En los recientes 30 años, el mercado laboral mexicano se convirtió en un generador de pobreza y un mecanismo que profundiza la desigualdad social, advirtieron especialistas de organismos internacionales e investigadores de diversos centros de estudio en el país, al participar en el foro Brechas y Desigualdades del Empleo en México, convocado por la Conferencia Interamericana de Seguridad Social.

David Kaplan, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), lamentó que en el país se dé el fenómeno de ciudadanos con habilidades, pero sin oportunidades, lo cual redunda en que contar con estudios profesionales o una especialización técnica no es garantía de obtener un empleo decente, a lo que se suman otros elementos que impiden la inclusión laboral y el crecimiento del país.

Entre otros, dijo, las altas cuotas de seguridad social para algunas empresas, que los empleados no ven reflejadas en una mejora en el servicio, o el elevado costo de las liquidaciones que significan un desembolso oneroso para las compañías, pero que no representan para el trabajador una mejora sustancial en su modo de vida.

El investigador del BID se pronunció por una mayor inversión en el capital humano y en la productividad laboral, así como en la generación de empleos como ejes para propiciar el crecimiento de la economía nacional.

Regina Gilhardi, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), lamentó que gobiernos, como el de México, mantengan una política basada en el control del déficit público, que no contribuye a crear empleos, y en cambio produce efectos como los que ya se aprecian en países del sur de Europa, España en particular.

Graciela Bensusán, profesora e investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y de la Universidad Autónoma Metropolitana, condenó que se diga en la publicidad que la reforma laboral –impulsada en el Congreso por PRI, PAN y las cúpulas empresariales– es estructural, cuando se trata de una reforma superficial que defiende la flexibilidad laboral, que ya mostró su ineficiencia en naciones europeas y latinoamericanas con altos índices de desempleo.

Llamarla estructural no es más que un abuso del lenguaje, insistió la investigadora, quien dijo que para tener cierto sentido debería ajustarse a legislaciones económicas y financieras.

Los especialistas, reunidos en el hotel Saint Regis del Distrito Federal, convinieron en que en las dos décadas recientes la pobreza y la persistente desigualdad continúan siendo desafíos claves que enfrentan países en desarrollo, como México.

Por sí solo, el crecimiento económico no garantiza que quienes viven en pobreza y marginación vayan a beneficiarse de este proceso, insistieron tras recordar que de la población económicamente activa en México 18 millones tienen un empleo formal mientras 26 millones trabajan en la informalidad, que equivale a decir que la mitad de los trabajadores no tienen prestaciones sociales completas. Además, 46.2 por ciento de la población vive en algún tipo de pobreza.