arece increíble. Justo cuando la crisis apunta a la bancarrota de los modelos y las recetas económicas desde arriba, cuando las supuestas bondades del libre comercio
y del crecimiento sinfín quedan al desnudo, y mientras resulta que lo que falta es más democracia, hay donde se pretende construir realidades sociales con base en aquellos elementos ideológicos.
Es el caso de las llamadas ciudades modelo (charter cities), enclaves privados de industria, comercio y finanzas con sus propias leyes, sistema fiscal, policía, etcétera, que el gobierno hondureño quiere poner bajo la supervisión de su promotor, el economista estadunidense Paul Romer.
Al final es él quien acuñó aquel dicho que cobró vida entre los políticos y economistas neoliberales: una crisis es algo que es terrible desperdiciar
.
Teórico del modelo endógeno del crecimiento económico
y de la nueva teoría del crecimiento
que enfatiza la importancia de las ideas
para el desarrollo, Romer dice a los países pobres que su problema son las malas reglas
y la falta de libertades para crear riqueza
. Y da su receta, un modelo para armar: una ciudad al estilo de Hong Kong o Singapur, construida desde los cimientos y basada en buenas reglas
que garantizan inversiones (o sea democracia restringida, flexibles normas laborales, sueldos mínimos, acceso ilimitado a los recursos naturales).
Casi lo logró en Madagascar, pero lo frenó el golpe de Estado a principios de 2009 (ocasionado, entre otros, por los planes gubernamentales de vender la tierra cultivable a las compañías extranjeras). Pero el otro golpe en Honduras en junio de 2009 le dio otra oportunidad: los golpistas que desde la deposición de Manuel Zelaya emprendieron una política de despojo, a fin de entregar el país al capital privado, se enamoraron de sus ideas.
En enero de 2011 el Congreso cambió sin ninguna consulta la Constitución para crear las Regiones Especiales de Desarrollo (RED), donde se construirán las ciudades. Cada una ocupará unos mil kilómetros cuadrados y albergará unos 10 millones de habitantes (toda Honduras tiene ocho...).
Habrá al menos dos. La primera en Trujillo, en el norteño departamento de Colón (nombrado tras el famoso navegante que allá tocó la tierra). El problema es que es un territorio del pueblo garífuna, que tras su expulsión de San Vicente, en 1797, pobló las costas del Caribe mesoamericano conservando el idioma y tradiciones de los arawak, caribes y de los esclavos africanos.
Hay muy poca información, pero por lo que ya sabemos, no nos gusta nada la idea. Aquí no habrá trabajo. Las empresas traerán a su propia gente
, me dice Evaristo Pérez, maestro de la secundaria, coordinador de la Organización Fraternal Negra Hondureña (Ofraneh) y director de una radio comunitaria en Trujillo.
Tampoco se nos ha consultado, tal como lo estipula el Convenio 169 de la OIT, al respeto de los pueblos indígenas
, añade, ya que las autoridades ven a los garífunas como afrodescendientes (además de la RED sus tierras están amenazadas por un megaproyecto turístico Banana Coast).
Para Ofraneh las ciudades modelo son una vuelta al colonialismo: una resurrección de William Walker
(filibustero que establecía republiquetas privadas en la región y terminó fusilado en Trujillo en 1860) y una nueva modalidad de la república bananera
(término acuñado por O. Henry en Cabbages and kings, 1904, de hecho luego de vivir en Trujillo), un Estado servil y dependiente.
Y por si fueran pocas las coincidencias, la aprobación de las RED ocurrió un siglo después de la invasión en la bahía de Trujillo perpetrada por el magnate bananero Sam Zemurray y el ex presidente Manuel Bonilla (fundador del Partido Nacional, actualmente gobernante), que entregó el país a las compañías estadunidenses.
Las ciudades modelo no sólo significarán la creciente desmantelación del Estado (la distopía corporativa pretenderá modelar el resto del territorio a su semejanza), sino que su creación es posible gracias a que Honduras después de 2009 se volvió un Estado disfuncional, sumergido en la violencia política y criminal.
En este sentido, ¿no será que las malas reglas
que impiden su desarrollo, tienen que ver más que con el déficit del clima pro negocios, con la falta de las libertades democráticas y la dominación de la oligarquía que inspiró el golpe?
Como subrayan varios analistas, el capitalismo que parecía casado
con la democracia hoy prescinde de ella para garantizar mejor la acumulación del capital. Es el caso de la crisis y sus soluciones
y sobre todo de Singapur, que forjó el modelo del capitalismo autoritario
, admirado por Romer y por los políticos hondureños que quieren emularlo (lo hizo, por ejemplo, China).
Según Peter Sloterdijk, si a alguien en el futuro se construirán los monumentos es al ex primer ministro singapurense Lee Kuan Yew, su artífice.
No extraña que también libertarianos, fans de Ayn Rand, que creen que el capitalismo es incompatible con la democracia (y optan por el primero), están haciendo cola para echar una mano en la construcción de las ciudades modelo, un monumento tanto a las nefastas tendencias actuales del capitalismo como a su oscuro pasado colonial.
*Periodista polaco. Desde Trujillo.