Obama apoya al francés Hollande, quien pugna por impulsar el crecimiento
Sábado 19 de mayo de 2012, p. 29
Washington, 18 de mayo. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, presionó este viernes a Europa para que gire hacia una política más propensa al crecimiento y se aleje de la austeridad, con el fin de frenar una crisis que amenaza con expulsar a Grecia de la zona euro y causar consecuencias en todo el mundo.
Obama inauguró esta noche la cumbre del G-8 (grupo de las ocho economías más industrializadas) en Camp David, residencia de descanso de los presidentes estadunidenses, ubicada a 100 kilómetros de Washington.
El presidente estadunidense recibió en atuendo informal a los dirigentes de la Unión Europea, José Manuel Barroso y Herman van Rompuy, así como a los líderes de Gran Bretaña, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón y Rusia. El presidente de Francia, Francois Hollande, vestido formalmente, fue el último en entrar a la residencia campestre presidencial.
Marcando el tono para la cumbre del G-8 de este fin de semana, Obama dejó claro que se alinea con los esfuerzos de Hollande, en favor de más estímulos económicos en la eurozona, plagada por la recesión, en lugar de enfatizar los programas de recortes de gastos defendidos por Alemania.
En momentos en que el bloqueo político en Grecia hace temer un regreso del país al dracma como moneda y abandonar el euro, Hollande subrayó que él y Obama tienen la misma convicción de que Grecia debe permanecer en la zona euro
.
La postura de Obama refleja su temor a que el contagio de la eurozona, que amenaza el futuro de su moneda única, dañe la débil recuperación de la economía estadunidense y sus propias posibilidades de relección en noviembre.
Luego de reunirse en la Casa Blanca con Hollande, Obama dijo que los dos están de acuerdo en que abordar la crisis de la eurozona es “un asunto de extraordinaria importancia, no sólo para la gente de Europa, sino también para la economía mundial.
Esperamos una discusión fructífera hoy y mañana con otros líderes del G-8 sobre cómo podemos manejar una aproximación responsable a la consolidación fiscal que esté aparejada con una agenda de crecimiento
, declaró el mandatario anfitrión.
Desde que llegó al poder en 2009, en el momento más grave de la peor crisis económica en las últimas décadas y luego de haber promulgado un plan de ayuda masivo, Obama instó a los europeos a trabajar por el crecimiento, pero muchos se negaron, incluyendo aliados tan cercanos como el premier británico David Cameron.
Si bien la economía estadunidense sigue siendo frágil, con una tasa de desempleo de 8.1 por ciento –tres puntos superior a lo que era antes de la crisis de 2008–, Obama intenta convencer a los europeos de adoptar una política de reactivación similar a la suya, que implicó una inyección de 800 mil dólares en la economía.
De cara a la elección presidencial –el 6 de noviembre–, en la que disputará un segundo mandato, Obama dice con frecuencia estar preocupado por los vientos adversos
que Europa le propina a la actividad económica de Estados Unidos.
Por su parte, Hollande, que tomó posesión de la presidencia francesa el pasado martes, intenta suavizar la austeridad con más inversiones en infraestructura que cree empleo.
La canciller alemana, Angela Merkel, que ha insistido en la necesidad de una dura disciplina fiscal para recortar los asfixiantes niveles de deuda en la eurozona, podría verse cada vez más sola en la cumbre del G-8, que comenzó este viernes en Camp David, en Maryland.
Esta noche los líderes de las principales ocho economías del planeta tuvieron una cena. En el encuentro, Cameron, que ha ido redoblando sus llamadas a que Europa haga más por resolver la crisis, insistirá en que deben trabajar juntos para que los problemas dejen de extenderse al resto del mundo, según dijo un asesor.
El primer ministro canadiense, Stephen Harper, ha sido crítico habitual a las políticas de austeridad. De los miembros de la eurozona con presencia en el G-8, el primer ministro italiano, Mario Monti, pedía profundas medidas de crecimiento incluso antes de que lo hiciera Hollande. Eso podría dejar sola a Merkel, que insiste en que los programas de recortes de gastos no pueden diluirse.