Se muestran cinco series, entre ellas Los caprichos
El recinto continúa su misión de estudiar, conservar y difundir el arte europeo
Martes 17 de abril de 2012, p. 5
La serie gráfica Los caprichos, del artista aragonés Francisco de Goya y Lucientes, se expone en el Museo Nacional de San Carlos (Puente de Alvarado 50, colonia Tabacalera) desde el viernes 13, como parte de la misión del recinto con el estudio, conservación y exhibición del arte europeo.
La obra gráfica de Goya comprende cinco series: Los desastres de la guerra, La tauromaquia, Los disparates o Proverbios, Los toros de Burdeos y la más antigua y estudiada, Los caprichos, que consta de 80 planchas realizadas a partir de 113 dibujos preparatorios, que el artista comenzó en 1796 y cuya primera edición se hizo en 1799.
En esta serie, la sátira realista, crítica social y vicios humanos dan forma al trazo de ácidas fisonomías bestiales que estigmatizan los prejuicios, imposturas, supersticiones e hipocresías consagradas en el siglo XVIII.
Las órdenes religiosas, el sistema educativo y social, los matrimonios arreglados y la figura de la Celestina son algunos de los temas que no se salvaron de su diatriba.
Aunque la sátira no tiene nombre ni apellido identificados en la obra de Goya, pone en evidencia a la Santa Inquisición como institución clerical caduca y corrupta, aseveración extremadamente peligrosa para la época, por lo que el artista ofreció en 1803 las planchas y los 240 ejemplares disponibles al rey Carlos IV de Borbón para su calcografía.
Sueños y pesadillas
El grabado más emblemático de Los caprichos –y posiblemente de toda la obra gráfica goyesca– es El sueño de la razón produce monstruos. Desde su primer dibujo preparatorio, de 1797 (titulado en el margen superior como Sueño 1o), se representaba el propio autor soñando en una visión de pesadilla: su propia cara repetida junto a cascos de caballos, cabezas fantasmales y murciélagos.
La cuarta serie que el Museo Nacional de San Carlos conserva –donada al Instituto Nacional de Bellas Artes en 1949 por Édgar Kaufman Jr.– data de 1803, y es probable que sea una de las series que el mismo artista ofreció al monarca a cambio de una pensión vitalicia para su hijo Javier.