Precio y límite de rescrituras, las desventajas para los usuarios
Martes 24 de abril de 2012, p. 38
Berlín, 23 de abril. Para muchos usuarios de computadoras personales (PC), los discos duros sólidos (SSD, por sus siglas en inglés) son lo mejor que podía haberles ocurrido. Pero estas modernas memorias flash, tan rápidas y silenciosas, no son baratas y tienen también sus caprichos. Aunque muchas de sus deficiencias pueden ser subsanadas con las herramientas y los ajustes adecuados.
Las memorias SSD son la mejor forma de exprimir hasta la última gota el rendimiento de una PC. Debido a que carecen de partes móviles, estos discos, basados en memorias flash, trabajan de forma sumamente silenciosa y mucho más rápida y estable que los ya conocidos discos duros de placas magnéticas.
“Los discos SSD son absolutamente recomendables para las PC de escritorio y laptops, porque aceleran notablemente el trabajo”, señala Nils Raettig, especialista de la revista alemana PC Praxis. Sus mayores ventajas residen en sus altas tasas de transferencia, pues la PC y todos los programas instalados arrancan de manera casi instantánea
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En el mercado hay discos SSD en formatos de 2.5 y 3.5 pulgadas. Quien desee modernizar su PC con una de estas memorias, debe primero constatar qué formato se adecua a su equipo. Los modelos más pequeños suelen venderse con un marco que les permite adaptarse también a un espacio de 3,5 pulgadas. Adicionalmente hay que confirmar el tipo de conexión: quien quiera usar un disco SSD con el nuevo estándar SATA III necesita disponer del controlador correspondiente en la placa base. Es cierto que hay tarjetas especiales para conectar placas SATA III en otros PC, pero se pierde la ventaja en velocidad frente a otros discos SSD.
La mayor desventaja de los discos SSD es su precio, relativamente alto. Un SSD de 64 gigabytes (GB) cuesta actualmente unos 75 euros (98 dólares), mientras por uno de 240 GB hay que pagar alrededor de 250 euros (327 dólares). Esto suena a mucho dinero en comparación con los discos duros tradicionales, de los cuales hay de dos terabytes por sólo 125 euros.
Quien no quiera gastar tanto puede usar un SSD pequeño sólo para mantener el sistema operativo, mientras guarda la música, las películas y demás programas en un disco duro tradicional. En este caso, el sistema trabaja más rápido, es más silencioso y los datos no ocupan un valioso espacio de almacenamiento. La inversión en todo caso vale la pena. Porque un disco duro normal necesita hasta de 10 milisegundos para transmitir los datos, mientras un SSD, en cambio, hace lo mismo en 0.2 segundos. Otra ventaja es que estas memorias no se ven afectadas por los movimientos bruscos ni por los cambios de temperatura.
Además del precio, hay otras desventajas. Cada bloque de memoria en un SSD sólo permite ser rescrito una cantidad limitada de veces y, por tanto, su vida es corta. Por esta razón, los discos SSD tienen controladores especiales que reparten el material de manera uniforme entre todos los bloques de memoria. Cuanto más actual sea el firmware, mejor funcionará lo que técnicamente se conoce como wear leveling (reparto del desgaste) y una actualización regular es también conveniente.
Además, para reducir la cantidad de operaciones de escritura, hay que ajustar debidamente el sistema operativo. Esto se logra con relativa facilidad con Windows 7: la versión actual de este sistema de Microsoft reconoce los modernos discos duros al ser instalados y adapta de manera correspondiente las particiones y los ajustes del sistema. Pero si el sistema no es instalado, sino sólo copiado en el nuevo disco, no trabajarán de manera óptima ni disco duro ni Windows.
Esto se manifiesta, por ejemplo, en el sistema de archivos: si el usuario borra datos en Windows, éstos permanecen guardados en el disco duro (el sistema operativo sólo borra su mención). Los datos sólo son sobreescritos cuando hay necesidad de ocupar ese lugar. Esto no funciona en un disco SSD: aquí hay que borrar un bloque de memoria completo antes de que pueda ser rescrito. Pero Windows 7 domina esta tecnología y comunica al SSD que bloques de memoria pueden ser borrados.
Muchos discos SSD poseen también su propia tecnología, mediante la cual los bloques de memoria desocupan y borran espacio libre. Esta técnica se llama garbage collection (recolección de basura). Para saber si un disco respalda también este recurso, puede usarse el programa CrystalDiskInfo.