¿Cuál libertad de expresión?
a semana pasada, Ossie Guillén, mánager del equipo de beisbol Marlines de Florida, declaró su admiración y respeto por Fidel Castro, por haber sobrevivido durante más de 60 años a intentos de asesinato
. Al día siguiente, la directiva de ese equipo cedió a las demandas de los grupos más rabiosamente anticastristas radicados en Miami y lo suspendió por los siguientes cinco partidos, sin goce de sueldo. La actitud de los dirigentes del equipo es una bofetada a la libertad de expresión de la que tan orgullosos están los estadunidenses. (No es la primera vez que las declaraciones de Guillén son motivo de controversia. En el pasado también expresó su admiración por Hugo Chávez, lo que causó gran molestia entre quienes detestan al presidente venezolano.) Tampoco deja de ser lamentable que, en contra de sus propias convicciones, Guillén haya sido virtualmente obligado a disculparse por su comentario e insinuar que todo fue un malentendido.
En Miami se concentra a la mayoría de los cubanos que encontraron refugio a su inconformidad con el régimen encabezado por Castro. Lo más grave de este asunto es que un grupo cada vez más reducido de personas, en su determinación por aislar al régimen cubano, sea ahora la causa para coartar la libertad de expresión. Es preocupante que a ese grupo ya no le sea suficiente su determinación de que se mantenga el anacrónico bloqueo contra Cuba
, como lo mencionó el presidente colombiano en la Cumbre de las Américas, sino que ahora actúe para silenciar cualquier opinión que tenga un matiz favorable al gobierno de ese país. Para ponerlo en contexto, y guardada toda proporción, imaginémonos cuáles serían las consecuencias en el caso de que un grupo de chinos radicados en EU inconformes con el régimen instaurado por la revolución china forzara al gobierno estadunidense a romper relaciones con ese país, a imponer un bloqueo con el resto del mundo y que, por añadidura, presionara para acallar cualquier opinión de simpatía hacia China.
No se trata de apostar en favor o en contra del régimen cubano, pero al margen de la simpatía o antipatía que a cualquier persona pueda causarle el régimen instaurado por la revolución cubana, la desproporcionada reacción de la directiva de ese club de beisbol en contra de quien hace uso de la libertad de expresión consagrada en la primera enmienda a la Constitución, es mal síntoma en una sociedad en la que expresar libremente las ideas es principio inalienable. En última instancia, la reacción a un comentario que no causó daño alguno a persona en particular, habla mucho más de la intolerancia y de la actitud antidemocrática de quienes han demandado su castigo. Visto en un contexto más amplio, esta actitud es también un ataque a la democracia que desde el exilio tratan de imponer en el país que dejaron hace varias décadas, pero en el que aún viven 11 millones de cubanos.