ontra lo que ostentan las cédulas y el enunciado de la exposición, los retratos del pintor sueco en el museo del Antiguo Colegio de San Ildefonso no son expresionistas en el sentido histórico del término, o bien toda figuración actual es expresionista, incluso la que practica Daniel Lezama, bien alejada, v.gr. de la que fue propia de Beckmann, él sí un expresionista aunque no del núcleo inicial, al igual que José Clemente Orozco.
Creo yo que más bien el artista nacido en 1967 procura suceder de algún modo al retratista por antonomasia de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI: Lucien Freud, quien falleció hace un año. Pero éste no quedó mencionado, sería demasiado aventurar, aparte de que en sentido estricto no podría calificársele de expresionista.
A quien sí se parece un poco Flaxman en cuanto a intención es a la exitosa pintora californiana especialista en este género Sylvia Sharp quien, al igual que su colega sueco, dice revelar “el inner being” de sus modelos, dejando en las telas algo que va más allá del reflejo especular”. Portrait beyond portraiture es el título original de esta exposición que puede traducirse como el retrato más allá de la retratística, si bien la designación elegida para esta exposición sea la alteridad en el espejo
, título correcto.
Sí son buenos retratos, pero hay una falla que acompaña se diría que a la mayoría. El pintor es muy buen fisonomista y sobre todo muy atinado en los atuendos que escoge para caracterizar a sus modelos, mujeres y hombres por igual, a estos últimos gusta de enaltecerlos (con bienvenida sorna) mediante el cuidado con el que reproduce sus insignias, militares, científicas u honoríficas, uno endosa hasta el toisón de oro.
El primer lote está dedicado a los médicos de la sección de oncología pediátrica en el Hospital de Lund. Esta ciudad es notable por ser sede de la más antigua universidad sueca e igualmente debido a la excelencia de sus programas científicos. Ante el espectador desfila una sección del cuerpo médico o bien las figuras de eminentes especialistas, como el cardiólogo Johansson (2005), captado con visión paralela a la de una lechuza. Hasta donde puedo percibir, la pieza más antigua corresponde al retrato del ginecólogo Nils Otto Sjoberg (2004), que tiene como fondo una cabeza de mármol más bien horrible en cuanto a representación. La técnica a partir de entonces se enriquece y mejora, por ejemplo a base de espatulazos aplicados con brío y con abundancia de pigmento.
La retratística actual sigue enalteciendo al retratado. Si alguien (Tamayo entre otros) fue retratado fotográficamente por Irving Penn, el resultado es, además de un testimonio, una obra artística sobre un creador, como el retrato de Diego Rivera por Weston, que el pintor convirtió en detalle de uno de los murales de la Secretaría de Educación Pública.
Son profundamente estimados y muy reproducidos los retratos de Manuel y Lola Álvarez Bravo o los de Graciela Iturbide sobre Francisco Toledo, y es obvio que valen por derecho propio, en mayor medida que un cúmulo de retratos pictóricos realizados, principalamente como ejercicio, por artistas contemporáneos, pero es cierto que el retrato pintado guarda una condición especial porque revela, más que otra cosa, la mano de su autor y ese es el caso de Flaxman, que se manifiesta además como conocedor de los trucos que depara el género a lo largo de la historia del arte, sólo que, como dije antes, yo detecto una falla.
No ha puesto el mismo cuidado en la factura de las manos de sus retratados que en sus fisonomías y eso en su caso me parece un error grave, aunque solventable en lo futuro. Las hay simplemente esbozadas y basta fijarse en ellas a lo largo de la exposición para comprobarlo. La suntosa condesa Ehrensvard en atuendo rojo cardenal destacando sobre fondo turquesa claro, en algo recuerda los personajes de Bergman, pero las manos de la también vistosa Melisa Laurin (2011) ostentan palos de madera como dedos, adheridos a una palmeta burda y sin personalidad alguna. Nils Ellestrom (2010) luce un atuendo inolvidable por implausible, pero ¡qué afortunada combinación de colores en la composicición! Este personaje muestra una mano tersa, como de señorita, con alianza visible en el dedo correspondiente y lujoso reloj de pulsera, tal vez Rólex. El fondo cobalto hace estupendo contraste con el pantalón rojo y la corbata carmesí.
Hay varios retratos colectivos, además del gran retrato de los médicos de Lund que se encuentra en el recinto inicial. Algunos son grupos familiares y es interesante ver en cuáles de los hijos predominaron los genes paternos y en que otra u otros los maternos, como ocurre en el retrato de la familia Slettengren. Buena idea poner atención en el zapato tenis del segundo hijo obstruyendo en parte las pantorrillas de su madre, mujer en medianía de edad, de apariencia aún sexy
. Del video y otros pormenores me ocuparé próximamente.