stuve varios días en Estados Unidos, dando conferencias y departiendo con los estudiantes y profesores de las universidades de Chicago y Loyola, gracias al convenio establecido entre el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes –a través del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes– y varias universidades, Brown, el sistema universitario de California...
La ciudad espléndida, el sol brillante, un frío y un viento razonables, el lago y el río en plena forma y en la avenida Michigan, la Magnificent Mile
, tiendas y esculturas. Tuve la suerte de admirar la dedicada a Marilyn Monroe, concebida por el escultor Seward Johnson, de quien también se había erigido hace algún tiempo otra estatua provisional, la que celebra el famoso cuadro del pintor Grant Wood, con el retrato de un granjero de Iowa, acompañado de su hija, ahora en el Museo de Bellas Artes. Marilyn Monroe, en una de sus más famosas poses, la de la película La comezón del séptimo año, con su falda blanca volando y los transeúntes colocándose entre sus piernas para retratarse y admirar sus calzoncitos adornados con encaje. Hay muchas otras estatuas importantes en Chicago, las de Picasso, Miró, Calder, y el llamado Frijol de Anish Kapoor, enorme espejo donde se reflejan todos los edificios que rodean el lago.
En el Museo de Bellas Artes me detuve especialmente en un cuadro de Edward Hopper, representa un café tradicional de una ciudad populosa de Estados Unidos, desierta y a altas horas de la noche, donde acodados frente a un mostrador aparecen solitarios y melancólicos dos hombres con sombrero y una mujer vestida de rojo, mirando sin ver a un mesero atareado en las labores de su oficio. Me dio nostalgia, me la contagiaban esos personajes nocturnos y la verificación de que están desapareciendo esos establecimientos de las ciudades del país vecino; allí se podía desayunar jugo de naranja helado, huevos estrellados con papas estilo hash brown, pan blanco tostado, mermelada, un café aguado y lechoso, y las meseras presentaban el menú acariciando a los clientes con su pegajoso acento donde podían descifrarse las palabras honey o sweetie. Hoy abundan los libres servicios deshumanizados, con sus vitrinas repletas de platillos fríos o calientes para consumir allí o llevarlos en envases de plástico que contaminan, mientras en los hoteles se bombardea a los clientes con letreritos en los que se pide utilizar, mientras se permanezca en la habitación, las mismas sábanas y toallas con el objeto de preservar a nuestro planeta del calentamiento global, petición que las camareras nunca respetan aunque los huéspedes pretendan cumplirla. En el hotel leí una novelita de suspenso de Eric Ambler y hojée un Elle francés, me llamó la atención una modelo, hija de Mike Jagger, llamada Georgia May, cuyos dientes son como los de los vampiros.
Me interesaba sobremanera ver en el museo una exposición fotográfica dedicada a Claude Cahoun, una artista francesa casi desconocida afiliada al surrealismo, quien desde los años 20 del siglo XX y mucho antes que Cindy Sherman se autorrepresentó en diversas posturas y vestimentas, desafiando todos los modelos de género, ahora muy visitados con el título de Queer and gender Studies
, donde hay críticos tan interesantes como la filósofa Judith Butler.
Leo en el catálogo: Claude Cahun y Marcel Moore formaron una pareja extraordinaria, vivieron, trabajaron y se amaron durante más de cuarenta años. Cahoun y Moore son los seudónimos de Lucy Schwob y Suzanne Malherbe, hermanastras debido al matrimonio del padre de Schwob y la madre de Malherbe, cuando las niñas eran adolescentes. Tuvieron una vitalicia, honda y devota relación
: un incesto perfecto.
Sobrina del gran escritor Marcel Schwob, tan admirado por Borges, Cahun frecuentó a los más importantes escritores y artistas de su tiempo: los hermanos Gourmont, Paul Valéry, Gide, Farge, Jean Jacques Prévert, André Breton, Michaux, Cocteau, Robert Desnos, Aragon, Apollinaire, Paul Claudel, Saint Pol Roux, Verhaeren, Jarry, Léautaud, Segalen...
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