual de clérigos a menores. Este tsunami se convirtió en un golpe letal para la Iglesia, sólo comparable, según el teólogo suizo Hans Kung, con la reforma protestante del siglo XVI. La complicidad y protección quedó en evidencia, sobre todo aquellos funcionarios de curia en tiempos del papa Juan Pablo II. La doble perversión de la Iglesia, según el vaticanista italiano Giancarlo Zízola surge como la punta de un iceberg. La perversión sexual y la perversión del poder. Las perversiones sexuales están vinculadas a los desenfrenos políticos de la Iglesia. Maciel es el ejemplo extremo de cómo la Iglesia sacraliza el poder. Los bandos se abren y luchan entre sí. Por un lado la vieja guardia wojtyliana que va perdiendo posiciones y poder en la curia es comandada por Angelo Sodano, el actual decano del colegio cardenalicio. Es el conservadurismo político, llamado también los diplomáticos
, porque buen número ha salido de la prestigiosa escuela diplomática en la Plaza Minerva en Roma. El otro grupo, encabezado por el saleciano Tarcisio Bertone, cercanísimo al Papa, el conservadurismo aquí, es más teológico, doctrinal y cultural. Paolo Rodari, vaticanista del Foglio en su último artículo afirmó: “La gestión ‘menos diplomática y más evangélica de Bertone’ generó mucha molestia a la vieja guardia. Algunos, de hecho, también han contribuido a los errores de Bertone. Especialmente en los primeros cinco años de Ratzinger no lo apoyaron adecuadamente para cuajar un impulso más profético e iluminado del Papa. En cambio, el Papa ha promovido en el lugar de la curia romana, históricamente en manos de los diplomáticos, a un monseñor salesiano sin ninguna experiencia romana que agudiza de esta manera la distancia entre su gobierno y el liderazgo de la edad” (Giornale Domenica, 20/5/12). Sin embargo, ya se habla que para el próximo año habrá cambios en la secretaría de Estado. Bertone se tambalea.
El Papa acaba de confesar que ha pasado noches muy oscuras
en este pontificado. Está pagando muy caros los escándalos que lo persiguen y en el tapete se cuestiona una violencia sacra. Hace algún tiempo Benedicto XVI sentenció que en un mundo donde la mentira predomina, la verdad se paga con sufrimiento. La exposición pública de estos documentos revela muchas traiciones, conspiraciones y mentiras de la propia curia como la referencia bíblica de los mercaderes del templo. El Papa ha aceptado, en función de la unidad, compromisos y silencios. Los textos del Vatileaks, como fenómeno mediático contemporáneo, nos exponen los escándalos de la tentación del poder muy alejados de la humildad y la libertad que otorga el espíritu. El libro de Gianluigi Nuzzi sin duda es un texto irritable, tan incómodo como la verdad.