ntre los milagritos
en que Fox basa el triunfo de Josefina y las bravatas sin sentido del fantástico Quadri, la campaña presidencial traza un perfil sinuoso y refractario para las ansias ciudadanas de un discurso político comprometido con diagnóstico y propuesta. Y desde ahí vuelve por sus fueros, lastimeramente, el blues del voto nulo.
La competencia entre el PAN y el PRI por el hit parade de los mentirosos corona los intercambios de la semana, sin que se asome por algún lado un pinocho embustero pero imaginativo que por lo menos le ponga algo de sabor al caldo. El presidente Calderón, por su parte, entona boleros nostálgicos en Cartagena y echa su resto ¡por el libre comercio!
Por si faltara, algunos autodesignados expertos en el ánimo público decretan fútiles los reclamos de un verbo electoral sustancioso, que sustente el chubasco de promocionales que sin cuartel nos asestan, práctica nefasta supuestamente basada en una peculiar interpretación empresarial de la legislación electoral. Por más que se empeñen los curiosos cruzados de la libertad de expresión confundida como libertad de comercio, lo hecho en 2007 en materia de medios se queda muy por debajo de lo que hay que hacer para tener un sistema de comunicación social, en sintonía con las necesidades de una democracia, cuya maduración urge a la sociedad y a la economía.
No es menos sino más regulación y compromiso de los medios con la política democrática lo que se necesita. Sobra libertad y falta democracia
, solía decir con su sorna insuperable el amigo Arturo Warman. Le preocupaba el poco sentido de régimen que caracterizaba a partidos y movimientos en la hora cero de la inauguración democrática, pero estoy seguro que hoy convendría en que esa carencia fundamental se ha apoderado de las cúpulas del dinero, cuyo desafane sólo expresa la cercanía de un fin de época y de régimen político y económico; tema del que prefieren no hacerse cargo.
Es en estas elites donde la idea de Estado y nación ha colapsado o simplemente se ha vuelto tópico aburrido; síntoma de atraso y antimodernidad. Precisamente cuando en el mundo entero, ricos y menos ricos, aspirantes y decadentes, de lo único que hablan es del Estado nacional y de su indispensable rehabilitación. Esto sí que es estar detrás del espejo.
Lo malo es que los partidos, en especial los de la derecha y el centro derecha, como PAN y PRI, se hacen eco de esta triste imaginería y han iniciado una lotería de la privatización de los bienes y recursos que, constitucionalmente al menos, pertenecen a la nación. En vez de asumir el papel crucial que estos bienes podrían jugar en una recuperación robusta del desarrollo, así como la necesidad de rehabilitarlos, se resignan y ponen su tendido.
La venta de garaje de la candidata panista y las afinidades peligrosas de Peña Nieto con lo más elemental del viejo pensamiento privatizador en materia petrolera y energética, no parecen sino esfuerzos ridículos por lograr que esta supuesta elite del poder, la lana y el saber, los avale para tener un buen lugar en la próxima nevada de Davós. A contracorriente del mundo, se insiste en más apertura y se renuncia a la defensa explícita del interés nacional. Como si eso nos fuera a dar sex appeal ante las multinacionales.
El gran alpinista en esta triste carrera de los políticos por volverse tributarios del poder temporal (y del celestial, si Fox les da una manita), fue esta semana el otrora ecologista impar, ahora dueño de la mayor destreza sicoanalítica del planeta que le permitió descubrir en su patrocinadora virtudes teologales ocultas. ¡El ingeniero Quadri, máximo liberal nacido de nuevo, con ustedes!
Nada de refinerías y mucho menos cinco, porque eso no es negocio, decretó el próximo presidente panalero al referirse a la propuesta de López Obrador, sin tomarse el trabajo de mencionarlo. No es negocio, añadió, como si se tratara de los arcanos del cretácico, porque, como todos sabemos, nadie en el mundo se afana por tener petróleo y luego refinarlo.
De lo que se trata, debe soñar el fantástico candidato, es de sentirse como James Dean en Gigante, bañado del oro negro y listo para conquistar a Elizabeth Taylor (y a Rock Hudson). Eso es lo que los mexicas deben y pueden hacer, podría agregar: explorar más y sacar más crudo, que es ahí donde está el tesorito.
Que sean las siete hermanas o su equivalente, hoy convertidas en damas globales de la caridad, las que se encarguen de refinar el petróleo, convertirlo en gasolina y derivados y, gracias a ello, de proveernos de los bienes intermedios y finales para el consumo. Como dijera David Ricardo después de una noche de juerga: mexicanos al crudo; que nosotros os lo refinamos.
Si Quadri quiere hacerla de utility man en esta elección, que lo haga. Pero de lo que se trata es de encarar el gran dilema del petróleo y sus usos, así como del abuso fiscal que han hecho de su riqueza los gobiernos panistas; de su refinación y, en esa perspectiva, del tamaño de la planta requerida. Negocio o no, los refinados son fundamentales para la vida moderna y la diversificación de la economía, y es eso lo que las ofertas de Peña y Vázquez han puesto en cuestión y López Obrador abordado en positivo con su propuesta de construcción de cinco refinerías.
Si ese es el número adecuado tendrá que discutirse en concreto. Pero lo primero es asumir expresamente (o no), que el país necesita ampliar pronto su capacidad de refinación, sacrificada por mucho tiempo en el altar del costo-beneficio. Se trata de entender (o no) a la del petróleo como una gran empresa nacional y estatal a partir de la cual, como ha sucedido siempre, puede tejerse una economía mixta saludable sin debilitar más la seguridad energética del país.
Quadri no parece pensar en esto. Tal vez, sería mejor que haga mutis o se eche un bucito de larga duración. Que si le falta oxígeno, Fox lo proveerá… con otro milagrito.
Y amén.